Pitos y flautas
El Real Madrid ha vivido su semana más tormentosa. Incluso aceptando que la pitada del jueves después de la masacre que perpetró la Kinder fuese provocada por únicamente quince espectadores (Scariolo dixit), no es escena habitual en un público más proclive al silencio y la indiferencia como reproche que a los conciertos de viento. Independientemente del número de inconformistas sonoros, está claro que a día de hoy los aficionados madridistas no suspiran por su equipo y sería incompleto el análisis si lo remitiésemos únicamente a la lógica mala racha de resultados cosechados por un conjunto que en lugar de entrenarse en la Ciudad Deportiva quizás debería hacerlo en el Hospital de La Paz, situado a poco metros del pabellón madridista.
En el baloncesto del siglo XXI para ser competitivos hace falta mucha fuerza, centímetros a granel y todos los kilos posibles. Sólo es necesario ver al Tau y al Barça, jefes actuales del panorama y en esos aspectos un escalón (o dos) por encima del Madrid. Pero estas tendencias actuales en las que prevalece el músculo y lo que se cuece dentro de las zonas es lo que realmente importa (ver Copa del Rey) multiplican el riesgo de un espectáculo deficiente en su atractivo.
El aficionado no resiste la falta de pasión, de disfrute con lo que ve, sobre todo en ciudades como Madrid y Barcelona, con una oferta de ocio extensísima. La última vez que el Real Madrid fue campeón de la Copa de Europa tenía a Sabonis, Arlauckas, Biriukov, etc. con Obradovic en el banquillo. Pedazo de equipo que pasado el efecto inicial de la presencia del lituano, fue vaciando lentamente las gradas a pesar de sus victorias. Motivo: el supino aburrimiento que dirigía el yugoslavo, entrenador ideal para hacerte campeón de Europa y también para convencerte de que en el cine se está mucho mejor. Ahí radica el reto de los entrenadores. En convivir con un baloncesto que necesita trenes de mercancías y un público que demanda otro tipo de cualidades como frescura, atrevimiento, precisión, velocidad o creatividad. Y los jugadores que combinan ambos conceptos son escasos, caros y sin duda alejados del estilo de Tabak o Tarlac, por mucha NBA que lleven detrás.
Una vez que Scariolo tenga el equipo al completo (si es que esto ocurre pues la lista de bajas no se cierra nunca) volverá sin duda a ser competitivo, pero existen serias dudas sobre si llegará a ser atractivo. Curiosamente lo fue el sábado ante Estudiantes, cuando el protagonismo fue de dentro hacia fuera, y mandaron Herreros, Alberto Angulo o Djordjevic. No sería descabellado pensar que el descontento mostrado el jueves fuese más por esas cuestiones que por perder unos cuantos partidos con un equipo diezmado.
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