Para las torres gemelas

En pleno puente de San José, se llenó el Auditorio Nacional para escuchar a Pedro Halffter, Sylvia Torán y la Sinfónica de Massachusetts en un programa de repertorio, al que se unía una novedad total: Imagen, de Halffter Caro, que a sus dotes como director suma una formación que le permite invenciones tan sugestivas como la dedicada a los sucesos neoyorquinos del 11 de septiembre de 2001 que, acaso por vez primera, tienen reflejo musical. La breve partitura, trazada con gran sentido de la belleza sonora y gusto por los contrastes para enfrentar la tensión expectante de la primera parte con el estallido de la segunda no sólo en el aire sino en las conciencias y las emociones. La obra, dedicada a Isabel Falabella, entusiasta patrocinadora del joven Halffter, fue acogida con insistentes ovaciones.

Luego, Rachmaninov, el más célebre Rachmaninov del Concierto en do menor para piano y orquesta, que ya tiene un siglo a la espalda, tocado con gran sensibilidad sonora y expresiva y alto virtuosismo por Sylvia Torán con cuyo concepto lírico y afectivo pero desnudo de excesos, se identificó Halffter hasta conseguir una versión digna de ser recordada.

En la segunda parte la Sinfonía en La, op. 92, de Beethoven, la célebre 'apoteosis de la danza', según Wagner, porque lo es 'del ritmo' y, como siempre en el compositor de Bonn, de la energía vital, la continuidad esplendorosa, la grandeza y la decisión. Entre las muchas vías interpretativas posibles, Pedro Halffter escogió la de hacer del mensaje sinfónico una intensa llamarada: concepción unitaria del conjunto, tiempos vivos -incluso excesivos como el Final- seguridad e impactante comunicatividad. La Sinfónica de Massachusetts respondió con gran calidad.