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Crónica:Copa del Rey | BALONCESTO
Crónica
Texto informativo con interpretación

La mano caliente de Benito

La afición vitoriana se rinde a Bennett, un antiguo nómada

'¡Benito, Benito!'. El capitán del Tau tiene a la afición a sus pies. Está batiendo los récords de popularidad que Perasovic rompió en Vitoria. Y el público del Tau, buen conocedor del baloncesto, sabe lo que se hace. Su canasta ganadora en la final de ayer remató una trayectoria impecable desde que debutó en la ACB, en aquel 26 de octubre de 1997, en Manresa.

Elmer Bennett, Benito para sus admiradores, por fin ha encontrado la horma de su zapato. No le ha sido fácil. El Tau es el 16º equipo en su carrera, ni más ni menos. Cuando llegó a Vitoria, de la mano de Scariolo, tenía la etiqueta de trotamundos, de nómada. Y nada más lejos de su carácter. Bennett (Evanston, Illinois, 32 años) se ha convertido ahora en el extranjero que más años seguidos acumula en un mismo club. Es seguramente el más europeo de los americanos de la ACB, detractor del american way of life y amoldado a la vida vitoriana, con su mujer y sus dos hijos.

A Bennett, desde su llegada a España, siempre se le consideró un buen jugador, pero su reputación ha crecido al mismo ritmo que el de su club. Resultó fundamental para jugar la final de la Liga de 1998 y ganar la Copa de 1999, y también en la final de la anterior Euroliga. Ahora nadie duda de que es uno de los mejores bases de Europa. Es difícil entender cómo su paso por la NBA resultó tan inadvertido. Cero partidos en Atlanta, cuatro en Cleveland, ocho en Filadelfia, cuatro en Houston y cinco en Denver, y nadie apostó por él. Ya no quiere pensar en aquello. Fue un sueño frustrado de juventud. Está encantado en Europa.

Él, el hombre de goma, que jamás se rompe a pesar de sus frecuentes batacazos contra el parqué, sufrió de enero a marzo una de las bajas por lesión más largas de su carrera. Regresó a las canchas hace poco más de diez días, y lo hizo como un campeón. Anotó un triple histórico en La Mano de Elías, el pabellón del incrédulo Maccabi, después de ir ganando durante 39 minutos y 59 segundos. Y lo repitió ayer, esta vez con 14 segundos para el final y, en vez de un triple, fue un tiro de dos y contra el tablero. Pero le supo igual, o mejor. Y además ha cogido gusto a esta sensación. 'Cuando el balón está caliente', dijo ayer, eufórico, 'yo quiero tirarlo. Siempre quiero los balones más importantes. Si fallo, no pasa nada. Es un deporte'.

Bennett es un ganador. Tiene un defecto, o una virtud, según se mire. Necesita a un entrenador obsesionado por el baloncesto a su lado, que le apriete hasta el límite, y que le ordene la cabeza. Si lo tiene (caso de Scariolo o de Ivanovic), Bennett es un crack. Y hace lo que sea, incluso amargar la vida del rival por los medios que sean necesarios. Él tiene un método peculiar. En cada tiro libre del contrario acude a donde el lanzador y le habla. ¿Qué le dice? 'Le digo su nombre', responde. Sí, ¿pero qué más? 'Bueno, le pido que falle al menos un tiro, que lo haga por mí'. A veces surte efecto.

Bennett no fue ayer nombrado MVP (Jugador Más Valioso), sino Tomasevic. Y todo porque la elección se produjo a cinco minutos del final, antes de la canasta ganadora de Bennett. A Benito no le importa. No levantó el trofeo de mejor jugador, pero sí la Copa del Rey. Cualquiera le quita los galones de capitán en el Tau.

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