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Reportaje:

Fuera de España por protestar

Un italo-argentino se enfrenta a su propia expulsión tras ser detenido en un acto contra la deportación de ocho marroquíes

Nicolás Sguiglia, Nico para sus amigos, es un argentino con pasaporte italiano muy conocido en el ambiente de los movimientos sociales de Málaga -donde vive desde hace cinco años- por su militancia en defensa de los derechos de los inmigrantes. El pasado 29 de enero este estudiante de sociología de 25 años participó con una treintena de compañeros en una protesta ante la puerta del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de esa ciudad contra la deportación de ocho marroquíes que se encontraban allí recluidos. Debido a esa acción, Nico fue detenido y hoy es él quien se enfrenta a su propia expulsión. La policía le acusa de cometer una 'falta grave al orden público'.

'Llevábamos cinco días acampados en la plaza de Capuchinos [frente al CIE], cuando a primera hora de la mañana la policía vino a disolvernos a patadas. Nos fuimos, pero quedamos para continuar con nuestras reivindicaciones a las 11', explica el argentino. A esa hora, algunos manifestantes aprovecharon un descuido de los agentes para encadenarse a la puerta del centro. 'Uno de nuestros compañeros se acercó a los policías para explicarles que se trataba de una acción simbólica que duraría sólo 10 minutos', asegura. No sirvió para nada. La policía cortó las cadenas y volvió a cargar.

Cuando parecía que todo había acabado, los agentes se dirigieron a él y le condujeron al patio del edificio junto con un compañero que salió en su defensa. Allí la emprendieron a golpes con los dos. Amanda Romero, la abogada de los marroquíes contra cuya expulsión se protestaba, fue testigo de ello mientras esperaba a entrevistarse con sus defendidos. 'Cinco o seis agentes arrastraron a Nicolás hasta una esquina y comenzaron a darle patadas. Uno de ellos lo levantó del pelo para que otro le pegara puñetazos en la cara'. Romero asegura que fue expulsada del CIE por la fuerza, con la aquiescencia de su director, cuando empezó a gritar escandalizada por los golpes. La versión de la subdelegación del Gobierno de Málaga es la opuesta: el agresor fue Nico como, según su portavoz, demuestran los hematomas y contusiones de los partes médicos de los agentes que lo detuvieron.

Nico y su amigo pasaron esa noche en comisaría, y fueron puestos en libertad a las 16.30 del día siguiente. Pero aún quedaba otra sorpresa. El viernes 1 de febrero, la Brigada de Extranjería le comunicaba -paradojas de la vida- la tramitación de su propio expediente de expulsión obligándole a presentarse periódicamente en comisaría. A pesar de ser comunitario (italiano), Nico podría ser deportado por 'la realización de actividades contrarias al orden público', según reza su notificación. El 22 de febrero fue citado de nuevo en comisaría. El argentino se temía lo peor. 'Me entregaron la orden de expulsión, pero me la quitaron inmediatamente de las manos cuando mi abogado les dijo que no se habían tenido en cuenta nuestras alegaciones', asegura. En la subdelegación niegan que se le fuera a notificar nada. 'Se trataba sólo de una comparecencia rutinaria', dicen.

El asunto ha llegado al Congreso de los Diputados de la mano de Carlos Sanjuán (PSOE) y José Luis Centella (IU), quienes el pasado día 6 pidieron al secretario de Estado para la Seguridad Pedro Morenés el archivo del expediente de expulsión. Pero Morenés lo justificó por las supuestas lesiones a los agentes que le arrestaron.

En los próximos días Nico sabrá si debe abandonar el país. Si es así no podrá volver a España durante al menos tres años. 'Hace ya cinco años que vivo en Málaga. Aquí tengo a mi compañera, mis estudios y mi trabajo, es decir, todo', asegura.

Al día siguiente de la detención de Nico, los ocho marroquíes recluidos en el CIE de Capuchinos fueron expulsados de España.

BERNARDO PÉREZ

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