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Columna
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La hora del Tau

A tres días del inicio de la Copa del Rey, el primer encuentro definitorio de la temporada de baloncesto, ya tenemos un favorito por el que apostar con suficientes garantías. El Tau llega a su cita vitoriana con todos los predicamentos a su favor.

Su exhibición de la última semana, con sus victorias ante poderosos equipos como el Maccabi de Tel Aviv y el Barcelona no deja lugar a las dudas. Todo aquél que haya visitado la pista israelí sabe que remontar 15 puntos de desventaja y ganar, aunque sea por un solo tanto de diferencia, se acerca más a la hazaña que a un simple triunfo. Triturar y dominar los aros como hizo el sábado ante el quebrantahuesos nacional que es el Barça apunta hacia la confirmación de un colectivo de solvencia incuestionable que se encuentra en un momento dulce de juego, moral y confianza.

Para el Tau llega la hora de recoger una cosecha que, por unas cosas o por otras, se le resiste en las últimas temporadas. La construcción de este edificio tan sólido que comenzó en la época de Sergio Scariolo debe ser coronado por la era Ivanovic con títulos. Para ello deben abrir la última puerta, saltar la última valla, que no es otra que saber ganar las competiciones ahora que ya han cubierto el cupo de perderlas.

Esta semana afrontan su primera oportunidad en un territorio tan difícil como exigente y con un sistema de eliminación directa sin segundas oportunidades que requiere mantener un estado de gracia durante todo un largo fin de semana. Por si no fuera suficiente, existe el peligroso añadido de jugar en casa, lo que, si tenemos en cuenta la historia reciente, es más un inconveniente que una ventaja. Pero, si este Tau no está capacitado para triunfar en estas circunstancias, ¿quién lo está?

Llegado a estas alturas del curso, nos encontramos ante un conjunto coherente y bien formado, tácticamente trabajado al máximo, como no podía ser de otra forma con un personaje como Dusko Ivanovic en el banquillo, con un ética profesional intachable y llevando el concepto de juego en equipo hasta ese punto en el que no dependes de un jugador, ni siquiera si éste se llama Bennet. El otrora alma imprescindible del conjunto sigue siendo importante, pero ha dejado de ser vital, hasta el punto de poder derrotar claramente al Barcelona con un mínima aportación por parte del base norteamericano.

Directores con personalidad, tiradores de garantías, pívots contundentes, gente joven madurando a marchas forzadas, genio y figura en la banda sobrevolando con su mirada fría y dura como un cuchillo de acero a toda su tropa. Un equipo de corazón de piedra secundado por un público de sangre caliente.

Mal adversario para los siete aspirantes a aguarle la fiesta copera preparada, salvo que alguno de ellos se ponga la camiseta blanquiazul del Deportivo de A Coruña.

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