'El Gobierno quiere colar en Europa sus políticas de ajuste'
Cándido Méndez (Badajoz, 1952) se presenta a la reelección para su tercer mandato al frente de UGT en el congreso que celebra el sindicato a partir del miércoles. Los debates se van a centrar en lo que supone, en el inicio del siglo XXI, la orientación socialista y de clase, en el desafío del reconocimiento de derechos para los trabajadores inmigrantes, que Méndez considera el nuevo proletariado, y en retomar demandas no logradas como la jornada laboral de 35 horas.
El congreso de UGT se va a desarrollar en paralelo a la cumbre de Barcelona, de la que Méndez espera pocos avances en favor del pleno empleo y donde teme que el presidente Aznar utilice la presidencia comunitaria para 'colar sus políticas de ajuste'. La central quiere comprometerse con los problemas de los inmigrantes, los jóvenes y las mujeres, incluyendo responsables para esos colectivos en su ejecutiva.
'Reivindicamos la empresa con valores éticos, y que no se limite al valor en Bolsa'
'Los inmigrantes son el nuevo proletariado y una parte sustancial de nuestra estrategia'
Pregunta. ¿Espera un congreso tranquilo, tras los enfrentamientos de su primera elección y del extraordinario?
Respuesta. Va a ser muy distinto de los congresos del 94 y el 95. El debate va a girar fundamentalmente sobre cuáles son las tareas que la UGT va a tener que afrontar en el inicio del siglo XXI. Y además, tenemos una novedad. Hemos identificado en el programa fundamental la dimensión estratégica, que tiene vocación de permanencia para 25 o 30 años. El programa de acción definirá nuestro trabajo para los próximos cuatro años. Eso nos va a permitir actualizar y precisar nuestras propuestas, y pensamos que era una buena oportunidad en el primer congreso que celebramos en el siglo XXI.
P. ¿Eso supone una nueva etapa en UGT?
R. Sí se puede calificar como una nueva etapa en la andadura histórica de la UGT. La finalización del siglo XX nos permite hacer un balance y consideramos que esa etapa ha culminado con éxito. Los objetivos que defendía Pablo Iglesias a principios del siglo pasado, lo que identificamos como orientación socialista, que era defender por la vía reformadora y democrática la dignidad del trabajo, y los derechos que dimanan de él como el derecho a la jubilación, a la sanidad y a la educación, hoy están reconocidos como derechos constitucionales, y además los comparte toda la sociedad.
P. ¿Por eso han lanzado el debate para redefinir la orientación socialista?
R. No sólo no renunciamos a los valores que inspiraron la fundación de la UGT, sino que los consideramos de absoluta vigencia. Tenemos que acreditar el avance de esos valores, su cambio a derechos y reforzar nuestra movilización para su aplicación práctica.
P. También ponen en cuestión el concepto de sindicato de clase.
R. La estructura de la clase trabajadora ha cambiado y es mucho más amplia. El elemento más incontrovertible es la incorporación de la mujer al mundo laboral, la mejora de la cualificación o la irrupción de las nuevas tecnologías. Además está el desafío de los trabajadores inmigrantes, que son el nuevo proletariado. El reconocimiento de la igualdad de derechos de inmigrantes, jóvenes y mujeres lo queremos asentar, no como políticas sociales, sino como parte sustancial de nuestra política sindical.
P. La dirección se va a ampliar incluyendo responsables de inmigración, jóvenes y mujeres.
R. Se va a modificar la comisión ejecutiva para hacer visible esa estrategia en la dirección.
P. ¿Éste es el sindicato moderno que piden quienes critican a las centrales porque consideran que están ancladas en una estructura antigua y obsoleta?
R. Se nos conoce mal, en parte por nuestros errores y en parte porque hay una imagen distorsionada que tiene bastante relación con el pensamiento único, donde uno de sus elementos es intentar restringir el papel de los sindicatos como defensores del valor del trabajo frente al valor del dinero. Nosotros también pretendemos hacer frente a ese tipo de críticas infundadas, pero no queremos configurar un sindicato que de manera simplista se denomina profesional. Los sindicatos profesionales son los corporativos. En Europa, los sindicatos son otra cosa: son pragmáticos, aceptan las nuevas realidades y son moderados, pero tienen una visión estratégica y se configuran en el ámbito de la izquierda. Los sindicatos seguimos siendo portadores de un modelo social.
P. Sin embargo, no han sabido colocarse en el liderazgo del movimiento antiglobalización.
R. En la cumbre de Seattle, la gran movilización fue sindical. En Europa nos hemos movilizado en Luxemburgo, en Oporto, Niza, Laeken, y nos vamos a movilizar en Barcelona. Lo que sí es cierto es que no compartimos los objetivos de los antiglobalización, queremos que la globalización adopte un rumbo nuevo, porque no está globalizado el valor del trabajo, ni los derechos sociales, ni la libertad sindical, o la negociación colectiva, porque tampoco está globalizada la democracia.
P. En el balance que hacen en las ponencias reconocen que en los últimos 25 años los sindicatos se han debilitado y han asumido un papel meramente defensivo.
R. En los últimos 25 años, tras un avance permanente en el reconocimiento del empleo asalariado y con derechos, se produce un debilitamiento por la ofensiva neoliberal. El signo definitorio de una empresa no pasa por la productividad ni por el número de trabajadores, que son elementos secundarios, sino el valor de Bolsa. Ésa es la reflexión que hacemos: queremos reivindicar un nuevo modelo de empresa donde se incorporen los valores éticos, y que el elemento esencial no sea el valor en Bolsa.
P. En los debates van a recuperar reivindicaciones no logradas, como la jornada de 35 horas.
R. En la reducción de la jornada a 35 horas podemos hacer un balance modesto, pero positivo, y en cuatro años, de 167.560 trabajadores que la tenían pactada en convenio hemos pasado a 399.309 trabajadores. Además, se han suscrito acuerdos en prácticamente todas las comunidades autónomas para incentivar la reducción de jornada. Para nosotros es un tema central y tiene otra característica que vamos a hacer valer. En estos momentos hay un debate en la sociedad sobre los problemas de la juventud y sobre las deficiencias educativas. Yo creo que es fundamental recuperar la coeducación, la participación de la familia en la educación de los hijos, y eso lo puede facilitar la reducción de jornada. Una reducción de jornada que contribuya a la creación de empleo, con menos días de trabajo a la semana y que exige una norma legal.
P. El congreso va a discurrir en paralelo con la cumbre de Barcelona, ¿qué espera de ella?
R. Tenemos la preocupación de que el señor Aznar aproveche la presidencia comunitaria para darle carta de naturaleza europea y colar en Europa sus políticas nacionales de ajuste. Eso supone una interpretación sui generis de la cumbre de Lisboa y el concepto de pleno empleo que plantea el Gobierno del Partido Popular es un deterioro de la calidad del empleo, porque está hablando de flexibilidad y desregulación. En eso están Blair, Aznar y Berlusconi. Dicen que en Estados Unidos las empresas generan más empleo y son más productivas porque el mercado laboral es más flexible. Pues no es verdad, la diferencia no es que sean más flexibles, sino que en Estados Unidos hay unas inversiones en nuevas tecnologías que duplican las de la Unión Europea, y triplican las de España. En políticas sociolaborales no tenemos grandes expectativas de la cumbre de Barcelona.
P. ¿El principal partido de la oposición, el PSOE, tampoco está defendiendo la política social que propugna el sindicato?
R. El PSOE debería aportar otra visión de Europa distinta a la que plantea el PP, porque los gobiernos que pueden aportar otra visión, los de Alemania, Francia y Portugal, tienen elecciones. Lo digo desde la tranquilidad de que lo he defendido en un acto público ante el líder del PSOE [José Luis Rodríguez Zapatero]. Hay una oportunidad excelente, que es la presidencia española, para darle dimensión europea a la propuesta socialista en relación al empleo, la dignidad del empleo, la seguridad, los derechos o los servicios públicos.
P. ¿Izquierda Unida está haciendo una política más acorde con esa política?
R. Creo sinceramente que Gaspar Llamazares está haciendo esfuerzos en ese sentido.
P. ¿Cómo son las relaciones con CC OO desde el conflicto del pacto de pensiones?
R. Las relaciones han sido complicadas y accidentadas, pero sobre todo han sido clarificadoras. Lo que ha ocurrido en el pasado año nos debe servir para reafirmar el valor de la unidad de acción, pero interpretándola de manera realista y sin que se produzca ninguna confusión. Creo que debemos reubicar la unidad de acción asentándola en compromisos concretos. Otro tema más de fondo es que a su vez el año pasado nos debe servir para hacer una reconsideración sobre el modelo de diálogo social. Ha habido un cambio total, y la idea de la autonomía que presidía el diálogo en la primera legislatura del PP, el Gobierno lo ha transmutado en instrumentalización. Ha habido, y lo digo con profundo respeto a las posiciones de parte, una aceptación de un cambio impuesto en el modelo de diálogo social que no se ha debido admitir por parte de CC OO.
P. Ese problema volverá a surgir si el Ministerio de Economía se empeña en emprender la reforma de la negociación colectiva.
R. Por eso debemos establecer una discusión en profundidad sobre el modelo de diálogo, otorgándole transparencia y criterios equilibrados. El Gobierno debe respetar aquellos cometidos que son funciones otorgadas por la Constitución a la patronal y los sindicatos, por ejemplo, la negociación colectiva. Se ha pretendido presentar a una UGT que está en la resistencia; pues no somos resistentes, pero tampoco somos colaboracionistas.
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