8-M
Nubes de globos violeta festonearon la noche valenciana en una manifestación ya clásica, cuyo gran logro ha sido la pluralidad de grupos convocantes y el espíritu unitario, tan ausente en otras militancias. Durante los últimos días he participado en diversos actos relacionados con el Día Internacional de la Mujer, y empiezo a encontrar mérito y utilidad a actividades que hace años parecían rechazables por escasamente reivindicativas. Claro: desde el urbe-centrismo en que se ha desarrollado el movimiento feminista, difícilmente se entiende que en barrios y pueblos, incluso en los grandes, las cosas han de hacerse de otra manera. Alaquàs, Torrent, Benetusser... y tantos otros, han celebrado encuentros de lo más dispares y, como se suele decir, para todos los públicos: Conferenciantes de prestigio internacional, teatro, conciertos, concursos literarios, exposiciones, cine-forum... y también jornadas gastronómicas, talleres de Tai-chi y Way Tan Kong, maratones, playback... Sigue siendo verdad que el feminismo será de izquierdas o no será, que el soplo liberador nunca puede proceder de los ámbitos conservadores, ni siquiera disfrazados de centro. Es decir, que han de continuar tirando del carro tanto la denuncia de las antisistema, que actúan fuera del ámbito institucional, como el trabajo de las políticas allá donde se deciden las leyes y se incide en la realidad.
Pero esa misma realidad es más compleja y más diversa, y circula principalmente por los supermercados y los fogones. Por eso parece no sólo bueno, sino también imprescindible, que los colectivos de mujeres menos concienciadas se integren como sea en la fiesta común. Porque la igualdad no sólo pasa por cambiar los presupuestos y los códigos, también exige modificar los códigos que rigen las relaciones entre hombres y mujeres, algo que, en buena parte, ha de hacerse en el ámbito doméstico. Y si para eso hay que montarles una cena homenaje a los maridos, como cierto grupo de amas de casa, pues hágase.
Seamos prácticas, como siempre. Pidamos lo imposible haciéndolo alcanzable. Tratemos de integrar al máximo, y durante todo el año, para que el 8-M no sea sólo el remate final de una excepcional Semana Fantástica.
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