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Tribuna
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En plenitud

El derecho de los catalanes a autogobernarnos ya no es una aspiración, ya no es un objetivo que perseguíamos hace tan sólo 25 años, es una realidad que vivimos en plenitud. La Constitución y el Estatuto han supuesto el mayor esfuerzo convivencial de nuestra historia. Su aplicación y desarrollo han permitido la recuperación de nuestras instituciones de autogobierno y la transformación de Cataluña en una sociedad abierta y plural, donde todos hemos podido desarrollar en democracia proyectos políticos diferentes. El panorama de nuestro país ha cambiado sustancialmente en muy poco tiempo.

A la luz de la experiencia, considero que no resulta aconsejable hacer planteamientos que lleven a modificar nuestro modelo de Estado bajo eufemismos de nuevas lecturas constitucionales y estatutarias, o excusas de reformas del Senado que sólo persiguen cambiar, sin alternativas, una sólida arquitectura de reparto del poder político y de reconocimiento de la identidad de Cataluña. Semejantes propuestas no representan más que un salto en el vacío, perdiendo de vista que la Constitución y el Estatuto han supuesto nuestra consolidación democrática y el periodo más largo de ejercicio de nuestro autogobierno.

En el siglo XXI, el desarrollo del autogobierno pasa por superar la lógica del enfrentamiento por las respectivas parcelas de poder y dar paso a una nueva cultura política basada en la participación y la lealtad institucional. La integración europea es una gran oportunidad para Cataluña; aprovechar esta oportunidad requiere mejorar los mecanismos de coordinación, ejecución y evaluación de nuestra acción política conjunta. El desarrollo del principio de cooperación, que se concreta en el deber de colaboración, es la pieza esencial en las relaciones entre las distintas administraciones y la mejor manifestación de lealtad al modelo de Estado de las autonomías, que nos ha permitido desplegar todas las potencialidades de Cataluña.

El marco jurídico y político que nos dan la Constitución y el Estatuto son un punto de encuentro laboriosamente construido entre todos. No conviene poner cíclicamente en crisis un modelo que funciona correctamente y que presenta un gran dinamismo y capacidad de adaptación a las nuevas realidades de nuestra sociedad. No conviene buscar pretextos para justificar la falta de ejercicio de competencias que el propio Estatuto nos reconoce, sobre todo cuando su simple ejercicio permitirá seguir desarrollando nuestra autonomía política en beneficio de los ciudadanos y del conjunto de la sociedad catalana, con capacidad para colmar las aspiraciones de nuestro país y convertirlo en una de las zonas más prósperas y con mayor capacidad de crecimiento, generación de empleo y calidad de vida de España y de Europa.

Es innegable el buen funcionamiento de las instituciones políticas y administrativas de Cataluña que, siendo susceptibles de mejora, han desarrollado nuestro autogobierno con responsabilidad y dedicación. Tengo la convicción de que, una vez desplegado en toda su plenitud el Estado de las autonomías, es el momento de avanzar hacia una segunda descentralización para que la acción local tenga un mayor protagonismo. En aras de una mayor eficacia en la gestión de los asuntos públicos, es necesario dotar a nuestros ayuntamientos de los mecanismos y la financiación suficientes para que puedan ofrecer a sus ciudadanos los servicios esenciales desde la proximidad. Revitalizar el papel de los ayuntamientos es una asignatura pendiente, una necesidad para atender las nuevas realidades y mejorar nuestros espacios de convivencia. Avanzar en el autogobierno de Cataluña es también potenciar la autonomía local y su capacidad de gestión.

Todos estamos de acuerdo en que la autonomía política sin recursos para ejercerla es una ficción, por ello el nuevo modelo de financiación autonómica, recientemente aprobado -con el consenso de todas las comunidades autónomas y la participación activa de Cataluña- supone un impulso sin precedentes de nuestro autogobierno. Nos dota de los medios suficientes para ejercer las competencias que tenemos y da a Cataluña una autonomía política y financiera que nos equipara a los estados más descentralizados de nuestro entorno. Es un sistema en el que nuestra financiación depende básicamente de los impuestos que se recaudan en nuestro país, como largamente habíamos planteado.

El desarrollo de nuestro autogobierno debe realizarse también desde la sociedad. Cataluña cuenta con una sociedad moderna, vertebrada, dinámica y emprendedora, capaz de asumir responsabilidades y de liderar nuevos proyectos, que debe ser protagonista y copartícipe de la acción pública en un modelo de sociedad participativo y solidario, porque el progreso, la competitividad, el liderazgo de Cataluña pasa por las personas y el espíritu emprendedor e innovador de nuestras empresas.

La nueva etapa que comenzamos con la integración europea, los nuevos horizontes, las nuevas oportunidades que se nos ofrecen, recomiendan no abrir caminos inciertos, sino aportar propuestas sólidas que nos permitan seguir mirando al futuro con seguridad, en un marco de libertades, de pluralismo y de progreso del conjunto de la sociedad catalana. Cualquier aportación a la mejora del autogobierno de Cataluña no debe ser una simple toma de posición por intereses partidistas, no debe ser una mera declaración circunstancial; por ello, sólo cabe proponer acciones concretas que ofrezcan resultados sin aventurerismos.

Dolors Nadal i Aymerich es portavoz del Grupo Popular en el Parlament de Catalunya.

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