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Columna
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Agua turbia

PACO MARISCAL

Es una vieja historia de actualidad rabiosa: las aguas de los ríos son fuentes de litigio. El Éufrates nace en Turquía, atraviesa Siria e Irak y desemboca en el Golfo Pérsico. La friolera de 22 presas se han construido o se proyectan construir en el tramo turco del Éufrates. Una de ellas, la gigantesca presa de Ataturk, obligó durante su construcción en 1990 a detener por completo el curso del río. Se tomaron medidas para que sirios e iraquíes no estuviesen desabastecidos de agua, pero los dos países vecinos vieron cuán vulnerables podían ser a causa de las grandes obras hidráulicas de los turcos, quienes ya habían firmado contratos para vender agua a los israelíes. Egipto amenazó con una guerra a Sudán y Etiopía si en el curso alto del Nilo disminuían el caudal del río de los faraones. El Ganges y el Brahmaputra enfrenta de forma permanente a Bangladesh y la India, y la lista no termina y llega hasta el doméstico Ebro. El agua ha encendido la mecha de demasiados conflictos regionales.

Pero si el agua es origen de tensión dramática y casi bélica en muchos lugares del Planeta, en este rincón de catalanes, valencianos, murcianos, manchegos y murcianos toma el líquido elemento un tinte trivial y desagradablemente irrisorio: todos somos pobres de solemnidad en recursos hídricos. Y no hay nada más penoso y ridículo que una pelea entre pobres por las aguas del pobre Ebro. Ridículas son las amenazas de dimisión del presidente de Aragón, cuando hay tanto valenciano de origen baturro. Ridículas las pancartas a favor y en contra de Rodríguez Zapatero en su última visita al País Valenciano. Ridículos los alborotos anunciados por altos cargos de la Generalitat a dirigentes socialdemócratas si intentan bañarse en el contaminado Mediterráneo por estos pagos, por su inicial oposición al trasvase. Ridícula la vorágine desarrollista de la derecha autónoma que necesita agua para sembrar las tierras valencianas de nuevos regadíos, campos de golf y turismo de élite, cuando sabe que el caudal del Ebro no es el del Amazonas. Ridícula y esperpéntica es esa misma derecha cuando en su monopolio televisivo de Canal 9 tacha la oposición inicial de una eurodiputada al trasvase de 'tropelía contra los intereses de su tierra' (¡nos faltaba la verborrea de los vendepatrias y demás!). Contradictorias, ridículas y plurales, las posturas de los socialdemócratas valencianos, catalanes, aragoneses, murcianos y manchegos en torno al agua, porque se esperaba de ellos un mayor sentido común y una actitud menos electoralista, que cede ante los intereses y objetivos de la derecha desarrollista. Y esto último no es nada nuevo, puesto que en las comarcas valencianas del norte, todavía no han puesto en tela de juicio el aeropuerto de Carlos Fabra, los Mundo Ilusión de Carlos Fabra o los campos de golf de Carlos Fabra, cuyo modelo de desarrollo y progreso es Marbella.

'Cuando no se es coherente, se pierde siempre, y el PSOE ha perdido una oportunidad de oro de demostrar seriedad', ha indicado con acierto José María Mendiluce, eurodiputado independiente en las listas del PSOE. Mendiluce vino y habló de desarrollo no depredador y sostenible. Y fue serio, porque sabemos que un río es un ser vivo que necesita cuidado. Porque sabemos que determinadas obras hidráulicas faraónicas han convertido frondosas regiones en desiertos áridos, y a la desviación de ciertos ríos le sucedió la miseria y el daño ecológico, nunca previsto por el desarrollismo sin fuero.

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