La generosidad de un tenor
Enrique Viana aparca el papel de tenor resignado y se lanza con La locura de un tenor (se estrenó en El Escorial el día 24 y actualmente está en gira) a un ejercicio de prestidigitación, que demuestra lo ya sabido: la generosidad de un artista transgresor, con la locura creadora como único equipaje.
Viana no es un tenor encasillable en la normalidad. Ni siquiera tiene uno de esos timbres de voz que encandilan nada más abrir la boca. Pero Viana es un profesional cuyos méritos no se estancan en la consecución impecable del agudo. Busca otras dimensiones artísticas y, afortunadamente, las encuentra. Los precedentes de su coraje abundan. Ha cantado en ingratas iglesias, desde el punto de vista acústico, infinitos recitales de Donizetti, con todos los recitativos, arias y cabalettas; ha desafiado todas las convenciones de los espacios abiertos para lanzar a las montañas de Robles de Laciana los más milagrosos Pescadores de perlas que uno puede imaginar; ha posibilitado con sus alumnos en Aranjuez un recital belcantista asombroso. En fin, Viana es un caso aparte. Su virtuosismo de cantante se enriquece con su faceta de extraordinario pedagogo y con sus habilidades de ingenioso fabulador. Viana ha querido reunir todo ello en un mismo espectáculo, y de ello ha surgido este insólito La locura de un tenor. El éxito ha hecho justicia a la ambición del proyecto.
Casi dos horas de espectáculo, con más de diez números musicales, es una apuesta al alcance de mentes generosas. Viana sale airoso pero el esfuerzo es agotador. Y el cansancio a veces hace acto de presencia, y también los altibajos. La genialidad de muchas de las situaciones se impone, en cualquier caso, y Viana sabe mantener un equilibrio entre lo conceptual, lo alocado, lo actual, lo revisteril, lo rigurosamente musical y lo sencillamente sorprendente.
Babelia
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