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Reportaje:UNIVERSIDAD

Militantes contra la indiferencia

Cuatro alumnos miembros de las juventudes de partidos políticos hablan de la convivencia en la universidad

Luis Ángel Urdiales tiene 25 años, unas cuantas asignaturas que le separan de la diplomatura en Ciencias Empresariales de la Universidad del País Vasco (UPV) y, desde hace dos años, un guardaespaldas que le protege de quienes creen que debe pagar con su vida el crimen de pertenecer a Nuevas Generaciones, las juventudes del Partido Popular. Urdiales es una rara avis dentro de la comunidad universitaria vasca, donde, pese a que los enfrentamientos ideológicos están tan presentes, el compromiso político de los jóvenes es muy escaso.

No son muchos los universitarios miembros de las juventudes partidos políticos y menos aún quienes lo reconocen de forma abierta. Este joven popular lo explica como resultado de la suma de dos palabras: miedo y pasividad. 'Es el binomio que reina en la universidad y lo curioso es que nadie reconoce que tiene miedo. Si le preguntas a alguien, te dirá que no, pero no te querrá responder si le preguntas cuál es su voto', lamenta.

Por ello, una suerte de anormalidad normalizada es, a juicio de Urdiales, la realidad que domina la vida universitaria. 'La convivencia puede ser cómoda o incómoda. Será cómoda si entras en el 96% de personas que pasan de todo', explica.

Pero él no lo hace y por eso no puede ir a la cafetería de su universidad y tiene que acudir una hora antes a su centro para que su escolta compruebe que no hay ningún problema. 'Claro que echo de menos la vida normal de un estudiante, pero hay que saber qué valores anteponer', reflexiona.

Rubén Mateos no lleva escolta, pero no sabe si tendrá que hacerlo dentro de poco tras lo ocurrido el pasado martes a su compañero de Juventudes Socialistas Eduardo Madina. Como Urdiales, Mateos tiene 25 años y estudia Empresariales, en su caso tras licenciarse en Ciencias Políticas. Y al igual que el joven popular, es la indiferencia lo que más destaca cuando habla del día a día en la universidad vasca. 'Es lo que más abunda, y es lo que más me duele. La mayoría va a coger sus apuntes, a estudiar y miran constantemente para otro lado. Les da igual que haya profesores y alumnos con escolta. Y la indiferencia es de personas nacionalistas y de no nacionalistas', se queja.

Quizá por ello, Mateos mira con quién habla antes de reconocer que milita en Juventudes Socialistas. 'Tienes miedo al rechazo. Aunque preferiría hablar de prudencia, porque miedo es una palabra que no me gusta. De todas formas, no conozco a nadie que pueda decir en clase tranquilamente 'soy socialista'. Y eso no es una situación normalizada', asevera.

La visión de Zuriñe Rodríguez, estudiante de Derecho y militante de EGI, las juventudes del PNV, no coincide en absoluto con las vivencias de Mateos. 'Mi experiencia, yo que estoy en un curso de euskera, que dicen que es más conflictivo, es que la convivencia es normal. Yo no he visto marginación. De hecho, he visto a simpatizantes del PP y estudiantes de Batasuna intercambiarse apuntes', afirma.

En su opinión, la situación que se vive en la universidad vasca es muy parecida a la existente en otros ámbitos de la sociedad. '¿Si condicionan las ideas políticas las relaciones? Igual que puede ocurrir en la calle, depende de las personas. Si una persona quiere hablar, la universidad tiene lugares y foros donde expresarse y, aunque igual sí hay gente que se siente más condicionada, en general sí se puede hablar con libertad', apunta.

Andoni Iturzaeta, de 23 años, alumno de Ciencias Políticas y miembro de Gazte Abertzaleak, las juventudes de Eusko Alkartasuna (EA), diferencia la convivencia entre estudiantes de la que produce entre los profesores. 'Entre los alumnos no se da la crispación que se ve entre profesores, donde hay bloques. Los estudiantes están más mezclados. Pero probablemente no todas las ideas se pueden defender con la misma libertad', reconoce.

En este sentido, Iturzaeta percibe diferencias según la ideología que se defienda. 'Yo tengo el privilegio de poder decir que soy del partido al que pertenezco. De todas formas, no por ser nacionalistas tenemos la bula papal', advierte.

Ante esta realidad, la mayor parte de los estudiantes no adopta precisamente una actitud beligerante. 'La mayoría es indiferente hasta que le toca. Con lo de Eduardo, por ejemplo, nos ha llegado un poco más. De todas formas, quizá indiferencia no sea la palabra adecuada, es más resignación', concluye el joven de EA.

'No cambio de universidad'

Las dificultades y los riesgos a los que se enfrentan en su vida diaria los estudiantes que compaginan los apuntes con la militancia en partidos políticos, en especial en las dos formaciones más amenazadas por ETA, el PP y el PSE, no parece que hayan reducido el compromiso con sus ideas. Todo lo contrario. Así lo asegura Rubén Mateos, militante de Juventudes Socialistas y estudiante de Empresariales. En su opinión, para solucionar los problemas que se viven en la universidad y en la sociedad vasca, hay que estar presente. 'Yo creo que hay que estar aquí. Es posible que si estudiara en otra universidad fuera del País Vasco viviría más libre, menos agobiado. Pero hay que luchar aquí. De hecho, tuve la opción de marcharme durante un año con el programa Erasmus, pero decidí quedarme aquí', dice convencido. De la misma forma piensa Luis Ángel Urdiales, alumno también de Ciencias Empresariales y miembro de Nuevas Generaciones, las juventudes del PP. 'No sé si preferiría marcharme a estudiar a otro lugar porque yo, pese a todo, estoy a gusto aquí, estudio lo que me gusta y, además, hay otras razones evidentes por las que quiero seguir aquí', asegura. No siempre es ésa la opción que toman los estudiantes que muestran sin tapujos sus preferencias políticas, tal y como recuerda Rubén Mateos. 'En primero de carrera, cuando estudiaba Ciencias Políticas, coincidí con un chico de Valencia que el primer día dijo que era simpatizante del PP. Pues bien, desde entonces, algunos en tono de broma y otros con mala leche, empezaron a llamarle el facha. Y desde entonces hasta el final del curso ése fue el mote con el que se le conocía en clase. Al año siguiente, cuando empezamos el segundo curso, ese chico no estaba. Al parecer, había decidido cambiar de universidad', rememora.

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