Sobre la intransigencia
Hace unos años intenté llevar a mi hijo a un colegio público cercano a mi vivienda, pero no fue posible en principio (la cosa se solucionó finalmente por el cambio de domicilio de otra familia) por la ausencia de plazas. Al hablar con la Inspección de Enseñanza se me remitió a colegios privados concertados, de neta orientación confesional, de nuestra zona. Señalé que yo quería llevar a mi hijo a un colegio público, no a un colegio concertado, y de carácter laico.
El inspector, muy educado, me informó de que los colegios a los que remitía eran muy 'buenos y muy majos'. Insistí en mi petición y, por la cara del amable inspector, deduje que él pensaba seguramente que yo era un dogmático cerril anclado en la vertiente atea malvada de la Ilustración.
Ahora, un ciudadano de origen norteafricano que vive legalmente en las tierras del noreste de Sefarad, se niega con fundamentadas razones a llevar a sus hijos a un colegio concertado de religiosos gabrielistas señalando que desea conservar la concepción religiosa musulmana de sus hijos e hijas y que lo que pide es un colegio público y laico, no un colegio con orientación religiosa, sea ésta la que sea.
¿Y dónde está su intransigencia? ¿Por qué este ciudadano o yo mismo somos dogmáticos incorregibles? ¿Por detrás de eso no estará el delicado asunto, motivo de escándalo sin duda en latitudes próximas, de que fondos públicos se dediquen a financiar negocios privados, gran parte de ellos de orientación religiosa, en un Estado no confesional?
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