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EL XIV CONGRESO DEL PP

El temor a dar una imagen de división forzó el pacto con Álvarez Cascos

Javier Casqueiro

Los días anteriores al Congreso del PP, la dirección del partido y el entorno más oficial de José María Aznar, despreciaron el supuesto tirón entre las bases del 'histórico' Francisco Álvarez Cascos. Aseguraban que sus polémicas enmiendas para limitar los mandatos a la presidencia del Gobierno no tendrían más del 3% de los votos de los 1.200 compromisarios acreditados a la ponencia de Estatutos. Es decir, unas 36 papeletas, localizadas en sus fieles de Asturias. Incluso vaticinaban que retiraría sus propuestas para no ser 'humillado'. Así entró Cascos, el ex secretario general del PP que Aznar heredó de Fraga hace 12 años en la refundación del Sevilla, en la convención de Madrid en la mañana del pasado viernes. Condenado y orgullosamente acompañado de su esposa, Gema Ruiz, y de una curiosa cohorte de acólitos a los que se iban sumando por los pasillos delegados de Cantabria, Galicia, Castilla y León...

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Según transcurrió el día, la derrota de sus propuestas (requería 400 votos para elevar las enmiendas a pleno) parecía igual de clara pero no tanto el resultado político de la votación. Cascos habló con Aznar. No recibió contraorden pero sí un aviso para que encauzase bien el debate. Nada de sucesión. También habló con el ponente oficial, Ángel Acebes. Había afecto y respeto mutuos.

El proceso de negociación que parecía imposible para encontrar un punto medio a la limitación de mandatos fue madurando esa tarde. Cascos, en su exposición nocturna a puerta cerrada ante la ponencia, apeló al corazón de los compromisarios hasta renunciar a esa demanda imposible para Aznar de la limitación de mandatos en estatutos a cambio de otra más genérica, que no compromete a nada, pero insinúa otro modelo de partido. Cascos quiere más soberanía para los congresos del PP. Acebes improvisó y aceptó que 'en su caso' los congresos tendrán esa exclusiva responsabilidad. Todos aliviados. Aznar, Acebes, Cascos y, sobre todo, los delegados. Aznar y la dirección querían evitar la imagen de división y falta de cohesión. Cascos salió como 'la conciencia de la cultura del partido'.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.
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