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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Sobre la inmigración

Me he quedado sorprendido por la lectura del artículo del señor Azurmendi publicado el 22 de enero, viniendo de quien preside el Foro de la Inmigración y al que se le presupone un conocimiento más profundo del fenómeno inmigratorio y, desde luego, una mayor imparcialidad en el análisis de los fenómenos sociales.

Sorprendido sobre todo por cuanto me parece que organiza su artículo para desculpabilizar al empresario almeriense por su cultura del esfuerzo y del trabajo y culpabilizar en cambio al inmigrado a la zona por provenir de culturas tradicionales y no democráticas y, más aún, por soñar con El Dorado. No puedo estar de acuerdo con la radiografía que presenta del inmigrante como un ser ignorante de sus derechos por haber estado habituado a ser súbdito de jerarcas y sometido 'a personas mayores (...) de ámbito estrictamente religioso' (sic), como no puedo admitir que se interprete el gesto de lanzarse al mar 'a la buena ventura' como una 'disposición (in)correcta de uno sobre sí mismo', corolario de una cultura del sometimiento. Antes bien, por dramático que sea, intentar cruzar el Estrecho en una patera es un gesto de afirmación individual y la expresión más viva de la negación de esa misma cultura de servidumbre. Respecto a la negación al musulmán del derecho a condenar el racismo más que 'si defiende una cultura laicizada y de valores democráticos', es, a mi juicio, puro surrealismo. Imagínese a un pobre marroquí recién venido del terruño más tradicional y con poco hábito a entender (todavía) los valores democráticos, incapacitado de llamar racista al camarero de un bar del Poniente almeriense que le niega un café o una limonada. Le rogaría al señor Azurmendi que fuera más atento a la inconstitucionalidad que preconiza el delegado del Gobierno en Melilla, y que parece avalar el Gobierno, de extender a las familias de menores delincuentes el castigo de expulsión, que al 'chantaje indigno' de las 'familias ampliadas' para que el inmigrante trabaje para ellos, más fruto de su deducción libresca que de la realidad.

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