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Crítica:CRÍTICA | CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Madera antigua

Si hubiera que destacar sólo una cosa en la sesión que comentamos, sería la sonoridad del violonchelo. Sonoridad que no debería atribuirse únicamente al espléndido Montagnana del solista, cuyos ecos de madera antigua (el instrumento está datado en 1729) y depuradísima lutheria resultaban especialmente estremecedores en los graves. Buena parte del mérito corresponde a la delicadeza del instrumentista, consciente del tesoro que tenía entre las manos, y -también- ante sus ojos: las partituras que se interpretaron el domingo eran, todas ellas, una demostración de la potencialidad expresiva que puede alcanzarse casando un piano con un violonchelo. La Sonata op. 65 de Britten, angustioso combinado de lo lírico y lo abrupto, se sirvió con anhelantes crescendi puestos al servicio del agitado clima que, subyacente en toda la obra, sólo encuentra un cierto remanso al principio de la Elegía. Schubert y su Sonata para arpeggione (instrumento híbrido entre el violonchelo y la guitarra inventado por Stauffer en 1823) se interpretó, como es habitual y para escándalo de los puristas, con un violonchelo, ya que esa decimonónica guitarra de amor está actualmente en desuso. El músico tejano transmitió bien la inmensa tristeza de esos pentagramas. Los ataques del arco, sin embargo, en ese vaporoso tejido que envuelve al Schubert de los últimos años, no fueron siempre todo lo limpios que el austriaco merece. Abundaba en ello la concepción pianística de Peter Frankl, antigua en lo bueno (fraseo creativo, expresividad intensa) y en lo malo (más pedal de la cuenta y articulación borrosa). Pese a todo, el Montagnana seguía escuchándose con su sofisticada rusticidad: un color leñoso y casi primitivo se percibía rodeado de cálidas y alambicadas resonancias. La Sala Rodrigo, pequeñita, contribuyó sin duda a que el público pudiera percibir todas las exquisiteces del instrumento y del instrumentista.

Ciclo de solistas internacionales

Ralph Kirshbaum (violonchelo) y Peter Frankl (piano). Obras de Britten, Schubert, Beethoven y Mendelssohn. Palau de la Música. Valencia, 20 de Enero

Los mismas exquisiteces y los mismos problemas se evidenciaron también en las 12 variaciones que escribiera Beethoven sobre Ein Mädchen oder Weibchen de La Flauta Mágica. Incluso más, porque los ecos mozartianos de esta obra exigen al piano una claridad y un sonido perlado que Peter Frankl no parecía tener entre sus objetivos. Mendelssohn, luego (al igual que la propina de Schumann) siguió dentro de la misma línea: una sonoridad subyugante del violonchelo, un piano que carecía de la limpieza y transparencia a la que nos han acostumbrado las modernas escuelas pianísticas, una compenetración estupenda entre ambos miembros del dúo, una honda comprensión de las partituras y una magnífica capacidad para transmitir. Britten, Schubert, Beethoven, Mendelssohn y Schumann llegaron con vigor al corazón de los oyentes.

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