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Columna
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Oigo voces

Juan José Millás

Dios mío, dice Aznar que el europeísmo de Berlusconi está fuera de toda duda. Pero a quién le importa el europeísmo de Berlusconi, por favor. Lleva uno dos horas con el teléfono en la oreja, intentando contactar con el servicio de urgencias porque tiene uno 40 grados de fiebre, y en ese momento tropieza con un titular del periódico en el que se afirma que el europeísmo de Berlusconi, en opinión de Aznar, está fuera de toda duda. Y las convicciones religiosas de George Bush también están fuera de toda duda, pero a mí lo que me importa ahora es que me atiendan.

-Dígame.

-Mire, llevo dos horas al teléfono porque necesito un médico de urgencias.

-Lo siento, señor, estamos desbordados.

-De acuerdo, están ustedes desbordados, pero yo estoy en la ruina y no por eso dejo de pagar mi cuota a la Seguridad Social todos los meses. ¿O cuántas veces han tenido ustedes que perseguirme para que pagara mi cuota?

-Ninguna, señor.

-¿Por qué entonces tengo que estar yo siete horas colgado al teléfono para que me atiendan?

-¿Quiere usted hacer una reclamación?

-No, lo que quiero es negociar mi fiebre. Ahora mismo tengo 40 grados. ¿Podrían rebajármelos a 37?

-No tenemos recursos para una rebaja tan drástica. ¿Se conformaría usted con que se la dejáramos en 38 grados?

-De acuerdo, ni para usted ni para mí, dejémosla en 38, pero conste que el servicio funciona fatalmente.

-De acuerdo, señor, pero el europeísmo de Berlusconi, sin embargo, está fuera de toda duda.

-Y las convicciones religiosas de Bush también están fuera de toda duda, pero comprenda que los contribuyentes no pagamos impuestos para alimentar el europeísmo de Silvio Berlusconi, sino para tener garantizada la seguridad y la educación y la justicia y la salud.

-Haga usted el favor de no meterse con las convicciones religiosas de Bush, que están todos los teléfonos intervenidos.

-Si no me meto, allá cada cual con sus convicciones religiosas o europeístas. Lo que digo es que preferiría que Bush no fuera religioso, y que bombardeara menos, y que Berlusconi no fuera tan europeo, pero que la Seguridad Social funcionara.

-¿Pues sabe qué le digo?

-¿Qué me dice?

-Que rompemos la negociación. Se queda usted con 40 de fiebre hasta que muestre más respeto por las convicciones religiosas de Bush.

-¿Y por las europeístas de Berlusconi?

-Por las europeístas de Berlusconi, también.

Me quedo con 40 de fiebre, porque no sé negociar, nunca he sabido, pero escribo una carta al director general del Insalud, si todavía existe el Insalud, contándole mi caso. La fiebre me da alas. Señor director general, le digo, si ustedes no son capaces de atenderme adecuadamente cuando hay una epidemia de gripe en Madrid, ¿no podría yo retrasar mis pagos a la Seguridad Social, o como se llame ahora, cuando tengo números rojos en el banco?

Se trata de una carta breve que meto, lógicamente, en un sobre pequeño con el que me dirijo al estanco:

-¿Me da un sello pequeño para esta carta pequeña?

-No tenemos sellos pequeños, señor, pero el europeísmo de Berlusconi está fuera de toda duda.

-Y las convicciones religiosas de Bush también, pero lo que yo necesito ahora es un médico.

-No se meta con las convicciones religiosas de Bush que hay espías por todas partes. Póngale un sello grande a la carta pequeña que así llega más deprisa.

Le pongo un sello grande y enseguida me responde el director general del Insalud, o como se llame ahora, negándome la posibilidad de retrasar mis pagos cuando mi economía se colapse por las deudas. Por lo menos reconoce que la situación no es justa y me invita a buscar consuelo en las convicciones europeístas de Berlusconi. Y en las religiosas de Bush, digo yo para mis adentros. Entonces sucede algo increíble, y es que una voz, en lo más profundo de mi conciencia, dice:

-No te metas con las convicciones religiosas de Bush, que te la juegas.

¿Quién, desde dentro de mí, me habla de ese modo?

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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