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Columna
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Redondo ante Zapatero

Poco después de las elecciones vascas, miembros de la Ejecutiva del PSOE anunciaban ya (a media voz) que a Redondo sólo le defendía Zapatero y que en unos meses le buscarían un sustituto: alguien dispuesto a 'recuperar un proyecto autónomo', no supeditado al PP. Lo mismo que ahora dice Ramón Jáuregui, encargado por la Ejecutiva de 'actuar sin contemplaciones' contra ese 'sector del partido que está literalmente harto del nacionalismo y ha llegado a la conclusión de que la limpieza étnico-ideológica de ETA se soporta también indirectamente en el PNV'. Actuar sin contemplaciones, debería haber precisado, contra quienes sacan las consecuencias políticas de esa impresión que, como ha recordado Savater, muchos comparten en el PSE.

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Socialistas sensatos señalaron tras las elecciones que, efectivamente, en la Margen Izquierda, por ejemplo, les costaba explicar a sus votantes que el PSE apareciera vinculado a un proyecto de alternancia que, de triunfar, llevaría a Mayor Oreja, un político conservador, a Ajuria Enea. Es un problema real, contra el que sólo cabe responder con Javier Rojo, el sucesor de Fernando Buesa, que en los campos nazis nadie preguntaba si un judío era de derechas o de izquierdas. La diferenciación con el PP tendría que darse en otros terrenos, no en el de la defensa de la Constitución y el Estatuto y la exigencia de compromiso contra ETA. El PNV es también un partido de derechas, y, por su práctica, más alejado hoy de los valores que defiende el PSOE que el PP. ¿O es más de izquierdas Gaspar Llamazares ofreciendo a Ibarretxe el servicio de recurrir la prórroga del Concierto?

La idea de ni con unos ni con otros es música celestial cuando el dilema real se plantea entre la continuidad (lo que implica un PSE siempre disponible, haga lo que haga el PNV) y la alternancia, que inevitablemente pasa por el pacto con el PP. Lo de proyecto autónomo fue una idea de Felipe González, a fines de los 70, contra la estrategia de unidad de la izquierda que llegaba de Francia. Ahora es lo contrario. Un remedo de frente popular contra el PP. Pero no hay mayor dependencia que la que deriva de la obsesión por hacer, en lugar de lo que se considera justo o conveniente, lo que permite marcar distancias con alguien.

Incluso para moderar al PNV era necesario plantear una alternativa verosímil. Y no es cierto que se haya demostrado el fracaso de la línea de enfrentamiento con el nacionalismo: los partidos no nacionalistas crecieron el 18%, y los nacionalistas el 9%; la distancia actual entre PNV-EA y PP-PSE es de 25.000 votos, cuando en 1990 era de 105.000. Las condiciones para pactar con el PNV planteadas por Redondo -vuelta al Estatuto y unidad contra ETA- son las mismas que ahora enuncia Jáuregui. En plena excursión soberanista y cuando nada menos que el lehendakari acaba de anunciar solemnemente su intención de incumplir la ley (del Cupo), sustituir a Redondo no es contribuir a moderar al PNV sino trasmitirle el mensaje de que, por grandes que sean los disparates que se le ocurran, podrá seguir gobernando (aunque sea 'tapándose las narices', como dijo Arzalluz).

Entonces, ¿por qué lo hacen? Por puro sectarismo. Obedeciendo, además, a un cálculo equivocado: por evitar una imagen que favorezca al PP, se proyecta una de acercamiento al PNV actual, cuyo efecto electoral en el conjunto de España no es difícil de imaginar. Tampoco es una apuesta muy segura en Euskadi: el PSE de Jáuregui pasó de 19 a 12 escaños; el PP, de seis en 1990, a 19 ahora. Con Mayor Oreja de candidato. Algunos socialistas han considerado un gesto de hostilidad que el ex ministro dijera que su partido tendría que prepararse para acoger a los sectores que podrían quedarse sin referente político por la crisis del PSE. Lo dijo tras reconocer que 'la izquierda social ha tenido más trascendencia en la constitución de una respuesta cívica al terror que la derecha económica y social'. No es habitual que un político de derechas reconozca que el mérito de algo es de la izquierda, no suyo. La irritación que sus palabras han provocado en el PSOE es, por ello, inexplicable.

Lo sería, mejor dicho, de no ser por la aclaración de Jáuregui: 'El discurso de la épica de la libertad y la rebelión democrática contra el nacionalismo (...) nos conmueve a muchos [pero] no puede convertirse en estrategia política junto al PP'. El pecado de Redondo fue tomarse los discursos en serio: sostener que en un país en el que toda la oposición se ve obligada a llevar escolta hay un problema de falta de libertad que sería ilógico no considerar previo a cualquier consideración de rivalidad política.Y actuar en consecuencia.

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