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El giro a la derecha

Hace poco más de un año, en la primavera de 2000, el cardenal Carles dio un golpe de mano. Destituyó al jesuita Enric Puig del cargo de canciller y secretario general del arzobispado, provocando al tiempo la dimisión del obispo auxiliar Joan Carrera, un hombre vinculado a Unió Democratica (UDC). Con ellos cayó todo el equipo de talante liberal que le había arropado desde que llegó a Barcelona bajo una luz poco favorable, tanto en los político como en lo social.

Purgó también los medios de comunicación de la Iglesia y promovió a la dirección de Ràdio Estel al sacerdote Octavi Sánchez y la religiosa Gemma Morató, que ya habían mostrado su pasión por la ortodoxia al frente del semanario Catalunya Cristiana.

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Un importante grupo de laicos se suma a la ofensiva contra el cardenal Carles

El giro conservador del cardenal no pasó desapercibido. En mayo de 2000 llegó la primera carta crítica firmada colectivamente por 30 de los 46 responsables territoriales de la archidiócesis, llamados arciprestes, que ya denunciaban la 'falta de transparencia de la gestión diocesana'; apuntaban el déficit acumulado, que entonces era ya de 1.000 millones de pesetas y ahora alcanza los 1.500, y señalaban su 'sorpresa' por los súbitos cambios de orientación y por la falta de información de la gestión de la economía diocesana.

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