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El teatro San Pol presenta una burlona Cenicienta fiel a la creada por Perrault

Elisa Silió

La sufrida Cenicienta no era tan ñoña y cursi como Disney nos hizo creer, piensan los responsables del teatro madrileño San Pol. Partiendo de esa idea, han creado su nuevo montaje, La Cenicienta, en el que narran un cuento menos edulcorado, más próximo al original, escrito por Charles Perrault en el siglo XVI y que luego recrearon los hermanos Grimm.

La satírica Cenicienta del teatro San Pol (plaza San Pol, 1, 915419089) estará en cartel hasta el 30 de marzo, pues su programación durante todo el año es infantil, como ocurre en otros dos teatros españoles: el Quiquilimón de Gijón y el Escalante de Valencia.

'Éste es un espectáculo sobre la fe en uno mismo, de cómo la magia convierte los sueños en realidad', cuentan al unísono los autores de esta obra, Eduardo Galán y Julio Jaime Fischtel, que interpretan los 11 actores de la compañía La Bicicleta, dirigida por Ana María Boudeguer. Y añaden: 'Lo entienden quienes creen en uno mismo, en los sueños y en la generosidad del ser humano'.

En el patio de butacas hay casi más adultos que niños, y la compañía, consciente de ello, concibe la obra en clave de humor para todos. 'No hay que despreciar al público infantil, que es tan respetable como el adulto', afirma Eduardo Galán, ex subdirector del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) y Premio Nacional de Teatro Infantil y Juvenil. 'Su reacción es más espontánea; si no les gusta, se mueven, hablan en alto; en cambio, el mayor, al llegar al descanso, se va', continúa.

100.000 espectadores

Semana tras semana, desde hace 20 años, el teatro, de 600 localidades, se llena de escolares y familias enteras. 'Vienen una media de 100.000 personas por temporada, y estamos entre los diez teatros con más público de todo Madrid; sin embargo, nadie viene a los estrenos, porque no hay actores famosos', se quejan. 'De las únicas que se habla es de Miriam Díaz-Aroca y Leticia Sabater', lamentan. Díaz-Aroca es en estos momentos Cruella de Vil en un costoso montaje de 101 dálmatas, y Sabater, Dorita en El mago de Oz.

Los autores aprovecharon para denunciar los problemas a los que se enfrenta el teatro para niños en España, pese a su auge: 'Las entradas son baratas, para que venga toda la familia, pero los costes son los mismos que los de una obra para adultos: gastos de escenografía, sueldo de los actores profesionales o alquiler del teatro'. El San Pol, al menos,cuenta con el patrocinio de una marca de chocolates, pero, piensan, la ayuda debería ser mayor, pues 'el teatro siembra en el niño cultura y arte, fomentando su sensibilidad'.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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