'Way' o no 'way'
SE HA DICHO ya que el neocostumbrismo urbano en que se resuelve buena parte de la más joven narrativa de los noventa tiene un interés antropológico antes que literario. Sirve para documentar hábitos, indumentarias, cultos, manías, jergas, mitologías, circuitos y consumos de las nuevas generaciones, y contribuye a satisfacer tanto el narcisismo de sus modelos como el morbo y la curiosidad de los extraños. Se trata, en definitiva, de reportajes más o menos ficcionalizados acerca de esta o aquella tribu, de un yo más o menos colectivizado.
El campo de la iglesia, de Ander Solozábal (Portugalete, Vizcaya, 1967), ingresa con algún retraso en esta tendencia, pero tiene el aliciente de documentar un entorno particularmente intrigante: el de la juventud independentista más o menos próxima a Jarrai que participa activamente en la llamada kale borroka (lucha callejera). El narrador y protagonista de la novela es un joven estudiante dispuesto a abrirse camino en un mundo en donde siempre queda bien claro, para él, qué es lo que está way y lo que no. La exhibición de las propias fobias y simpatías se cumple aquí con esa mezcla de esquematismo infantiloide y rudimentaria arrogancia tan familiares ya para el lector. Pero en esta ocasión, el aburrimiento, la irritación o la condescendencia que por lo común suscitan tanta y tan borde jactancia se diluyen en la fascinación y repugnancia crecientes que inspira la oligofrenia moral del personaje y la justificable convicción de que su cháchara ('escribo lo que se me ocurre, gilipolleces que me pasan') viene a ser el manifiesto subnormal de algo más que un simple tarugo desinhibido bautizado por su autor con el nombre de Simón.
El campo de la iglesia
Ander Solozábal
Hiru
Hondarribia, 2001
260 páginas. 1.500 pesetas
Puede que alguno se pregunte por qué hablar de un libro así, que no parece que haya de tener una distribución más que local. Y bien: por dos razones. La primera ya queda apuntada, y da igual que acuda en beneficio de la mayor divulgación de un libro de nulo valor literario: se documenta aquí un fenómeno -un lenguaje, una mentalidad, unas ideas- que tiene una grave y constante incidencia sobre la vida del país. La segunda razón es más peliaguda, pues se refiere a cómo determinadas retóricas aparentemente inocuas (y se habla ahora de retóricas literarias) abren por si mismas el cauce a discursos que no sólo se expresan, sino que se refuerzan a través de ellas. Se trata, en fin, de sugerir algo que puede sonar tan intempestivo como es que hay un radio de implicación ética de las conductas estilísticas.
No está de más apuntar que la acción de la novela transcurre en los primeros noventa, con los socialistas todavía en el poder. O bien la novela fue escrita hace ya tiempo, o bien su autor ha realizado un convincente ejercicio de ambientación. En cualquier caso, la novela, publicada hace escasos meses, ya va por su segunda edición. En torno a su deriva pueden servir de pista los títulos de algunos de sus capítulos: Jaco mata, Martxa eta borroka, Me voy para España, Malasaña antifascista, Qué bonita es Cuba, Zapata vive, PSOE=GAL... A Cuba y México viaja el protagonista tras ganar en la lotería. Ya de regreso, sienta cabeza y concluye con mujer, pisito y trabajo en Madrid. Pero de vez en cuando regresa a Portugalete y recuerda a sus antiguos compañeros, víctimas unos de la represión policial y otros de las drogas (cuyo consumo, obviamente, instiga la misma policía), y se lamenta de 'cuánto talento putrefacto hay debajo de las tumbas, y me sublevo cuando me acuerdo de la cantidad de pringaos que siguen vivos, jodiendo la existencia a los que se salen del rebaño'.
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