Juan Antonio, un hombre bueno
Parece mentira, amigo y compañero Juan Antonio [González Caraballo], que haga ya una semana que nos dejaste. El dolor incontrolado que vive en mi corazón es el que me ha impulsado a relatar los últimos momentos que compartí contigo, cuando siendo compañeros de fatigas volvimos a unirnos en Sevilla, camino de ese inhóspito lugar que son los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf.
Quiero recortarte como lo que eras y siempre serás, una persona sencilla, afable, solidaria y humilde, muy humilde. Fuiste a hacer lo que más te gustaba y ansiabas, ayudar a unos niños enfermos que te necesitaban. El entusiasmo que transmitías no se puede explicar con palabras, ¿recuerdas cuándo me señalabas con el dedo el ecógrafo que habías conseguido para diagnosticar enfermedades de corazón a esos niños saharauis?
Viene a mi memoria esa frase que explica en pocas palabras qué clase de persona eras; le decías en el aeropuerto a María, una paciente tuya: '¡Cuántas veces tengo que decirte que no me llames de usted, tú y yo somos iguales!'.
Tú has sabido ganarte a la gente con tu sencillez y honradez, y, por eso, qué orgullosa debe de estar tu familia teniendo por padre y marido a una persona como tú. Me siento muy feliz por haber podido conocerte. He aprendido de ti que la solidaridad es algo más que una simple palabra. Muy agradable al oído pero que conlleva mucho sacrificio y amor hacia los demás, se da todo sin esperar nada a cambio. Pero cuando gentes buenas como tú la practican, es indudable que el reconocimiento a una labor bien hecha tiene que pasar por recordarla y no olvidarla. Sea éste mi pequeñísimo homenaje a Juan Antonio, un hombre bueno y muy humano, sublime, querido y admirado por todos, que encontró la muerte por su desmesurado amor al prójimo y que durante su vida procuró hacer lo que más le gustaba: vivir por y para los demás. No te volveré a ver en febrero, fecha en la cual tu deseo era llevar a toda tu familia al encuentro de tu otra familia saharaui, ese iba a ser tu regalo de Reyes Magos, ahora, desde el cielo, cuidarás de las dos. Te recordaré siempre, amigo mío.
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