Un poeta delicado, mordaz y pendenciero
Veíamos la semana pasada cómo la poesía cortesana del Cancionero de Baena (1445) y la lírica popular del ciclo de la aceituna, por esos mismos pagos, se daban unas veces la mano, otras la espalda. Y así, entre afinidades y discrepancias, íbamos tejiendo nuestro discurso comparativo acerca de dos modos opuestos de versificar ciertos lances que, en el fondo, son más parejos de lo que parece.
El propio Juan Alfonso de Baena, el compilador de aquella cosecha de los siglos XIV y XV, cuando Castilla se afianza entre requerimientos antiguos y modernos, se mostraba ora un poeta sensible y delicado, ora mordaz y pendenciero. Como si su origen no muy holgado no quisiera abandonarle en medio de las 'cantigas muy dulces y graciosamente asonadas'.
Pues nos recuerda: 'Yo leí dentro de Baena / do aprendí a hacer borrones / y comer alcaparrones / muchas veces sobre cena'. Poco parece faltarle para haber dicho 'aceitunas'. Pero también los muchos alcaparrones dan fe de ciertas estrecheces que debió padecer este judío converso, y tartamudo por más señas.
De todo lo cual se le derivaron no pocas burlas en los juegos de escarnio palaciegos, en los que intervenía con no menos implacables agudezas. A lo que aquí importa, que afinó su lira tanto para lo sublime como para lo vulgar. Se entiende así mejor la variedad de tonos que encontramos en ese medio millar de composiciones de los 55 autores, que él reúne junto a las suyas.
La literatura popular no está muy lejos tampoco de escarnios y pugnas dialogadas. En la recogida de textos orales de este año, entraron bastantes piezas de lo primero: 'Asómate a la ventana, / cara de feo candil. / Orejas de mulo romo / cabeza de tamboril'. Leeremos en el Cancionero: 'A vos, don Jodido, que habéis la visura ... entiendo sin duda ferir de saeta / y de acertarvos por la escotadura'.
Muchas veces, los denuestos en la literatura popular son de mujeres contra hombres, como se debe a un género practicado principalmente por aceituneras, en cantares de corro a las puertas de los cortijos.
En la culta ello es poco menos que inimaginable, pues allí la señora es simple destinataria de los suspiros que le rinden poetas cortesanos, siempre hombres. Éstos, por el contrario, en el debate campesino, no se quedarán cortos en sus dardos contra féminas. Vean esta ruda exquisitez: 'De tu lechuga temprana / el cogollo me comí. / Que otro se coma las hojas / qué leche me importa a mí'.
En común hay otros derroteros, como los del hambre y la pobreza, verdaderos tópicos literarios españoles, en todo tiempo y lugar: 'El que no tiene parné / con el viento es comparado. / Todos rehúyen el bulto / por temor a un resfriado'. Y en la corte, este refrán: 'hombre pobre o sin dinero / nunca vive placentero'.
Con todo, el envolvente mayor es siempre amoroso. Como despedida, vaya el muy popular: 'De la uva sale el vino / de la asituna el aseite, / y de mi corasón sale / cariño para quererte'. Y del mío disculpas ante ustedes, por estas imperdonables travesuras.
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