Seis horas detrás de Gates
A las diez de la mañana, Bill Gates ya sonreía. El presidente de Microsoft sonríe constantemente, no importa lo que le digan, ni lo que tenga que decir. Tampoco importan las durísimas jornadas de sus viajes relámpago. Gates siempre mantiene su sonrisa.
A las diez y media de la mañana, Gates paseaba con José María Aznar y medio centenar de personas más por La Moncloa, camino de la sala donde se iba a firmar el acuerdo con el SCH. Una hora después, Gates contestó a tres preguntas, relacionadas con el acuerdo. No hubo tiempo para más.
A las once y media, Gates enfilaba hacia el otro extremo de Madrid, el Palacio de Congresos de Ifema, donde se celebraba el Developers Day de Microsoft, o día del programador. Por el camino, Gates se quitó la chaqueta y se quedó en camisa (blanca). Bastante más relajado, habló con los programadores sobre software libre, un movimiento muy popular que defiende que los programas informáticos deberían pertenecer a todo el mundo. 'La licencia GPL [el documento que ampara este movimiento] frena la innovación', dijo sin perder la sonrisa.
El fundador de Microsoft recuperó la chaqueta y la corbata camino de la comida de la APD. Allí, los periodistas preguntaron por escrito sobre la situación del caso por prácticas anticompetitivas que tiene abierto Microsoft en la UE. Pero las preguntas fueron filtradas convenientemente y se renconvirtieron en una invitación para que Gates remarcara lo que le pareciera mejor sobre la situación legal de Microsoft: 'Queremos alcanzar un acuerdo con la UE, y centrarnos en nuestros revolucionarios productos', dijo, sin dejar de sonreír. A las cuatro de la tarde, Gates ya se había ido.
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