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Entrevista:FEDERICO TRILLO-FIGUEROA | MINISTRO DE DEFENSA | ENTREVISTA

'No estamos en la carrera por ver quién ofrece más tropas a EE UU'

Miguel González

En su despacho oficial, Federico Trillo-Figueroa repasa y actualiza los planes de la contribución militar española a la campaña emprendida por Estados Unidos en Afganistán, que se propone presentar la semana próxima ante el Parlamento. El Gobierno español será uno de los últimos de Europa en hacerlo, pero al ministro de Defensa ello no parece importarle, porque el vuelco experimentado por el conflicto en las últimos semanas ha convertido, a su juicio, en papel mojado algunos anuncios precipitadamente realizados a bombo y platillo.

Pregunta. ¿Cuándo acabará la guerra? ¿Cuando caiga el último reducto del régimen talibán?

Respuesta. No. Sobre este punto debemos tener las ideas claras. Ésta es una guerra contra el terrorismo. Los propios norteamericanos han dicho que va a ser una guerra larga, que durará años. Por tanto, ni Afganistán es el único teatro de operaciones posible ni lamentablemente el terrorismo se acaba con los talibanes.

'La guerra no termina con la caída del régimen de los talibanes ni con la eventual captura de Bin Laden. Afganistán no es el único teatro posible de operaciones'
'España está dispuesta a participar en una operación humanitaria en Afganistán con medios de transporte y un limitado contingente del Ejército del Aire'
'La OTAN ha quedado relegada a un papel secundario en las operaciones. Hay que repensar su dimensión, su orientación y sus misiones'

P. ¿Cabe esperar que el conflicto se extienda a otros países?

R. No se puede descartar que haya otros escenarios de conflicto, aunque en principio nosotros no lo deseamos.

P. ¿Qué garantías tenemos de que la conducta de la Alianza del Norte será mejor que la de los talibanes?

R. El principio de respeto a la decisión libremente expresada de un país tiene que ser la base de la composición del nuevo gobierno afgano. La Alianza del Norte ha sido la resistencia y, por tanto, le corresponde un papel importante, pero no exclusivo, en un gobierno que debe agrupar a las distintas tendencias, tanto étnicas como políticas, de Afagnistán.

P. Occidente tiene una responsabilidad moral en las matanzas que pueda perpetrar ahora la Alianza del Norte en su avance.

R. La situación sobre el terreno es en este momento la más lábil y, por tanto, la más preocupante. El asesinato de periodistas, entre ellos el español Julio Fuentes, la posible transformación de las tropas talibanes en partidas de guerrillas y la propia violencia contenida en la relación entre etnias son elementos de gran inquietud. Justamente por ello no se ha querido desplegar una gran fuerza multinacional sobre el terreno. Pero, por encima de todo, lo que hay que evitar ahora es que se produzca un guerra civil.

P. ¿Cómo puede evitarse una guerra civil, o una catástrofe humanitaria en cuanto llegue el invierno, si no se despliega una fuerza sobre el terreno?

R. Ésa es la necesidad más urgente que tenemos y en lo que estamos trabajando los países aliados de manera que, en las próximas semanas, seamos capaces de proporcionar efectivos. Si va a tratarse de una fuerza de mantenimiento de la paz o de ayuda humanitaria, en el sentido de proporcionar alimentos y medicinas, es algo que está por decidir.

P. Se ha planteado el establecimiento de un puente aéreo. Pero el problema principal no es llevar la ayuda, sino distribuirla en condiciones de seguridad, evitar que los camiones y almacenes de las agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales sean asaltados. Y eso sólo puede garantizarse con protección militar.

R. Sin duda habrá que establecer una fuerza de carácter humanitario. Lo que se está estudiando en el centro de coordinación de la coalición, en Tampa [EE UU] y en la Alianza Atlántica es la forma que debe adoptar esa fuerza, si se constituye a partir de la primera o de la segunda. La solución de la OTAN está perdiendo fuerza en los últimos días, especialmente porque no se quieren herir suceptibilidades sobre el terreno. Lo más probable es que se constituya a partir de la coalición.

P. A pesar de haber invocado el artículo 5, que compromete a la defensa mutua, la OTAN se ha quedado fuera de juego en este conflicto. Al margen de otras razones, parece que Estados Unidos no ha querido repetir la experiencia de Kosovo, cuando tenía que discutir a cada paso con los aliados la marcha de las operaciones, y ha optado por prescindir de la Alianza y tomar el mando en solitario.

R. El punto de partida obvio es que a Estados Unidos le corresponde el legítimo liderazgo de la coalición como agredido. La posición de la Alianza, al considerar que la agresión era contra todos y legitimar la acción armada, ha supuesto un reforzamiento de la solidaridad atlántica y de los mecanismos institucionales de la OTAN. Además, han funcionado los instrumentos operativos, aunque haya sido en labores de retaguardia, con el desplazamiento de Stanavformed [la flota de la OTAN para el Mediterráneo], la alerta de Stanavforlant [la flota de la OTAN para el Atlántico] y la movilización de los AWACS [aviones de alerta temprana]. ¿Qué habría sido de la Alianza si no hubiera formado parte, como tal organización, de la coalición internacional? Pues que el vínculo trasatlántico [la relación entre Europa y EE UU] habría quedado muy dañado, si no defintivamente dañado.

Ésa es la parte positiva, pero también hay que hacer otro tipo de lecturas. Es verdad que, en las operaciones militares, ha primado el protagonismo de la coalición y que la Alianza ha quedado relegada a un lugar secundario. Y es probable que este esquema se repita en las tareas de ayuda humanitaria. ¿Qué consecuencias debemos sacar de ello? Yo creo que es necesario repensar el vínculo trasatlántico. Se quiera o no, la organización estaba diseñada para la guerra fría. Pero ya no vale basarse en consideraciones geopolíticas, sino en soportes ideológicos. La Alianza no es el árbitro universal en la defensa de los valores democráticos, sino sólo una parte. A partir de ahí, hay que repensar su dimensión, su orientación y sus misiones.

P. A partir de ahí ¿se puede dar entrada a Rusia en la OTAN?

R. El primer ministro británico ha planteado incluso esa posibilidad. No está a mi alcance llegar a esa conclusión. Pero es inexcusable estrechar la cooperación con Rusia y lo que resulte de ese diálogo ya se verá. La reunión más decisiva fue la del 26 de septiembre, cuando los ministros de Defensa aliados no sentamos con nuestro colega ruso.

P. ¿España forma parte de la coalición?

R. Por supuesto. Y muy activamente. Estamos dando apoyo logístico sostenido a Estados Unidos por la vía bilateral y multilateral. También le estamos apoyando en inteligencia y desarrollando operaciones policiales con no poco éxito. Y mantenemos una disposición permanente a colaborar en operaciones propiamente militares o humanitarias. Los paquetes de la posible participación española [la oferta de aportación de medios y personal militar] han sido catalogados por la Junta de Jefes de Estado Mayor, con conocimiento del presidente del Gobierno a través del ministro de Defensa. Se trata de aportaciones serias y razonables, no de farol, económicamente evaluadas y operativamente dimensionadas, con indicación del tiempo necesario para movilizarlas y la forma en que serían transportadas.

P. España ha sido de los últimos países en incorporarse a Tampa, a pesar de que fue uno de los primeros que proclamó su voluntad de aportar tropas.

R. No ha sido ni va a ser política del Gobierno entrar en una especie de carrera por ver quién llega antes y ofrece más. Hemos ido a Tampa cuando se nos ha invitado y hemos tenido otras vías de comunicación con Estados Unidos. La eventual participación española la pienso exponer en el Parlamento la próxima semana.

P. Otros países han concretado hace tiempo su contribución: 3.900 alemanes, 2.700 italianos y 1.400 holandeses.

R. Tengo que ser delicado con los socios y aliados pero, que yo sepa, sobre el terreno sólo están actuando fuerzas norteamericanas y británicas desde el primer momento y, en las últimas semanas, un pequeño contingente francés. Lo demás sólo responde a distintas formas de presentar ante la opinión pública las capacidades de cada cual.

P. La contribución española, ¿será sólo humanitaria?

R. En este momento, lo que se está diseñando bajo el amparo de Naciones Unidas y en lo que estamos dispuestos a participar es una operación de apoyo humanitario, con aportación de medios de transporte aéreo, lo que no implica la participación de efectivos de combate, sino de un limitado contingente del Ejército del Aire. Pero ya he dicho que la coalición no termina con el derrocamiento del régimen de los talibanes y ni siquiera con la eventual captura de Bin Laden. La actitud del Gobierno español, espero que con el apoyo de la oposición, va seguir siendo la misma: la disponibilidad y la plena solidaridad y cooperación [con EE UU] cuando seamos requeridos para ello.

P. El conflicto de Afganistán ha puesto en evidencia la inexistencia de un defensa europea, cuya construcción corresponde a España a partir del 1 de enero.

R. El 11 de septiembre ha hecho que los gobiernos europeos tomen conciencia de la necesidad de acelerar la puesta a punto del head line goal [objetivo general de Defensa, cuyo eje es la constitución de un Cuerpo Europeo de Reacción Rápida de 60.000 soldados para 2003]. Eso ha producido la renovación del compromiso de capacidades para propiciar la declaración de operatividad en el Consejo de Laeken [en diciem-bre]. España se encuentra así con la apremiante necesidad de desarrollar durante su presidencia de la UE un plan de acción que haga efectivo lo que hasta ahora sólo es virtual. La falta de una respuesta de Europa como tal en esta crisis debe preocupar seriamente. Algunas carreras por colaborar [individualmente con EE UU] no han demostrado precisamente un buen espíritu europeo de conjunto.

P. Pero el Cuerpo Europeo de Reacción Rápida, cuando exista, se limitará a las llamadas misiones Petesberg: interposición, manteniento de la paz y ayuda humanitaria. No podrá enfrentarse a una crisis como la actual.

R. Es verdad que el compromiso de capacidades de París [no-viembre de 2000] se ha revelado insuficiente y que el actual desvela carencias que exigen coordinar las políticas europeas de armamento. Ése va a ser uno de los objetivos de la presidencia española: poner en común determinados programas que permitan cubrir nuestras carencias en sectores como el transporte estratégico, la capacidad de mando y control o las municiones guiadas.

También es verdad que la lucha contra el terrorismo tiene difícil encaje en las misiones de la futura fuerza europea. Así como la OTAN incluyó los nuevos riesgos en la declaración de Washington de 1999, la Unión Europea no tuvo esa previsión. Nos ocupamos de ello en la reunión de ministros de Defensa, el pasado lunes en Bruselas, y el secretario general, Javier Solana, nos ha pedido que hagamos un esfuerzo para ver si esos nuevos retos caben en las misiones Petesberg, aunque sea algo forzado, o hay que ir a un objetivo complementario para asumir esos riesgos y, en consecuencia, poner las capacidades que nos permitan afrontarlo.

P. ¿Eso capacitaría a la UE para intervenir en operaciones como la de Afganistán?

R. Si se admite que esos nuevos riesgos son una amenaza común, no veo inconveniente en que algunos elementos de la Fuerza de Reacción pudieran utilizarse. Por lo pronto, ya estamos intercambiando información y el secretario general, Mister Pesc, va a crear una célula de inteligencia. Los ministros de Defensa hemos acordado coordinar nuestras acciones y recursos en sistemas NBQ ante posibles ataques nucleares, biológicos o químicos de carácter terrorista. Por tanto, estamos empezando a andar.

P. El programa del avión de transporte europeo, el Airbus militar o A400M, que debería montarse en Sevilla, es la piedra de toque de la voluntad europea.

R. Me parece muy apropiado lo de piedra de toque, porque de momento hemos tropezado con ella. Todavía no doy por perdida la participación alemana ni querría pensar que el abandono de Italia es irrevocable. Estoy seguro de que el Reino Unido, Francia y España haremos todo lo posible para que ese programa no fracase ni se ralentice su ejecución y no convirtamos la actual incapacidad europea en materia de transporte estratégico en una incapacidad para muchos años.

P. En Afganistán, los países europeos no han tenido más información que la que ha querido proporcionarles EE UU.

R. ¡Pues claro! Si no tenemos una estructura operativa, tampoco tenemos una estructura de inteligencia. Lo que sí se ha puesto en marcha es una buena coordinación a través de la Alianza, los contactos bilaterales y los foros habituales de intercambio de información entre los servicios.

P. El Gobierno acaba de remitir al Congreso los dos proyectos de ley de creación del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el nuevo nombre del Cesid, que regulan el control judicial de sus actividades. ¿No es poner puertas al campo someter las actividades de un servicio secreto a la vigilancia de un juez? ¿Cómo podría dicho juez llegar a autorizar operaciones fuera de España?

R. La ley trata de conciliar el principio de eficacia con la protección de los derechos fundamentales, buscando el equilibrio entre ambos. Yo creo que el resultado refuerza el Estado de Derecho y potencia los servicios de inteligencia, que deben ser amparados en sus actuaciones por quien puede limitar esos derechos fundamentales [secreto de las comunicaciones y entrada en domi-cilios], que es el poder judicial. En cuanto a actuaciones fuera de España, ya se verá. Todos los países que cuentan tienen servicios de inteligencia que actúan allí donde pueden.

P. El 31 de diciembre quedará legalmente suspendida la mili. ¿Podría volver a instaurarse si el Ejército profesional, con graves dificultades para reclutar soldados, no cuaja?

R. No hay ninguna razón para pensar en una vuelta al servicio militar obligatorio, que pienso va a quedar suspendido por muchos años. Haber conseguido más del 70% del objetivo [de soldados profesionales] da suficientes garantías de sostenibilidad del Ejército profesional para seguir adelante. No puedo dejar de reconocer que asuntos como el del uranio empobrecido o el propio 11 de septiembre han producido efectos muy negativos sobre los sucesivos llamamientos, pero las medidas ya adoptadas, como el nuevo reglamento de retribuciones, y las que pondremos en marcha, como la selección continua, pueden darles a los españoles la tranquilidad de que el sistema va a funcionar adecuadamente.

P. El hecho es que en España los empleos homologables al de soldado raso se están cubriendo con inmigrantes. Una posibilidad que usted se ha planteado.

R. Esa afirmación habla bien de la política económica del Gobierno, pero no creo que nuestra oferta sea desdeñable, sobre todo cuando se implemente el plan de calidad de vida. Respecto al reclutamiento de extranjeros, sigue siendo un objetivo de este departamento contar con ellos, pero no para suplir el déficit de nacionales, porque no superarían el 2% del total y se limitaría a los procedentes de la comunidad iberoamericana y sólo en determinadas unidades.

Federico Trillo, ministro de Defensa.
Federico Trillo, ministro de Defensa.GORKA LEJARCEGI

El político que leyó a Shakespeare

LA TIRANÍA ES, antes que nada, una psicopatología derivada de la absoluta soledad del poder personal, a la que se añade la desconfianza del poderoso en cuantos le rodean. [...] De ahí que el poderoso, del que los demás dependen totalmente en su poder, no sabe distinguir la lealtad de la adulación, la disimulación o la traición [...] La personalización del poder es el camino inexorable hacia el despotismo' (El poder político en los dramas de Shakespeare. Federico Trillo-Figueroa. Espasa 1999).

Antes de ser ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, 49 años, casado, cinco hijos, fue militar. O, más exactamente, oficial del Cuerpo Jurídico de la Armada. Lo que no necesariamente supone una ventaja. Porque casi nadie es profeta en su tierra. Pero él sí que triunfa, cada Semana Santa de costalero en su Cartagena natal. Aunque tuvo que emigrar en 1989 a la vecina Alicante para ganarse el escaño, que ha renovado ininterrumpidamente desde entonces.

Entre 1996 y 2000, fue presidente del Congreso de los Diputados, la tercera autoridad del Estado. Los socialistas le recibieron de uñas, dolidos por sus aceradas diatribas cuando estaba en la oposición, pero acabó congraciándose con todos los grupos, combinando las sonrisas y los ripios con la firme defensa del Congreso, incluso frente al Gobierno de su propio partido. Y es extraño ese apego al parlamentarismo en el autor de los Estatutos del Partido Popular, férreamente presidencialista.

Antes de presidir el Congreso, fue letrado del Consejo de Estado y asesor jurídico del PP. Como tal, firmó la denuncia por malversación de los fondos reservados del Ministerio del Interior, que hoy tiene en el banquillo a la antigua cúpula socialista del departamento. Quizá no fue por eso por lo que Corcuera desenterró en el juicio los relojes que regaló una Navidad en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo.

Su antecesor socialista Gregorio Peces-Barba formó parte del tribunal que le dio sobresaliente cum laude por su tesis doctoral sobre el poder y Shakespeare. ¿Con qué personaje de sus dramas identifica a José María Aznar?, le pregunto. 'Yo no puedo opinar', se excusa, 'formo parte de la trama'.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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