Eurípides, servido frío
Parece que hay una costumbre, o una moda, de comunicar al teatro frialdad, dejarlo como una bella ensalada de buenas palabras, a veces bien dichas. Hay ya varios ejemplos en este Festival de Otoño, en el que se supone que se recoge la moda. Bob Wilson, con Wozzeck, o Zurro, con su Tenorio, preceden a la Medea de Cacoyannis. La desterrada, la mujer que mata a sus hijos y envía un traje mágico para que arda la que se acuesta con su marido, sale también monótona y lisa, con voz aguda -la acreditada y bella voz de Núria Espert-, entre coros y comadres y nodrizas y malos hombres afinados en grave.
A mí no me parece mal el teatro dicho, el teatro de literatura dramática, pero hay obras declamatorias como las citadas, y entonadas y fuertes, y quizá estoy un poco pasado para la dicción demasiado sencilla, que va más allá del recital en el texto traducido por Ramón Irigoyen. Allí está pasando algo bastante serio: pero el director griego lo desplaza a pequeñas imágenes lejanas donde la sangre no se ve y el llanto no llega. Cae también en la tendencia a la oscuridad, y oscura se queda. Gusta más por respeto a Núria Espert y a actores de calidad que por lo que entre todos hacen en forma de recital quieto y frío.
Medea
De Eurípides. Versión de Ramón Irigoyen. Intérpretes: Ana Frau, Francisco Güíjar, Adrián Portugal, Pepito Palomo, Nuria Espert, Carmen Arévalo, Montse Muñoz, Gloria Vega, Lola Peno, Cristina Morella, Marisa Segovia, Beatriz Ortega, Imelda Casanova, Amalia Hornero, Miguel Palenzuela, Manuel Navarro, Rafael Ramos de Castro, Juanjo Artero. Vestuario: Yannis Metxikof. Dirección: Michael Cacoyannis. Teatro Albéniz. Festival de Otoño. Madrid.
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