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Crónica:LECTURA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cómo definir a un terrorista

Timothy Garton Ash

Has oído que Osama Bin Laden viene a Macedonia?

-No, ¿por qué?

-Porque hemos declarado una amnistía para los terroristas.

Este chiste macedonio, que me contaron hace poco en la ciudad de Skopje, nos invita a reflexionar sobre una de las cuestiones más importantes en el mundo posterior al 11 de septiembre: ¿quién es terrorista? La comunidad internacional necesita urgentemente una respuesta a esta pregunta.

Los nacionalistas eslavos de Macedonia insisten en que se las tienen que haber con su propio Osama Bin Laden encarnado en un dirigente de la guerrilla albanesa macedonia llamado Ali Ahmeti. A pesar de ello, dicen, Estados Unidos y la OTAN llegan a acuerdos con este terrorista y presionan al Gobierno macedonio para que le garantice la amnistía. Aunque los regímenes nacionalistas de todo el mundo han jugado siempre esta carta semántica -Rusia denuncia a los 'terroristas' chechenos, Israel a los 'terroristas' palestinos, China a los 'terroristas' tibetanos, etc.- con muy diverso grado de justificación, en este caso, sin embargo, no son sólo los nacionalistas locales los que miran a Ali Ahmeti con malos ojos.

De la guerra de Kosovo, Ahmeti extrajo la conclusión de que en pocos meses de lucha armada se puede conseguir más que los políticos albaneses en casi una década de política pacífica
'Ahmeti fue un estudiante radical; combinaba el nacionalismo albanés con el marxismo-leninismo. Estuvo en prisión. A los 22 años participó en una insurrección de estudiantes albaneses
Ali Ahmeti: 'No puede ser terrorista la persona que lleva la insignia de un ejército, que lucha por un objetivo, que respeta la Convención de Ginebra y el Tribunal de La Haya y que actúa públicamente con nombres y apellidos'

El 27 de junio de 2001, el presidente George W. Bush firmó un decreto por el que se bloqueaban todas las propiedades en territorio estadounidense y las donaciones a una lista de personas que participaban o apoyaban la 'violencia extremista en la Antigua República Yugoslava de Macedonia' y en otras partes del oeste de los Balcanes. 'Encuentro', decía la medida presidencial, 'que estas acciones constituyen una amenaza extraordinaria y destacada para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos, y por la presente orden decreto una emergencia nacional para hacer frente a esta amenaza'. Cerca del encabezamiento de la lista de personas tan impresionantemente estigmatizadas está 'Ahmeti, Ali, miembro del Ejército de Liberación Nacional (ELN)'. Nacido el 4 de enero de 1959 en Kicevo, Macedonia. Aunque la orden presidencial no utiliza en realidad la palabra 'terrorista', le trata como si lo fuese. En mayo de este año, el secretario general de la OTAN, Lord (George) Robertson, calificó al Ejercito de Liberación Nacional que dirige Ahmeti como 'una banda de sanguinarios malhechores cuyo objetivo es destruir una Macedonia democrática'.

Sin embargo, a mediados de agosto, por una fuerte presión de Estados Unidos, la OTAN y los negociadores europeos, los representantes de los eslavos y de los albaneses de Macedonia firmaron un acuerdo de paz. A cambio de modificaciones en la Constitución y la adminstración con el fin de garantizar a los albaneses de Macedonia la igualdad de derechos en el Estado macedonio, el ELN debería cesar de combatir y entregar un gran número de sus armas a la OTAN. Como parte del acuerdo, el presidente macedonio, Boris Trajkovski, se comprometía a amnistiar a los insurrectos, compromiso que la OTAN le garantizó a Ahmeti. Tal y como me explicó de manera inolvidable el presidente Trajkovski: 'He firmado un acuerdo con el secretario general (de la OTAN) y el representante del secretario general ha firmado un acuerdo ¡con los terroristas!'.

He encontrado cierta confusión entre los representantes occidentales en Skopje sobre lo que es Ahmeti. Un oficial militar británico de alto rango, que había pasado años combatiendo al IRA en Irlanda del Norte, me dijo, con énfasis y vehemencia, que Ahmeti y sus compañeros del ELN son terroristas. Dijo: 'Encajan perfectamente en la definición de terrorismo de la OTAN'. Otros altos representantes de la OTAN, civiles y militares, calificaron las acciones del ELN como 'insurrección' y expresaron su admiración por la moderación mostrada por Ahmeti y sus hombres durante los siete meses de su inesperada campaña exitosa. Sobre el papel, las organizaciones internacionales se han refugiado, como es habitual, en un eufemismo cubierto por un acrónimo. 'EAAG' decían los documentos, siglas en inglés de Grupo Armado Étnico Albanés.

Me pareció que podía ser útil interrogar al propio Ahmeti, así es que, junto con un chófer e intérprete albanés, ascendí hacia las bellas y frondosas montañas del oeste de Macedonia, dejé atrás los controles de la policía macedonia, dejé atrás grandes pueblos en las laderas con fulgurantes minaretes, dejé atrás una señal de carretera improvisada que decía 'Alto: ELN', hasta llegar a la aldea de Sipkovica. Esquivando mulas cargadas con grandes haces de paja que subían por las empinadas y estrechas calles empedradas, conseguimos llegar a una gran casa vigilada por jóvenes con vaqueros y gafas de sol. Mientras esperábamos, nos mostraron con orgullo un Audi negro 'capturado' al presidente del Parlamento macedonio. En el interior de la casa, Ahmeti, un hombre de aspecto ajado con el cabello gris peinado hacia atrás y dedos muy manchados de nicotina, se sentaba con las piernas cruzadas sobre un sillón de apariencia pasada y me ofrecía lo que denominó un 'muy buen' whisky, un Bowmore de 15 años de la isla escocesa de Islay. Él también bebió. (En los Balcanes, el Islay le gana la partida al islam).

Tras unos minutos de conversación preliminar, le dije a Ahmeti que desde el 11 de septiembre había un intenso debate sobre el terrorismo y que 'algunos dirían que es usted un terrorista'. ¿Cómo les respondería?

Cuando se le tradujo mi pregunta, los guardaespaldas se movieron ligeramente en sus asientos. Ahmeti respondió tranquila y lentamente. Yo esperaba que sus palabras fuesen del estilo 'No, soy un luchador por la libertad', pero su respuesta fue más cuidadosa: 'No puede ser terrorista la persona que lleva la insignia de un Ejército, que lucha por un objetivo, que respeta la Convención de Ginebra y al Tribunal de La Haya, que actúa públicamente con nombre y apellidos y responde de todas sus acciones... Alguien que busca buenas reformas y democracia para el país, y que las personas sean iguales ante la ley'.

Es evidente que no podemos conformarnos con esto. Hay que fijarse en lo que el ELN ha hecho realmente y en lo que aún podría hacer. Tampoco deberíamos refugiarnos en ese tedioso relativismo de la frase que tantas veces he oído en Europa en las últimas semanas: 'El que es un terrorista para uno, para otro es un luchador por la libertad'. Es evidente que sobre este asunto hay dobles raseros flagrantes en todo el mundo. Los kurdos son luchadores por la libertad en Irak y terroristas en Turquía, o viceversa, según el punto de vista de quien hable. Es evidente que el tipo de cambios repentinos que hemos visto frecuentemente en la política y el lenguaje occidentales invitan al cinismo. El proscrito terrorista Ahmati, se convierte en un valioso socio en un proceso de paz. El heroico luchador antisoviético pagado por la CIA, Osama Bin Laden, se convierte en el terrorista más buscado del mundo. El antiguo terrorista (¿o era luchador por la libertad?) Menachem Begin gana el Premio Nobel de la Paz.

Aunque también es cierto que las personas cambian. Pueden descender en una espiral de brutalidad, como el Kurtz de [la novela En el corazón de las tinieblas, de Joseph] Conrad, o resurgir de las tinieblas, si llegan a la conclusión de que sus propósitos políticos pueden lograrse mejor abandonando la lucha armada: el ex terrorista alemán Horst Mahler, el dirigente del Sinn Fein, Gerry Adams, Nelson Mandela. También es cierto que hay muchos tipos diferentes de terrorismo, y que no todas las formas de utilizar la violencia para conseguir fines políticos se pueden definir adecuadamente como terrorismo. Si no queremos perder la 'guerra (global) contra el terrorismo', que ha proclamado el Presidente Bush tras el 11 de septiembre, necesitamos llegar a comprender estas diferencias en su complejidad.

I. CUATRO ASPECTOS

He aquí cuatro aspectos que hay que observar para determinar si alguien es un terrorista y qué clase de terrorista: biografía,objetivos,métodos y contexto. Sólo una combinación de las cuatro puede ofrecer una respuesta. Voy a usar el ejemplo de Ahmeti y el ELN, pero esta matriz puede ser aplicada a cualquier caso.

Biografía.

¿Quiénes son, de dónde vienen y qué es lo que realmente quieren? ¿Por qué 15 de los 19 asesinos del 11 de septiembre venían de Arabia Saudí? ¿Qué es lo que realmente quiere Osama Bin Laden: destruir Occidente, purificar el islam, derribar la casa real saudí o simplemente cambiar la sucesión saudí? Las preguntas clásicas en el trabajo [de los servicios] de inteligencia son también las primeras preguntas inteligentes a plantearse sobre cualquier sospechoso de terrorismo. La biografía puede no ser el núcleo de toda la Historia, pero sí lo es de este fragmento.

A cualquiera que conozca a los albaneses de Kosovo y Macedonia, le será familiar lo que sabemos sobre la vida de Ali Ahmeti. Proviene de la aldea de Zajas, cerca de la ciudad de Kicevo, en una región montañosa en el oeste de Macedonia habitada en su mayoría por albaneses, aunque estudió en la Universidad de Pristina, en Kosovo. (Entonces todo ello era la Yugoslavia de Tito). Fue un estudiante radical. Al igual que otros muchos en esa época, combinaba el nacionalismo albanés con el marxismo-leninismo. Pasó algunos meses en prisión. A los 22 años participó activamente en la insurrección de los estudiantes albaneses en Pristina en 1981. Después voló a Suiza. Por no tener acceso a los informes reservados de inteligencia, no sé en qué consistieron exactamente sus 'estudios' y su 'trabajo' en Suiza, pero permaneció activo en política. Se dice que en el exilio se unió al Movimiento por una República Socialista Albanesa en Yugoslavia y organizó un subcomité macedonio de los marxistas-leninistas de Kosovo. Su estilo durante la larga conversación que mantuvimos me hablaba de muchas horas dentro de cuartos llenos de humo discutiendo sobre política revolucionaria. Me dijo que había leído mucho, 'por ejemplo, sobre psicología y guerra de guerrillas'.

Aunque opera en una población rural mayoritariamente musulmana, no mencionó el islam en ningún momento de nuestra conversación, y dio todavía muchas menos muestras de sentir afinidad por grupos terroristas islámicos como Al Qaeda. Es lógico suponer que un nacionalista albanés ex marxista-leninista y bebedor de whisky no se ve a sí mismo formando parte de ninguna internacional musulmana.

Sus movimientos durante los noventa no están claros. Me contó que había regresado a Macedonia en 1993 donde se encontró con que sus compatriotas albaneses seguían esperando el reconocimiento por la vía pacífica de sus derechos en el seno de la recién independizada Macedonia. Un informe sin confirmar le sitúa en 1997 en Tirana, la capital de Albania, intentando organizar grupos guerrilleros. La influencia de su tío, Fazli Veliu, un antiguo maestro de escuela en la misma aldea de Vajas (y otro nombre que figura en la lista de exclusión [de presuntos terroristas] del presidente Bush del 27 de junio) fue importante. Ahmeti se unió a un pequeño partido político llamado LPK, en cuya creación había colaborado el tío Fazli. El LPK fue el principal precursor del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). También colaboró en la organización del fondo Homeland Calling, que recogía dinero para la lucha armada en Kosovo entre los albaneses que vivían en el extranjero. Nunca podremos saber cuánto de este dinero provenía del tráfico de drogas, la prostitución o las redes de protección de tipo mafioso, pero es seguro que parte de él provenía de donaciones patrióticas de albaneses corrientes.

Es evidente que el alzamiento del ELK en Kosovo en 1998-99 fue una importante experiencia formativa. Ahmeti me dijo que en esa época estaba en Kosovo, pero que no luchó. Otros informes dicen que sí lo hizo. No es casualidad que las siglas en albanés del Ejército de Liberación Nacional de Macedonia sean las mismas que las del Ejército de Liberación de Kosovo: UCK. Algunas de las principales figuras del ELN provienen del ELK. Y también las armas. Y sobre todo, era un ejemplo inmediato. Le pregunté a Ahmeti si creía que los macedonios albaneses estaban preparados en 1998 para combatir por sus derechos. Dijo que no, 'por la situación en Kosovo'. Sin embargo, después de que Occidente llegase a Kosovo y -tal y como lo vieron la mayoría de los macedonios albaneses-, como consecuencia de ello el ELK 'ganase', en febrero de este año había ya suficientes personas dispuestas a oír el llamamiento a las armas. La mayoría de los combatientes comunes del ELN son macedonios albaneses, muchos de los cuales se habían comprado sus propias armas.

Para resumir lo que me contó, diría que Ahmeti, que ahora tiene 42 años, extrajo dos conclusiones principales de la guerra de Kosovo. La primera, que en pocos meses de lucha armada se puede conseguir más que los políticos albaneses en casi una década de política pacífica. Y como en Kosovo, en Macedonia. La segunda, que sólo se puede hacer si se consigue involucrar a Occidente. Este era el gran objetivo táctico y la gran incógnita. Me dijo que cuando comenzó la insurrección en febrero 'sabía que no podíamos ganar sin la ayuda de Occidente. Pero no sabíamos hasta donde nos ayudarían...'. Por lo que debió hacer todo lo posible para implicar a Occidente. Esto significaba limitar deliberadamente tanto los objetivos como los métodos. Era la oportunidad para la Macedonia albanesa. Era la oportunidad para Ali Ahmeti.

Objetivos.

Sea cual sea el embrollo de motivos condicionados por la biografía -y los motivos humanos frecuentemente no están claros ni para nosotros mis-mos- hay que analizar también los objetivos que proclama un grupo o movimiento terrorista. En ocasiones, como es el caso de Al Qaeda o de la Facción del Ejercito Rojo alemana, el conjunto de los objetivos es tan vago, apocalíptico y generalista que no podría ser alcanzado en un mundo real. Sin embargo, en ocasiones están claros y -por mucho que lamentemos las tácticas que derraman sangre de personas inocentes- son en cierto modo objetivos racionales, que, antes o después, podrían alcanzarse en el mundo real. El ELK quiere la independencia de Kosovo; el IRA, una Irlanda reunificada; ETA, la independencia del País Vasco...

El ELN se ha destacado por la claridad y la relativa modestia de sus objetivos declarados. Ahmeti insistió desde el principio en que sólo querían aquello por lo que los políticos albaneses macedonios llevaban luchando desde la independencia de Macedonia en 1991: igualdad de estatus y de derechos para los albaneses de Macedonia. Éstos deberían ser reconocidos como una nación constitutiva de la República de Macedonia. El idioma albanés debería ser aceptado como una lengua oficial en el Parlamento y la Administración pública. Los albaneses deberían tener derecho a la educación superior en su propio idioma. Los albaneses deberían estar representados proporcionalmente en la burocracia, los tribunales y, especialmente, en la policía, que debería dejar de hostigarles. Debería aumentar la cesión de competencias a los gobiernos locales -cuyas implicaciones para las zonas con mayoría albanesa son evidentes. Sin embargo, Macedonia debería seguir siendo un Estado unitario y multiétnico.

En comparación con las demandas del ELK, de los serbios y croatas de Bosnia, del IRA o de ETA, éstas parecen pensadas por Amnistía Internacional. A la mayoría de los representantes occidentales les parecen razonables y creen que el Estado macedonio las debería haber concedido hace muchos años. Pueden decirme que estas reclamaciones son tácticas, pensadas para atraer a Occidente. Y lo son. Ahmeti me pareció cauto, esquivo, incluso evasivo, respecto a estas cuestiones políticas -es decir, habló como un político. Con el estilo del viejo camarada marxista-leninista que es, se ciñó con firmeza a la línea del partido: igualdad de derechos en un Estado unitario y multiétnico, ¡y nada más! A mi me pareció, sin embargo, que lo hizo con cierta convicción personal- y con buenos argumentos.

Le pregunté porqué no se podía considerar para Macedonia una solución federal similar a la suiza. Me sonrió. '¿En un país con sólo dos millones de personas y 25.000 kilómetros cuadrados?'. Sería ridículo. El federalismo significaría nuevos límites territoriales y rivalidad entre las partes constituyentes. En todo caso, ¿cómo trazar las líneas en un país en el que los macedonios albaneses y eslavos viven totalmente mezclados? 'O estamos en el siglo XXI y pensamos en la integración en Europa, o lo hacemos como se hacía hace cien años...'. Poniendo la mano sobre el corazón dijo: 'Mi país es Macedonia'.

No todos sus compañeros están de acuerdo con él. Hablé con otro comandante del ELN, Rafiz Aliti, conocido como El Profesor porque hasta el alzamiento de la primavera era el profesor de educación física del pueblo. Me dijo que él estaba a favor de la federalización y 'cantonización' de Macedonia. Un estado unitario no daría resultado. Si la parte macedonia no ponía en práctica el 'acuerdo marco' de mediados de agosto, que cumplía sobre el papel las demandas de los albaneses moderados, volverían a la guerra. Y esta vez sería una guerra por el territorio. ¿Qué territorio? 'El territorio en el que viven los albaneses'.

Sin embargo, hay abundantes pruebas de que la mayoría de la élite política albanesa en Kosovo [parte actual de Yugoslavia] y en Macedonia están de acuerdo en que el objetivo a medio plazo es diferente en ambos lugares: independencia territorial en el caso de Kosovo e igualdad de derechos en el de Macedonia. Y, entre paréntesis, nada de Gran Albania para ninguno de los dos. Al menos en un futuro previsible.

Los albaneses de Macedonia tienen una muy buena razón para aceptar esta vía gradual. De acuerdo con las autoridades macedonias, alrededor del 23% de la población es albanesa, aunque estimaciones no oficiales elevan este porcentaje hasta el 35%. El 'acuerdo marco' estipula la elaboración de un nuevo censo con supervisión internacional, y será interesante ver qué cifra ofrece. Sea cual sea el resultado, todo el mundo sabe que los albaneses de Macedonia tienen muchos más hijos que los eslavos de Macedonia. Con las tasas de natalidad actuales, los albaneses probablemente sean la mayoría demográfica hacia 2025. Y entonces la mayoría podría elegir como presidente de Macedonia a un Ali Ahmeti de 66 años...

Métodos.

Un anciano subido en una plataforma improvisada en el Rincón de los Oradores del Hyde Park de Londres una tarde lluviosa de sábado, que pide al Señor que arrase todas las sucursales de Marks

El individuo o el grupo usa la violencia para conseguir sus objetivos personales o polticos? Esta violencia se dirige especficamente a los representantes armados y uniformados de los Estados, o tiene tambin como blanco a civiles? Intenta limitar las vctimas civiles en su difusin del pnico y la destruccin -como han hecho en ocasiones los paramilitares irlandeses, dando por telfono avisos de bomba- o su objetivo es el asesinato en masa de civiles inocentes, como lo fue claramente para Al Qaeda el 11 de septiembre?

Ahmeti y el ELN han elegido deliberadamente la violencia. La lección que obtuvieron en Kosovo fue que si se juegan bien las cartas, cierta violencia calculada consigue lo que no han conseguido años de política no violenta. Lo cual, una vez más, se ha cumplido. Sin embargo, Ahmeti y otros señalan que su objetivo nunca han sido los civiles. Que cumplían con las Convenciones de Ginebra, eran respetuosos con el Tribunal de La Haya, etc. La mayoría de los observadores internacionales cree que el ELN ha causado mucho menos daño a los civiles eslavos en Macedonia que el ELK a los civiles serbios en Kosovo. Especialmente en muchas de las áreas bajo el mando directo de Ahmeti. Sin embargo, Human Rights Watch y Amnistía Internacional han señalado varios casos de secuestro, tortura y malos tratos por parte de miembros del ELN.

Hablé con un grupo de jóvenes eslavos macedonios que habían huido de sus aldeas en el oeste de Macedonia. Lo habían hecho -incluso por su propia cuenta- después de haber tomado las armas contra el ELN. Contaban historias increíbles de vecinos que habían vivido y trabajado juntos en paz durante años y, de repente, vuelven las armas uno contra el otro (como en Kosovo, como en Bosnia, como en Croacia...). Según el Gobierno macedonio, como resultado de los combates unas 70.000 personas debieron huir o fueron expulsadas de sus casas. Observadores internacionales estiman que el número es mucho menor. También dicen que los peores daños a civiles los infligieron el Ejército y las fuerzas de seguridad macedonios. Las armas de un Ejército incompetente golpearon indiscriminadamente aldeas rebeldes -algo que, según los manuales, no se debe hacer para combatir una insurrección. Paramilitares, llamados los Leones, que, al igual que en la Serbia de Milosevic, trabajaban para el Ministerio del Interior, actuaron en la sombra de forma repulsiva. Y no cabe la menor duda de que los albaneses de la calle llevan años acosados por un cuerpo de policía de abrumadora mayoría eslavo-macedonia.

De regreso de mi cita en la montaña con Ahmeti, un hombre con uniforme de comandante de policía y un soldado paramilitar con una gran cruz de madera en el cuello pararon nuestro coche. El comandante insultó a mi intérprete. Cuando intenté intervenir diciendo (con aires de importancia) que esa misma mañana había estado hablando con el presidente Trajkovski y que estaba seguro de que al presidente le gustaría que nos dejasen el paso libre, le dijo a mi intérprete: 'Dile a tu hombre que me importa un carajo el presidente'. Cuando sonreí dijo: 'Dile que pare de sonreír'. Este policía macedonio era la mejor propaganda para la causa albanesa.

Mi chófer albanés temblaba físicamente luego de rabia. 'Ya ve cómo nos tratan', gritó en su alemán chapurreado, 'si no hubiese visto al policía haciéndonos señales desde el borde de la carretera, nos hubiesen disparado. No es korrekt. Es evidente que no es korrekt'.

Se trataba de una pequeña, confusa, guerra civil de baja intensidad, en la que ninguno de los dos bandos era demasiado korrekt y ninguno demasiado brutal, según los bajos patrones de los Balcanes. Aunque fue el ELN el que comenzó, durante el conflicto el bando eslavo macedonio se comportó peor. Esto nos lleva a nuestro último criterio: el contexto.

El principio básico 1.1 del Acuerdo Marco para Macedonia dice: 'Se rechaza por completo e incondicionalmente el uso de la violencia para la consecución de fines políticos'. Un principio admirable, pero que no debe ser tomado totalmente al pie de la letra. Después de todo, al bombardear Afganistán, Estados Unidos y Gran Bretaña buscan alcanzar objetivos políticos mediante el uso de la violencia. Aunque se podría responder que está justificado por los siempre respetados criterios de la guerra justa y legitimado por las coaliciones, organizaciones y leyes internacionales. En todo caso, usar la violencia política desde el interior y contra un Estado legítimo es algo muy diferente. Aunque, ¿quién decide si un determinado Estado es legítimo?

Incluso en un Estado reconocido internacionalmente la opresión puede ser tal que la resistencia armada sea susceptible de ser considerada legítima. Ésta es la postura que expresan con incomparable fuerza las palabras que Schiller puso en boca de Stauffacher en su 'Guillermo Tell'. Dice Stauffacher que cuando el hombre oprimido no puede encontrar justicia de otro modo, va serenamente al cielo a buscar sus eternos derechos que están ahí, inalienables e imperecederos como las estrellas. Cuando no queda otra vía, debe, necesita, tomar la espada. Tal vez así fueron los levantamientos polacos por la libertad en los siglos XVIII y XIX. Así fue la Guerra de Independencia de Estados Unidos.

Por lo tanto, es muy importante en qué tipo de Estado se está. Un caso es el de grupos como el de IRA o ETA, que usan la violencia política en Estados como Gran Bretaña o España, en los que una democracia madura pone a disposición de todos por igual los medios para trabajar por un cambio pacífico. Otro caso, que grupos palestinos usen la violencia política contra una ocupación militar opresora en la franja de Gaza o en Cisjordania. Otro, el del ANC contra el régimen de 'apartheid' de Suráfrica. Otro diferente el de los duramente reprimidos albaneses de Kosovo levantándose en armas contra el régimen de Milosevic en Serbia. Aunque podríamos defender el principio universal 'No violencia', todos sabemos que, por su realidad política y por sus contenidos morales, son casos muy diferentes y podríamos decir que algunas acciones políticas violentas son menos injustificadas que otras.

'Por lo que tengo entendido', me comunicó sonriendo el presidente Boris Trajkovski, 'todos los dirigentes del mundo elogian a Macedonia'. Pues tengo una noticia para el presidente Trajkovski: no es así. En privado, muchos de ellos la maldicen. Le señalé a un negociador occidental de muy alto nivel que ha tenido mucha relación con Macedonia que personalmente nunca había conocido una élite más tozuda y de miras más cortas que la eslava de Macedonia. Me respondió, 'Amén. Aunque cuestionaría el uso de la palabra élite'. Del mismo modo que llevaron a cabo la guerra contra el ELN de un modo que repercutió en su contra, están -cuando escribo esto- oponiéndose tercamente a hacer unos cambios en la Constitución que a la mayoría de los observadores internacionales les parecen por completo razonables.

Uno de los principales obstáculos radica en la redacción de aquella parte del preámbulo que se refiere al 'hecho histórico de que Macedonia se establece como un Estado nacional del pueblo macedonio...'. Como es comprensible, a los albaneses no les gusta esta referencia a un Estado nacional, especialmente cuando la palabra que se usa para 'pueblo' en este contexto es narod, que tiene un sentido de comunidad étnica, y no el más amplio y cívico de nacija. Aunque en el acuerdo de paz del verano la parte macedonia eslava estuvo de acuerdo en cambiar la redacción, ahora el Parlamento amenaza con no cumplirlo.

Una presión occidental extraordinaria -visitas casi semanales del representante de la Política Exterior de la UE, Javier Solana, y del secretario general de la OTAN, George Robertson, (que deben tener algunos otros asuntos en mente), la retención de la ayuda internacional para la inestable economía macedonia hasta que se aprueben las reformas -parece incapaz de hacerles reaccionar. La nuez desafía al martillo-. Y a niveles inferiores, la burocracia, el Ejército y la policía parecen tan intratables, corruptos e incompetentes como sus políticos.

Todo ello se puede explicar. Cuando se reflexiona sobre la última década, uno simpatiza también con los eslavos de Macedonia. Hay pueblos que aspiran a constituirse en Estado y pueblos que se ven empujados a ello. Cuando colapsó la antigua Yugoslavia en 1991, los macedonios fueron impelidos a la condición de Estado. Durante el siglo XX cada uno de los cuatro vecinos del país ha exigido partes de su territorio: en el periodo de entreguerras, Serbia consideró Macedonia parte de la Serbia del Sur, Bulgaria la estimaba parte de ella (el lenguaje macedonio es un dialecto del búlgaro), los nacionalistas albaneses querían grandes zonas para la Gran Albania y los griegos dicen que Macedonia es en realidad griega.

Ninguna de estas exigencias fue abandonada por completo y sin ambigüedades en 1991. Su economía, ya convulsionada, fue destrozada y corrompida por las sanciones a la Serbia de Milosevic y por el bloqueo griego al reconocimiento internacional de Macedonia por considerar que ya existía una Macedonia en Grecia. (De ahí el desmañado nombre internacional, Antigua República Yugoslava de Macedonia, aunque se llame a sí misma simplemente República de Macedonia). Posteriormente tuvo que vérselas con el gran flujo de refugiados albaneses de Kosovo. Las promesas occidentales de ayuda económica e inversiones se han quedado en gran medida en eso, en promesas. Ah sí, y dentro de un par de décadas los eslavos de Macedonia serán una minoría en su propio país. Es comprensible una cierta angustia existencial. Esto explica cosas, pero no sirve de excusa. La mayoría de los cambios que se están haciendo (o dejando de hacer) bajo la presión del ELN y Occidente deberían haberse hecho hace años.

Una vez dicho esto, el hecho es que la posición de los albaneses en Macedonia a principios de este año no tenía nada que ver con la inolvidable evocación del Guillermo Tell de Schiller. Todavía había muchas oportunidades para un cambio pacífico. Los partidos políticos albaneses existentes estaban en el Gobierno y en el Parlamento (aún lo están), y presionaban para conseguir gran parte de esas reformas. No avanzaban demasiado rápido (en parte porque, en Macedonia, tanto los partidos eslavos como los albaneses albergan notables niveles de corrupción), pero con el tiempo, y con la presión occidental, especialmente europea, lo habrían logrado. Por mucho que se limitara deliberadamente en sus objetivos y métodos, el ELN eligió de manera premeditada la vía de la violencia cuando todavía había otras abiertas. El resultado ha sido una aceleración sobre el papel de las necesarias reformas, pero con muchas probabilidades en su realización práctica, ya que la guerra ha profundizado la alienación de las comunidades eslava y albanesa en Macedonia y la radicalización política de ambas.

Así pues, ¿estaba bebiendo whisky con un terrorista? Bueno, seguro que lo hacía con un político y dirigente guerrillero ex revolucionario que había cogido las armas deliberadamente existiendo otros medios a su alcance. Es posible que la moderación de sus objetivos declarados y el hecho de no poner a los civiles entre sus objetivos le sitúan en el lado correcto de la línea por muy poco. Por muy poco. Es posible. Lo que es cierto es que se ha convertido en un abogado notablemente firme del cambio por medio de la negociación política dentro de un Estado único y multiétnico. Así pues, a lo mejor está bien beber whisky con un terrorista reformado. Si no lo estuviese, el consumo de whisky de los dirigentes mundiales en los últimos 50 años habría disminuido en un buen número de botellas.

¿Podrían las Naciones Unidas ofrecernos alguna orientación adicional al respecto? Durante mucho tiempo la ONU ha evitado formular cualquier definición de terrorismo. Hace poco se ha aventurado de puntillas en una. Un informe de noviembre de 2000 del Sexto Comité de la ONU se aproximó a una definición general al declarar: 'Los actos criminales con el propósito de, o calculados para, provocar un estado de terror en el público en general, por un grupo de personas o por personas particulares por motivos políticos no son bajo ninguna circunstancia justificables, sean cuales sean las consideraciones de naturaleza política, filosófica, ideológica, racial, étnica, religiosa u otra que se utilicen para justificarlos'.

Pero una definición tan amplia no se sostiene. ¿No son los talibanes un 'grupo de personas' al que esperamos provocar un estado de terror? ¿Quién decide qué es un acto criminal?

Desde el 11 de septiembre crece el apoyo para organizar una convención de la ONU sobre el terrorismo. Podemos plantearnos la utilidad que tendría cualquier definición que surgiera de ella, tanto por las grandes diferencias entre los puntos de vista de los Estados miembros sobre el ámbito a tener en cuenta como por las dificultades intrínsecas, incluso para el análisis más neutral e independiente. Siendo realistas, lo mejor que se podría esperar es que un grupo de Estados de espectro tan amplio como sea posible, que incluya Estados de diferentes 'civilizaciones', en el sentido del politólogo Samuel Huntington, consiga llegar a un acuerdo sobre la descripción de tantos casos particulares como sea posible. Al menos Europa y Estados Unidos deberían alcanzar un acuerdo, lo que no está en absoluto garantizado si pensamos, por ejemplo, en los diferentes puntos de vista sobre Irak o sobre Israel y la cuestión palestina. Pero incluso en este caso, aunque no surgiese una política común, un análisis conjunto supondría al menos un punto de partida.

A este propósito, mis cuatro encabezamientos pueden servir como un modesto modelo, si bien en cada caso el contenido será muy diferente y no hay unas directrices universales para juzgar cada combinación. Ya que, como agudamente señaló el gran obispo [de Durham y Bristol (1692-1752), Joseph] Butler cada cosa es lo que es y no otra cosa.

El líder de la guerrilla albanesa de Macedonia, Ali Ahmeti (sentado el segundo por la izquierda), con su plana mayor, en septiembre pasado.
El líder de la guerrilla albanesa de Macedonia, Ali Ahmeti (sentado el segundo por la izquierda), con su plana mayor, en septiembre pasado.REUTERS

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