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El liberalismo y Villacañas

Al catedrático de filosofía moral y política señor Villacañas no le gustó mi artículo Liberal pero menos. Pensado y hecho me replicó con Liberal pero más, aquí en esta página (13-11-2001). No dijera más Tito, me decidí a suplantar a Tito, pues no merece menos hombre tan culto e inteligente como este profesor. Prosa coriácea y algún que otro concepto seudofilosófico aparte, Dios me valga.

Me sorprende que el señor Villacañas escriba: 'La idea que quiero transmitir al lector es que no sé desde dónde habla el señor Lloris y... uno no sabe a dónde quiere ir a parar'. (Puro aticismo estilístico). Espero que sea sólo uno, él, aunque a decir verdad, también él sabe adónde voy a parar, pues cita frases de mi artículo que claramente así lo indican. Por ejemplo, escribí que el liberalismo siempre se ha sustentado sobre 'el beneficio económico y el sacrosanto derecho a la propiedad y a la seguridad del statu quo', si bien reconociendo a renglón seguido que el credo liberal no está exento de nobleza, aunque las bellas intenciones, aclaré más adelante, sólo estaban dirigidas a los partícipes de la 'buena sociedad', pues la otra, abrumadoramente mayoritaria, quedaba muy lejos del reducto y no constituía amenaza. Todo eso, que sólo en parte ha cambiado de disfraz, ¡lo leyó el profesor!

Leyó eso y más, pero no le bastó para percatarse de 'adónde voy a parar'. No le alumbró mi siguiente afirmación, sea o no errónea. 'La libertad económica siempre se ha sustentado sobre el truco y la impostura'. ¿Qué más tendré que hacer para persuadir al señor Villacañas de que dije claramente lo que quería decir, sobre todo habida cuenta de que él parece saberlo? Puntualizo. Parece saberlo sólo en parte, pues omite un dato crucial: mi artículo era una réplica al de otro profesor y desde esa perspectiva hay que juzgarlo. Más que tesis, es crítica. Si uno no percibe ese hilo conductor, difícilmente se enterará por completo de adónde quiero ir a parar. En ese contexto, no en el de Villacañas, cité la ley de Gresham, según la cual el oro y la plata desplazan del mercado al cobre, o sea, que el hermano mayor se come al menor. Como ocurre en la naturaleza, tan amada por el liberalismo: orden natural, razón natural; y natural por deducción, el sacrosanto derecho a la seguridad y a la propiedad, ocupaciones casi únicas del Estado bien concertado. Entre bobos anda el juego y una y no más, Santo Tomás: pues ese Estado favoreció a unos en detrimentos de otros. En efecto, todas las grandes y menos grandes empresas coloniales fueron llevadas a cabo con el patrocinio estatal. El Estado al lado de las compañías más influyentes, en perjuicio de las menos. '¿Debería el gobierno central tener poder para regular el comercio? Si y no, dependiendo de qué interés económico predominaba en cada estado de Estados Unidos'. 'Pasada una década de la ratificación constitucional, los caballeros ricos le arrancaron al Gobierno monopolios, fondos públicos, prerrogativas en transportes, bancos, manufacturas...' (Gus Tyler). O sea, lo que sigue ocurriendo hoy, que se lo pregunten a las compañías aéreas, a las de seguros, etc. El mercado liberal es una entelequia. Darwinismo social y económico, por supuesto, y ya que lo menciona el profesor Villacañas. Más que impostura, la 'libertad económica' es un mito.

Retomo ahora un punto tangencialmente mencionado antes. Es el núcleo de este artículo: el hombre abstracto, 'racional' del liberalismo pensante. No es una persona. Las personas son sospechosamente humanas y, por ende, no manipulables. Diablos, igual te hacen una revolución. Peligroso. Al ser humano hay que reducirlo a un puñadito de atributos innatos, inmutables y eternos. (Resonancia de las cualidades primarias de Galileo). Es así como se le anula, pues al 'individualizarlo' se le hace autosuficiente. La autosuficiencia de este presunto individuo conduce a su aislamiento, a su separación del grupo: condición indispensable para que se le pueda manejar según antojo. Como en la fábula: a los pájaros hay que cogerlos de uno en uno. Nada de personas y todo de átomos solitarios en perpetuo movimiento. No existe el pasado, la vida empieza hoy. El pasado es una peligrosa alucinación, una mescolanza de vínculos, de sensaciones, de recuerdos, de ataduras sociales, religiosas, gremiales. No más historia que la de una razón siempre una, incólume, innata. Sin interferencias viscerales. Véngame usted con historias y pronto querrá vivirlas con otros y hasta para otros, con derrames de efusión que pueden degenerar en conciencia social. Abdique de su autosuficiencia, que por ahí acaba uno convirtiéndose incluso en masa. Como usted es tonto, déjese de veleidades y retorne a lo que la sabia naturaleza, nuestra madre, hizo de usted; si no quiere, acuérdese de que las armas las tenemos nosotros. (Esto puede sonar a izquierdismo radical, cosa que no está en mi ánimo. Pero me puede que el liberalismo concibiera este tipo de ser humano, un ente ahistórico y por ende, domesticable. Así no nos ha lucido el pelo, y así nos atrapa el mundo virtual).

No cité frase alguna de Bentham, que yo recuerde, profesor Villacañas. Me referí a un cambio de ideas. Utilitarista hasta el tuétano, al principio, Bentham fue evolucionando hasta convertirse a la democracia representativa, con sufragio universal.

'Tampoco le vendría mal al lector, para entender su posición (la mía), ampliar la valoración que hace de Rousseau'. Vale. Importa deshacer malentendidos con respecto a una figura tan enorme y tan compleja. Así por ejemplo, nunca habló bien del hombre en estado de naturaleza. Despreciaba esta etapa de la evolución humana tanto como Hobbes. Rousseau se ceba en el estudio siguiente, cuando hace su aparición la propiedad y asoman las instituciones. (Siempre odió las instituciones intermedias) En cuanto a la 'Voluntad General' es un ingenioso e irrealizable camelo y él lo sabía. Era una manera de propugnar la unión, uno de sus grandes ideales.

Rousseau no era liberal. En realidad, Rousseau no era ni esto ni lo otro, sino todo lo contrario. Un pragmático. ('Cada una (forma de gobierno) es la mejor en ciertos casos, la peor en otros'). Aspiraba a la hermandad entre los seres humanos y a que unos no fueran demasiado ricos y otros demasiado pobres. Pero aquí pongo fin porque se me acabó el espacio, que es rey.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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