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Tribuna:ANTE EL DÍA DEL COOPERATIVISMO
Tribuna
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Cooperar: cómo y por qué

'Obrar conjuntamente con otro u otros para un mismo fin'. Ésta es la definición académica del término 'cooperar'. En otras palabras: unir voluntades para hacer una cosa en común. Quienes estamos comprometidos con el cooperativismo nos identificamos con esta frase y, sobre todo con su significado.

Y sobre que la cooperación es buena, no parece que haya demasiadas dudas. La necesidad de unir voluntades para mejorar los procesos, para añadir valor a nuestros productos, para reducir los costes de producción o distribución, está presente en la vida económica de las empresas, sean del nivel que sean y, por supuesto, tengan la formula jurídica de cooperativa, de sociedad mercantil o, parece incluso que con mayor frecuencia, en las grandes corporaciones. En la prensa económica encontramos casi a diario referentes o noticias en este sentido.

Es fácil sentir la tentación de pensar que existen huecos de mercado que nos permitirán subsistir manteniendo intacta nuestra autonomía. Pero el mercado es cada vez más abierto y, cada día, competimos más todos con todos y, desde luego, las mediadas y grandes empresas, con su poder económico y sus posibilidades de acceder a las nuevas tecnologías, están o estarán presentes en los pequeños segmentos de mercado, a través de la creación de pequeñas divisiones, mediante la compra de empresas o bajo la fórmula de franquicia. Por otra parte, algunos pensamos que el cooperativismo y, por tanto, las empresas cooperativas deben aspirar a ser, además de una buena manera de organizar pequeñas unidades de producción o de servicios, verdaderos referentes en sectores donde se operar con grandes magnitudes (como de hecho ya está ocurriendo en más de un caso).

Desde luego, poco podemos hacer para invertir el transcurso de la actividad económica. Lo que sí podemos hacer, y es nuestra responsabilidad, es aceptar esa natural evolución del mercado y actuar, como empresas, en consecuencia. Sólo así, con nuestra participación activa en ese mercado, aceptando sus reglas y aprovechando sus instrumentos, podremos intervenir en él y cambiar, para mejorarlo, el actual panorama económico y las desigualdades que trae consigo.

Hay que cooperar, es obvio. Pero, ¿cómo? En mi opinión, la fórmula para cooperar se debe parecer bastante a un traje a medida. Porque hay formas muy diferentes de hacerlo, desde la fusión pura y dura, hasta la integración de una parte de la actividad de la empresa, pasando por la subcontratación parcial, la creación de redes comunes o el establecimiento de alianzas estratégicas. Y no es fácil encontrar la fórmula más adecuada, que será aquélla que menor incertidumbre ofrezca desde el punto de vista del progreso empresarial y que, a su vez, tenga en cuenta el talante de las personas que han de protagonizar el proceso. Y, lo que es más importante en una cooperativa, que no rompa los principios inspiradores de la empresa que asume el proyecto de intercooperación.

En cualquier caso, somos los dirigentes de las cooperativas quienes debemos escoger, entre el amplio abanico de fórmulas posibles, la que sea más adecuada a nuestra realidad. Y hemos de elegirla con inteligencia, con responsabilidad, con prudencia, con generosidad, pero también con decisión, sin miedo al error (sólo se equivocará el que no actúe) y, sobre todo, teniendo presente en todo momento que ni el mercado, ni nuestra empresa, ni la sociedad, ni nuestra propia comunidad de trabajo aceptarán, en el medio o largo plazo la indecisión.

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En la Confederación de Cooperativas de la Comunidad Valenciana nos proponemos cumplir con el objetivo de promover, facilitar e impulsar encuentros y acciones que supongan un avance en la reflexión sobre estas cuestiones. Por ello, dentro del programa de la jornada conmemorativa del Día Mundial del Cooperativismo, que tendrá lugar en Castellón el día 15 de noviembre, hemos incluido un panel en el que cinco personas, de sectores tan diferentes como la enseñanza, el crédito rural o el mundo agrario en sus distintas facetas, hablarán de sus experiencias concretas de intercooperación, todas ellas prometedoras aunque no haya coincidencia en las fórmulas elegidas. Esta iniciativa, además de aportar valiosos criterios a tener en cuenta por quienes estén pensando en iniciar procesos similares, nos permitirá corroborar una idea que ya intuimos desde hace tiempo: el potencial del cooperativismo será mucho mayor si se atiende al principio fundamental de la intercooperación (esto es: la cooperación entre cooperativas), que desde nuestro punto de vista es, no sólo conveniente, sino necesario, para afrontar con éxito los retos de la globalización económica y para favorecer la vertebración de nuestro sector.'Obrar conjuntamente con otro u otros para un mismo fin'. Ésta es la definición académica del término 'cooperar'. En otras palabras: unir voluntades para hacer una cosa en común. Quienes estamos comprometidos con el cooperativismo nos identificamos con esta frase y, sobre todo con su significado.

Y sobre que la cooperación es buena, no parece que haya demasiadas dudas. La necesidad de unir voluntades para mejorar los procesos, para añadir valor a nuestros productos, para reducir los costes de producción o distribución, está presente en la vida económica de las empresas, sean del nivel que sean y, por supuesto, tengan la formula jurídica de cooperativa, de sociedad mercantil o, parece incluso que con mayor frecuencia, en las grandes corporaciones. En la prensa económica encontramos casi a diario referentes o noticias en este sentido.

Es fácil sentir la tentación de pensar que existen huecos de mercado que nos permitirán subsistir manteniendo intacta nuestra autonomía. Pero el mercado es cada vez más abierto y, cada día, competimos más todos con todos y, desde luego, las mediadas y grandes empresas, con su poder económico y sus posibilidades de acceder a las nuevas tecnologías, están o estarán presentes en los pequeños segmentos de mercado, a través de la creación de pequeñas divisiones, mediante la compra de empresas o bajo la fórmula de franquicia. Por otra parte, algunos pensamos que el cooperativismo y, por tanto, las empresas cooperativas deben aspirar a ser, además de una buena manera de organizar pequeñas unidades de producción o de servicios, verdaderos referentes en sectores donde se operar con grandes magnitudes (como de hecho ya está ocurriendo en más de un caso).

Desde luego, poco podemos hacer para invertir el transcurso de la actividad económica. Lo que sí podemos hacer, y es nuestra responsabilidad, es aceptar esa natural evolución del mercado y actuar, como empresas, en consecuencia. Sólo así, con nuestra participación activa en ese mercado, aceptando sus reglas y aprovechando sus instrumentos, podremos intervenir en él y cambiar, para mejorarlo, el actual panorama económico y las desigualdades que trae consigo.

Hay que cooperar, es obvio. Pero, ¿cómo? En mi opinión, la fórmula para cooperar se debe parecer bastante a un traje a medida. Porque hay formas muy diferentes de hacerlo, desde la fusión pura y dura, hasta la integración de una parte de la actividad de la empresa, pasando por la subcontratación parcial, la creación de redes comunes o el establecimiento de alianzas estratégicas. Y no es fácil encontrar la fórmula más adecuada, que será aquélla que menor incertidumbre ofrezca desde el punto de vista del progreso empresarial y que, a su vez, tenga en cuenta el talante de las personas que han de protagonizar el proceso. Y, lo que es más importante en una cooperativa, que no rompa los principios inspiradores de la empresa que asume el proyecto de intercooperación.

En cualquier caso, somos los dirigentes de las cooperativas quienes debemos escoger, entre el amplio abanico de fórmulas posibles, la que sea más adecuada a nuestra realidad. Y hemos de elegirla con inteligencia, con responsabilidad, con prudencia, con generosidad, pero también con decisión, sin miedo al error (sólo se equivocará el que no actúe) y, sobre todo, teniendo presente en todo momento que ni el mercado, ni nuestra empresa, ni la sociedad, ni nuestra propia comunidad de trabajo aceptarán, en el medio o largo plazo la indecisión.

En la Confederación de Cooperativas de la Comunidad Valenciana nos proponemos cumplir con el objetivo de promover, facilitar e impulsar encuentros y acciones que supongan un avance en la reflexión sobre estas cuestiones. Por ello, dentro del programa de la jornada conmemorativa del Día Mundial del Cooperativismo, que tendrá lugar en Castellón el día 15 de noviembre, hemos incluido un panel en el que cinco personas, de sectores tan diferentes como la enseñanza, el crédito rural o el mundo agrario en sus distintas facetas, hablarán de sus experiencias concretas de intercooperación, todas ellas prometedoras aunque no haya coincidencia en las fórmulas elegidas. Esta iniciativa, además de aportar valiosos criterios a tener en cuenta por quienes estén pensando en iniciar procesos similares, nos permitirá corroborar una idea que ya intuimos desde hace tiempo: el potencial del cooperativismo será mucho mayor si se atiende al principio fundamental de la intercooperación (esto es: la cooperación entre cooperativas), que desde nuestro punto de vista es, no sólo conveniente, sino necesario, para afrontar con éxito los retos de la globalización económica y para favorecer la vertebración de nuestro sector.

Luis Valero es presidente de la Confederación de Cooperativas de la Comunidad Valenciana.

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