Ibérica nación
En estos días se habla mucho de patriotismo constitucional. Cabría decir, como humilde intento de resumen, que quienes recelan del patriotismo constitucional suelen abrazar otros patriotismos a escala menor: cariños periféricos que han protagonizado el discurso territorial desde la transición. Por su parte, quienes difunden el patriotismo constitucional parece que aceptan con sutil desencanto que España es una compleja nación de naciones. En cualquier caso, se trata de un asunto de la mayor importancia. Tanto que PP y PSOE se pelean por la apropiación del concepto, que yo veo más cercano al discurso de Zapatero que al de Aznar, aunque uno y otro se saben la Constitución y siempre serán fieles a su dictado sabio, implicador y democrático. Fieles a ese dato, para algunos doloroso, y para la gran mayoría estimulante, de que España existe y tiene futuro. Pero no es España el tema de este artículo, aunque lo parezca, sino el de la brumosa Iberia. He ahí un lugar de encuentro irrebatible. Iberia también existe. Iberia, donde hemos dado en vivir. Iberia, que es Europa y que no lo es del todo; algo parecido al Reino Unido: ellos son unas islas y nosotros una virtual balsa de piedra, como intuyó Saramago, a medio camino entre América y Europa. Mucho más cerca en nuestro corazón La Habana que Bruselas, al margen del euro y sus ventajas. Iberia existe y ahí también entran los vascos, que son ibéricos, proto-ibéricos cabría decir, y por supuesto los portugueses, que siempre nos iluminan con su visión iberista, hoy más actual que nunca. Iberistas fueron en vida Pessoa, Miguel Torga o Cardoso Pires; y lo son ahora el citado Saramago, o Lobo Antunes quien dice sentirse más ibérico que europeo. Porque al norte de los Pirineos alienta una otredad que no se nos revela en Lisboa. Tampoco en México o en Buenos Aires. Vivimos en Iberia, y parece que cada vez importa menos subrayar lo hispánico o lo lusitano, lo atlántico o lo mediterráneo. La política de un país es su geografía, como bien dijo Napoleón, y conviene recordar que somos ibéricos, tal vez el único patriotismo plurinacional que está a salvo de prelados y generalísimos, de historiadores sesgados y de pistoleros a secas.
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