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Columna
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Un hombre de palabra

Creo que los alicantinos estamos en deuda con José Luis Villacañas. El director general del Libro ha demostrado ser un hombre de palabra, consecuente, eficaz en su trabajo. Meses atrás anunció que su departamento ordenaría los archivos de Rafael Altamira y acabamos de ver una exposición con los documentos ya catalogados. Estaban estos archivos -libros, cartas, papeles personales del jurista- depositados desde hace varios años en el instituto Jorge Juan, de Alicante, por deseo de su familia. Sin embargo, se encontraban sin clasificar y en unas condiciones de conservación bastante deficientes. Durante mucho tiempo, la dirección del instituto se dirigió a la Consejería de Cultura para que pusiera remedio a esta situación. Las numerosas peticiones que se hicieron en este sentido jamás obtuvieron respuesta.

La diputada Dolores Moyá denunció, en noviembre del pasado año, el estado en que se encontraban estos archivos. La denuncia tuvo un eco considerable en la ciudad, donde la figura de Altamira es muy respetada. Intervino Villacañas en la polémica y prometió resolver el problema. En aquel momento, muchos juzgamos la promesa del director general del Libro como una de las que tan a menudo realizan nuestros políticos, sin otra intención que sacudirse el asunto de encima. Jamás pensamos que llegara a cumplirla y, mucho menos, con la diligencia que lo ha hecho.

Anuncia ahora José Luis Villacañas que la Biblioteca Valenciana editará la obra completa de Rafael Altamira. Lo hará junto con la de otro distinguido alicantino, el ilustrado Sempere Guarinos. Es un proyecto estimable, que dice del buen hacer de la Biblioteca. Altamira fue uno de nuestros juristas más prestigiosos, y uno de los hombres que en su tiempo mejor dominaron el Derecho Internacional. Presidió el Tribunal de La Haya y llegó a ser propuesto para el Nobel de la Paz.

Naturalmente, la edición de esta obra será digital. Realizar una edición en papel sería una temeridad y acarrearía un coste elevadísimo. Altamira fue un polígrafo profuso, que se interesó por los más diversos temas. Publicó en vida más de 250 obras. No todas tienen el mismo valor y su interés resulta desigual. La edición digital, mucho más económica, permitirá que toda la obra esté al alcance de los estudiosos que son, a fin de cuentas, quienes más habrán de utilizarla.

Quizá el más relevante de los anuncios efectuados por Villacañas, durante su visita a Alicante, sea la intención de reunir en un fondo único todo el legado de Altamira. Es una decisión muy atinada, que supondrá una inestimable ayuda para los investigadores. Se uniría así la documentación que se encuentra en Alicante con la depositada en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, de modo que todo su contenido podrá consultarse digitalmente. Esta acción remediará el descuido de nuestros políticos que, años atrás, no evitaron que los archivos de Altamira salieran de la ciudad.

¿Hará falta decir que estas actuaciones de Villacañas y de la Biblioteca Valenciana resultan admirables? Desde luego, son una de las mejores maneras que conozco de recuperar eficazmente nuestro pasado.

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