Ensoñación cromática
La pintura, mejor que cualquiera de las otras artes, permite al artista desarrollar la imaginación, crear y deshacer imágenes en la mente, abriendo espacios desconocidos o ideando nuevas estructuras visuales ante los ojos. Pero la pintura no es sólo el arte de las imágenes, sino que la propia aplicación de los pigmentos sobre una superficie plana ha dado origen a otro tipo de imaginación sin figuras que, entroncada con los sueños, se relaciona con lo inmaterial, ocupando el espacio de la ensoñación sin necesidad de reflejar lo real o lo cotidiano. Alberto Reguera (Segovia, 1961) es un pintor abstracto y lírico que, partiendo de la recreación de paisajes imaginarios, ha ido dando sentido a la materia plástica, a los pigmentos, hasta convertirlos en sueños cromáticos, en delicuescentes fantasmas que recorren el espacio de la tela dejando en ella leves huellas de su paso. Sus cuadros son superficies en las que el color campea libremente fluyendo sobre sí mismo, mostrándose a través de pequeños matices luminosos y de sutiles cambios cromáticos.
ALBERTO REGUERA
Pintura Galería Antonio Machón Conde de Xiquena, 8. Madrid Hasta el 15 de noviembre
La pintura, en cuanto arte de lo inefable, transmite sentimientos y estados de ánimo a través de la ordenación de elementos plásticos o simplemente de la visualización del color. El color, por ser en sí una abstracción, permite asociar a quienes lo contemplan sensaciones y sentimientos para los que la palabra o la imagen, en sus respectivas concreciones, resultan torpes o excesivamente evidentes. Alberto Reguera aprovecha esa ambigüedad sentimental que proporciona la percepción del color para abrir a los espectadores de su obra la posibilidad de diferentes interpretaciones que vienen sugeridas por unos títulos que hacen referencia a fenómenos atmosféricos, tales como el relámpago, el viento, el atardecer o el resplandor, metáforas de estados anímicos, como aquellos que fueron representados por los pintores románticos del paisaje.
Efectivamente, como decía
el paisajista inglés John Constable, 'pintar es otra manera de decir sentir'. Siguiendo esta estela, la pintura de Alberto Reguera, que muestra paisajes diluidos e interiorizados, parece pretender una sublimidad heroica a través de la creación de unos espacios sin escala, carentes de referencias externas, que pretenden lo absoluto. Se trata de un juego de vapores y de olores, de muda poesía y fugaz ensoñación que reclama cierta constancia en la contemplación para hacerse evidente, ya que en los cuadros se muestra apenas nada y, sin embargo, se percibe algo ambiental y sensual, un hálito atmosférico y una atracción magnética que no es frecuente en las manifestaciones del arte actual, que sólo buscan la sorpresa por medio de imágenes insólitas.
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