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Crónica
Texto informativo con interpretación

El acelerado regreso al planeta de los simios

AÑO 2029. Una extraña tormenta electromagnética se cierne sobre el sistema solar. En órbita alrededor de Saturno, la Estación Espacial Oberón registra un verdadero collage de imágenes remitidas por la tormenta: Hitler inaugurando los Juegos de Berlín, Clinton en el famoso despacho oval, pasando por secuencias de películas como Ultimátum a la Tierra. Pericles, un chimpancé entrenado en misiones espaciales, es enviado en una lanzadera a investigar el inusitado fenómeno cósmico. Tras ser engullido por un vórtice espaciotemporal (¡?), Leo Davidson, su cuidador, partirá en su ayuda y acabará recalando en un planeta dominado por simios, cuyo pasatiempo favorito es la caza de humanos. Éste es el punto de partida de la nueva versión de El planeta de los simios (1968), una película que rinde tributo a su predecesora, con constantes guiños, incluyendo un cameo de Charlton ojos claros Heston.

Ambas versiones se inspiran en la extraordinaria novela homónima del francés Pierre Boulle, de la que, no obstante, se apartan cuando lo requiere el guión. Y para muestra, un botón: las dos décadas que nos separan de la historia narrada en el reciente remake se convierten en la novela en 500 años (¿maniobra para justificar la avanzada tecnología de la nave?); los humanos que habitan el extraño mundo al que arriba Davidson hablan un perfecto inglés del siglo XXI (pese a los siglos transcurridos). En cambio, en el (hipotético) segundo planeta que orbita Betelgeuse, los humanos sólo son capaces de gruñir.

Centrémonos en los curiosos mecanismos empleados para viajar hasta el planeta de los simios. Mientras que ambos filmes invocan misteriosos fenómenos cósmicos de dudosa factura, Boulle hace gala de unos notables conocimientos físicos. En la novela, la temeraria tripulación decide viajar hasta el sistema que orbita la estrella supergigante Betelgeuse, en la constelación de Orión, a bordo de una nave relativista: 'Esta nave puede desplazarse por el espacio a la mayor velocidad que pueda usted imaginarse para un cuerpo material Puede acercársele con sólo una diferencia de una cantidad infinitesimal, del orden de una milmillonésima, si usted quiere', afirma el sabio Antelle.

La duración del viaje hasta Betelgeuse es de sólo dos años, en tiempo de la nave, mientras que para la Tierra habrán transcurrido tres siglos y medio, mera consecuencia del conocido efecto relativista de la dilatación del tiempo. Como sostiene Antelle, '...para alcanzar esta velocidad en la que el tiempo ya casi no transcurre, con una aceleración que nuestro organismo pueda resistir, precisamos un año. Otro año será necesario para aminorar nuestra marcha. ¿Comprende usted ahora nuestro plan de vuelo? Doce meses de aceleración y doce meses de frenado'. Aspectos que tener muy en cuenta al afrontar un viaje espacial y que podrían representar una opción viable en un hipotético viaje relativista futuro. Y es que los responsables de la película parecen haber olvidado que un simple traje espacial no protege de las extraordinarias aceleraciones que sufre Davidson en su accidentado descenso al planeta de los simios.

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