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VISTO / OÍDO
Columna
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Lenguas y talentos

Mis padres hablaban inglés de lo que el niño no debía oír: aceleré mi aprendizaje para vencer su pudor victoriano. Y para leer las novelas pornográficas que había en la biblioteca, también de la época victoriana: las épocas de pudor producen la transgresión, y las censuras de Arias Salgado y Fraga produjeron el más alto número de masturbaciones, y otras vidas secretas en España. Conversé, leí, escuché bien en inglés. Hoy no entiendo las películas en inglés, y no he perdido nada (en ese aspecto soy una ruina afgana): es que esa lengua ha cambiado.

Los imperios no sólo prestan lengua a quien la dirá luego mal, sino que cambian la suya con la de los países influidos. El imperio inglés, el americano sobre el inglés, han cambiado esa lengua, y su actualidad universal, su vida en Internet y en los congresos, ha modificado vocabulario y sintaxis. Pobres o ricas, las lenguas mudan, y eso pasa con el castellano: espero que en el real congreso de Valladolid la defensa de este idioma se base en aceptar su enriquecimiento, sus nuevas sintaxis, las aportaciones de las capas más inventivas de la sociedad -las marginales- y las americanas, y ésta que llega de las lenguas periféricas que arden en las autonomías, y que salvamos de entre las seis mil perdidas del mundo, de las que pronto quedarán sólo seiscientas (Ian Buruma: holandés, escritor en inglés, novelista, humanista, periodista, especialista en Asia: si se puede, se le leerá). Este castellano o español, o hispano, quedará, pero es probable que si yo volviese a la vida dentro de cien años no entendiera nada.

Los chicos de la fracasada escuela española tienen que leer libros que en mi infancia eran populares, versos que recitaban las señoritas: y no los entienden. Hablo de las leyendas de Bécquer, o de Espronceda: ni siquiera pongo a Unamuno o al fresco Larra. Mi hija de dieciséis años leía un librito escolar de la República y reía (¡cómo me molestó!). Es verdad lo que algún sabio dice en el pórtico de este congreso: lengua y pensamiento son simultáneos, y si se reduce el lenguaje se reduce el talento. Pero el lenguaje no se reduce, se sustituye. Y el pensamiento también. 'Lenguas y talentos': una expresión castiza de hace poco y ya no existe. Una metáfora burlona de las casquerías, que vendían sesos y lengua. Cuando comiencen a hablar en Valladolid, defenderán un idioma: cuando clausuren, ese idioma será ya ligeramente otro.

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