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Reportaje:ESCAPADAS

Brighton, dulce juerga inglesa

Una ciudad sin prejuicios en la costa del Reino Unido

Libre de prejuicios e inofensiva, Brighton merecería estar en los primeros círculos del Infierno de Dante, donde reciben tormento pródigos, glotones o lujuriosos. Siempre fue sitio amable para gente con debilidades inconfesables. Carlos II pasó una larga noche por las callejuelas de los Lanes, buscando un barco con el que huir a Francia, tras la derrota en la batalla de Worcester. Disfrazado de criado y con el rabo entre las piernas, llegó sano y salvo a Normandía. Desde entonces, se conmemora cada mes de mayo la real huida con una carrera por el canal de la Mancha.

Este puerto de mar se ha convertido en una de las ciudades más propensas al jolgorio de Inglaterra. Atrae lo mismo a estrellas de música tecno que a turistas de ida y vuelta. Resulta irresistible para príncipes de la noche que siguen a los dj más conocidos del planeta; es punto de referencia para gays del mundo entero y, en general, para todo el que quiere pasarlo bien sin ser sometido a juicio. En Brighton uno sólo se siente vigilado por las gaviotas, que acechan a los turistas con un graznido estridente y obsesivo.

La playa está invadida por un hervidero humano que consigue enrarecer el aire fresco. Cuando uno pisa la arena, lo primero que sorprende es un olor a perrito caliente que hace olvidar el del yodo y la sal. De los tenderetes sale un tufo a chamusquina que presenta la ciudad como un gran barracón de feria.

Instalado en uno de los embarcaderos victorianos que vigilan la costa, el Palace Pier es un parque de atracciones en plena actividad desde 1899. Ingenios espeluznantes giran a toda velocidad entre algodones de azúcar, adivinos, magos, máquinas tragaperras, rufianes y seductores. En Brighton Rock, la novela más negra de Graham Greene, el antihéroe avanza con desgana por este mismo muelle, en los años treinta, con el olor de la pólvora entre los dedos. Los asesinos degüellan a sus víctimas entre una multitud tan encantada de divertirse como la que ahora disfruta del vértigo de la altura. Los rótulos luminosos de las máquinas de juego siguen anunciando el 'juicio fatal', pero a nadie parece ya importarle. Hartos de tentar a la suerte y con los bolsillos más vacíos, los incautos salen felices a tomar el sol en las tumbonas o se balancean por la cubierta al son de la música.

El otro malecón, conocido como West Pier, está siendo rehabilitado, pero puede hacerse una visita con cita previa. Abierto en 1866, es como un gran balneario que se adentra sobre zancos en el mar. El perfil de los ventanales y de las columnas forma una delgada celosía en blanco y negro que sirvió de escenario para el esparcimiento de las clases medias victorianas en los años veinte.

La tarta del príncipe de Gales

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La ciudad, ya próspera en el siglo XVIII gracias a los recién descubiertos beneficios del aire y los baños de mar, fue visitada en 1783 por un jovencísimo príncipe de Gales, que la convertiría en el lugar más estrafalario y divertido de Inglaterra. El futuro regente, y más tarde Jorge IV, era de naturaleza casquivana y alegre. Fue jugador, bebedor y experto en pecados de la carne. Demostró siempre un talante liberal que debió conducirle a esa altura del infierno donde son castigados quienes someten la razón al sentimiento. Se enamoró perdidamente de una joven católica y viuda por dos veces. Loco de deseo, se casó en secreto con ella y sin permiso paterno. Brighton fue testigo y cómplice del romance.

Este rey, que hizo posible la tolerancia religiosa en Inglaterra, mandó construir en su ciudad preferida una residencia tan extraordinaria, excéntrica y extravagante como él mismo. Por fuera, el Royal Pavilion es una tarta de boda blanca y efímera. Parece que pueda desmoronarse en cualquier momento y ser engullido por la multitud que pulula por los Lanes. El estilo orientalizante refleja el peculiar gusto de Jorge IV, interpretado por John Nash. El prestigioso arquitecto, autor de casas más sobrias, como las del Regents Park londinense, aprovechó la ocasión para desmelenarse y creó un fantástico pastiche entre indio y chino en el corazón de Brighton. El palacio preside la ciudad como una falla a punto de arder y observa desde los alminares y las cúpulas de merengue el hormigueo de los turistas.

Cuando uno empieza a ahogarse en este decorado excesivo, los Lanes proporcionan un poco de aire fresco. Es un conjunto de callejuelas comprendidas entre West St. , North St., East St., y el mar. Fue el primer núcleo urbano de Brighton y ahora es una zona peatonal atestada de tiendas, restaurantes y cafés al aire libre.

Zapatos 'vegetarianos'

En North Lane, entre North St. y Trafalgar St., están los mejores garitos de segunda mano de la ciudad: discos, libros, ropa, muebles y baratijas de toda especie. En Bond St. y Kensinton Gardens, los escaparates exhiben zapatos vegetarianos, telas de Mesopotamia o instrumentos de percusión desconocidos. En los pubs de Sidney St., piratas ya viejos lucen sus tatuajes mientras apuran pintas de cerveza negra sin respirar.

Al este del Palace Pier se extiende el King's Cliff, un elegante barrio construido en tiempos de la regencia, con 381 edificios catalogados. La fachada blanca de Marine Parade es un paseo marítimo construido en torno a 1820. A sus pies corre paralelo Madeira Drive y entre los dos, unas arcadas de hierro forjado miden la altura sobre el mar. En la parte alta, Camelford St. es uno de los ejemplos mejor conservados de arquitectura de la regencia en pequeña escala, y el Royal Crescent, otra muestra de ingenio local. Se trata de un semicírculo de casas construidas entre 1798 y 1807 de modo engañoso. Brighton creció muy deprisa en aquellos años y utilizaron un sistema de tejas barnizadas para ahorrar ladrillos. Cada teja tiene una cuña sobre la que encaja la siguiente con precisión matemática; las estructuras de madera se recubrían así para que las casas parecieran de ladrillo y resultaran más baratas. El resultado es impecable y da el color black glazed característico de la ciudad.

Todo el recorrido se puede hacer en un tren de juguete que va por el borde de la playa. El Volk's Electric Railway tiene el encanto de haber sido el primer tren eléctrico de Inglaterra y ahora sirve para avanzar por la arena de este dulce infierno sin quemarse.

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos - Población: 258.000 habitantes. Prefijo telefónico: 0012 73. Moneda: libra esterlina (unas 265 pesetas). Cómo llegar - Brighton está en el sur de Gran Bretaña, a 84 kilómetros de Londres. - Tren. Rail Track (08 457 48 49 50) sale desde varias estaciones de Londres aproximadamente cada hora. - Iberia (902 400 500) vuela a Londres desde 18.960 pesetas. - British Airways (902 111 333), a partir de 20.795 pesetas. - KLM (902 222 747), vía Amsterdam, desde 18.698 pesetas. - Air Europa (902 40 15 01), a partir de 30.282 pesetas. - Go (901 333 500), desde 23.640 pesetas. Dormir - The Royal Albion Hotel (32 92 02). 35, Old Steine. Habitación doble, 21.110 pesetas. - Hilton Brighton Metropole (77 54 32; www.hilton.com/uk). Kings Road. Desde 16.430 pesetas. - Brighton House Hotel (32 32 82; www.brightonhousehotel.co.uk). 52, Regency Square. Desde 13.250. - Brighton Backpackers (77 77 17). 75/76, Middle Street. Albergue a partir de 2.900 en habitación compartida. Comer - Alfresco (20 65 23). The Milkmaid Pavilion, Kings Road Arches. - English Oyster Bar (32 79 80). 29-30-31 East Street. Pescado fresco y terraza concurrida. - The Mosaic Restaurant (32 60 37). 122, King's Road. Con vistas al West Pier. Especializado en pescado local y pasta fresca. Desde 1.300 el plato. Información - http://tourism.brighton.co.uk.

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