'El artista tiene que arriegarse a la desaprobación'
A los 23 años llegó a lo más alto. Con 30 se le acusó de plagio. Ahora, con 40 años, el escritor estadounidense intenta quitarse la etiqueta de autor gay y representante del realismo sucio. En su novela Martin Bauman reflexiona sobre los entresijos del éxito y las preocupaciones de un escritor.
El escritor estadounidense David Leavitt podría ser el personaje de una novela. De una novela escrita, por supuesto, por él mismo. Con 40 años cuenta en su haber con una biografía literaria tan intensa en sus inicios como relajada es ahora, casi un paradigma de todo lo bueno y lo malo que le puede suceder a un escritor en su carrera. Llegó a lo más alto con tan sólo 23 años, momento a partir del cual pareció que su máxima preocupación sería lidiar con las etiquetas de portavoz de su generación, de escritor gay y de representar al realismo sucio. Pero con poco más de 30 mantuvo un sonado rifirrafe legal por plagio con el fallecido escritor británico Stephen Spender, que consiguió mitigar los efectos nocivos de una fama prematura amenazando su futuro inmediato como escritor.
Pasados siete años de la polémica, Leavitt vive semirretirado en la Toscana italiana, a la que ha dedicado el libro In Maremma, escrito con su compañero Mark Mitchell. En su trabajo -de prosa más elegante aunque no menos mordaz- sigue dando vueltas al tema del peso de la fama, las expectativas no cumplidas y el barullo que envuelve al mundo editorial, todo ello con un trasfondo autobiográfico. Leavitt viajó a Barcelona para visitar el rodaje de la adaptación cinematográfica de su novela Junto al pianista, que dirige Ventura Pons, y en vísperas de la publicación de su octava y última novela en España, Martin Bauman.
PREGUNTA. Tanto Junto al pianista como Martin Bauman están protagonizadas por artistas muy jóvenes que se inician en el camino de la fama. ¿Cómo le afectaron a usted las expectativas que se crearon en torno a su trabajo cuando empezó a publicar?
RESPUESTA. Creo que la única desventaja de empezar una carrera cuando eres muy joven es que la gente siempre te lo recuerda: 'Prometía tanto cuando era joven...'. Pero he intentado de una manera muy intensa escapar a este fenómeno escribiendo mucho y de forma consistente. La gran ventaja es que tienes más tiempo para desarrollar tu trabajo. No creo que lo que digan los medios de comunicación pueda afectar a un escritor realmente bueno. Porque si tú eres serio y escuchas tu voz interior y no lo que dicen otros... Es un lugar común hablar de la habitación propia de Virginia Woolf, un lugar en el que escribir y no dejarse influenciar. Esto es un ideal, porque no siempre puedes cerrar las orejas a los ruidos externos, pero se hace lo que se puede.
P. Uno de los temas principales de sus últimos libros es la preocupación por las consecuencias de la fama.
R. Creo que hay dos razones para ello. Por un lado, vivimos en una época que está obsesionada con la idea de la fama. Por otro, estoy muy interesado en la manera como la gente maneja las esferas pública y privada de su vida. En Martin Bauman, por ejemplo, hablo de la fama tóxica, de su parte oscura y de las complicaciones entre estas dos esferas en una misma persona: dos identidades que coexisten, pero que casi siempre lo hacen en conflicto.
P. En Martin Bauman el maestro le dice al aprendiz de escritor Martin que corre el peligro de convertirse en un escritorzuelo porque desea desesperadamente gustar. ¿Le pasó algo similar?
R. Creo que lo que le dice es que está preocupado porque Martin está demasiado interesado en ganarse al público, mientras que el artista tiene que arriesgarse a la desaprobación. Le dice que es más importante que escuche lo que tiene dentro de la cabeza. A muchos de los mejores artistas les ha pasado. Cuando Gaudí hacía sus edificios no le gustaban a nadie y ahora todo el mundo anda loco por él. Creo que esto es cierto para cualquier escritor. Es una preocupación que siempre he tenido en la cabeza y ahora he decidido escribir sobre ello.
P. En el cuento El artista de los trabajos universitarios, el protagonista se llama David Leavitt y en él se refiere a la polémica con Stephen Spender, que le acusó de plagiar sus memorias en la novela Mientras Inglaterra duerme.
R. En su momento fue un problema muy grande, pero aprendí mucho de todo aquello. No seré tan ingenuo de decir que la experiencia me sirvió para mejorar en mi trabajo, pero lo cierto es que este cuento es probablemente lo mejor que he escrito en mi vida, de lo que estoy más orgulloso. ¿Quién puede decir que una experiencia es buena o mala si apenas podemos juzgar lo que nos pasa? Por otro lado, la gente tiene una memoria tan corta, en estos tiempos, que al cabo de un año ya nadie se acordaba de lo que pasó.
P. Siempre ha luchado contra todas las etiquetas que le han colgado: la del realismo sucio, la de escritor gay...
R. Yo me considero escritor, ante todo. Para mí, ante todo existe la literatura, sea gay o lo que sea. Ningún escritor quiere ser etiquetado, pero no depende de nosotros. No podemos controlar lo que se dice de nuestro trabajo. Antes me enfadaba mucho, pero ahora estoy más resignado. La etiqueta del realismo sucio, sobre todo, era realmente estúpida. No significaba absolutamente nada.
P. ¿Para quién son más peligrosas, para los escritores o para los lectores?
P. Desde luego, las etiquetas son peligrosas para los escritores, pero también para los lectores, porque conllevan el riesgo de crear una cultura en que se acaba creyendo que la gente sólo puede leer libros escritos por gente que es como ellos. Creo que esto es más evidente y peligroso en Estados Unidos que en Europa. Si eres una mujer negra sólo lees libros de o para mujeres negras. Si eres gay, lo mismo. Yo fui educado en un entorno en que se concebía la literatura como algo universal. El placer de la lectura consiste en reconocer lo que tú tienes en común con gente que vive en entornos absolutamente distintos al tuyo.
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