Impresiones y opiniones de los nuevos universitarios
Estudiantes de primero hablan de los cambios que supone su nueva condición
Cada día son más valiosos. El descenso de la matrícula universitaria por razones demográficas hace que los alumnos de nuevo ingreso se coticen cada vez más alto, ya que suponen una demostración del atractivo que cada universidad puede esgrimir en el contexto general y constituyen, además, una fuente y un criterio de financiación.
Llegada la primavera, las universidades programan visitas para los estudiantes que acaban la enseñanza secundaria, y muestran su oferta en las ferias de la formación que, año tras año, cobran más auge. Los frutos se recogen en la matrícula de julio y septiembre que este mes concluye, al tiempo que se se preparan las fiestas de bienvenida. La Universidad de Alicante incluso ha establecido la costumbre de enseñar, en los primeros días del curso, el campus a los padres de los nuevos universitarios. La Universidad de Valencia ha hecho público ya su apretado programa de actividades Benvinguda 2001, donde predomina la música, con más de 20 artistas en cartel, pero hay también exposiciones, teatro y lecturas poéticas.
No obstante, las novatadas que pretendían erradicar las fiestas de bienvenida, no han desaparecido del todo, como prueba alguno de los testimonios recogidos de nuevos universitarios, que cuentan el cambio que supone llegar a la universidad desde los institutos, cuando no desde otras comunidades autónomas.- Javier Villoldo Jareño. Natural de Tomelloso (Ciudad Real), llegó a la Universidad de Alicante con la idea de estudiar Publicidad y Relaciones Públicas. Confiesa 'estar tranquilo' después de unos meses de incertidumbre y algo de 'angustia'. Estaba en lista de espera de admitidos y 'no podía permitirse el lujo' de arriesgar dinero y tiempo hasta que le confirmaran su plaza. 'Me avisaron cinco días antes de empezar las clases de que estaba admitido', explica, pero 'ya me había hecho a la idea de ir a estudiar a Castellón y tenía todo solucionado'. En pocas horas, Javier deshizo los planes y 'como loco' se zambulló en la búsqueda de un piso de alquiler, 'muy difícil de encontrar', continúa, 'porque hay muchos estudiantes de fuera que buscan con antelación'. Vive ahora muy próximo al campus de Sant Vicent en un piso compartido con un profesor, propiedad de la abuela de un amigo. 'Si no llega a ser por él, no sé dónde estaría viviendo ahora. Desplazarte a otra ciudad es un quebradero de cabeza considerable: piso, compañeros, además de hacerte a una ciudad, y a una comunidad diferente', señala.
- Úrsula Mateo Inglés, de 18 años y natural de Pilar de la Horadada, vive con unas compañeras en un piso de alquiler en Sant Vicent del Raspeig. Le encanta la universidad, donde estudia Turismo, por las instalaciones, infraestructuras y espacios verdes. Le disgusta un poco la distancia que, dice, marcan los profesores de la facultad, 'por lo demás es casi igual que en el instituto'. 'Aquí, quizás, cuesta un poco más intimar con los compañeros porque las clases son más numerosas, pero tampoco es un inconveniente ya que muchos están en tu misma situación y deseando encontrar amigos'.
- Elena Albors y Tomás Llorca, estudiantes de Psicología en la Universidad de Valencia. Elena, canaria, es de las pocas universitarias que decide cambiar su vida de la noche al día, aunque en sus islas le ofrezcan la nota de corte para la carrera que quiere estudiar. Descendiente de varias generaciones de valencianos, repite la historia familiar en sentido inverso: su padre, arquitecto se fue a Tenerife a estudiar. 'Mis padres no se lo han tomado muy bien, pero poco a poco. Las Palmas es muy pequeño y quería conocer mundo' dando el salto hacia Valencia porque 'necesito una ciudad con mar'. Le ha resultado más fácil encontrar compañeros en el colegio mayor Galileo Galilei que en la facultad. 'La gente aquí es más introvertida y se forman pequeños grupos. Además, como voy por las tardes hay mucha gente mayor', dice con voz cálida poblada de expresiones del archipiélago.
Tras los primeros días de clase, conoció a Tomás, residente en el mismo colegio. Ahora se sientan juntos, comparten morriñas y dudas de estudiantes primerizos, como las surgidas al confeccionar la matrícula. Piensan que en COU no informan adecuadamente del contenido de las carreras y se matriculan de las asignaturas atendiendo sólo al nombre. Además, una vez confeccionado el horario se les solapan algunas clases y en Secretaría no siempre saben cómo asesorarles. Quizá en el único espacio donde se sientan más pardales sea el colegio mayor. Las novatadas duran un mes, hasta el 20 de octubre y se repiten casi a diario: 'Los veteranos nos llaman por teléfono para decirnos que les hagamos la cama, si no lo haces ya sabes: Titánic (cubo de agua sobre la cabeza). Aunque lo pasamos bien y somos una piña', explica Tomás sonriendo.
- Pilar Delgado. Es una de las 265 estudiantes de nuevo ingreso de La Nau Gran, que permite a los mayores de 55 años compartir aulas con universitarios más jóvenes. Esta ama de casa estudiante de Historia del Arte no siente que su vida haya dado un vuelco al entrar en la Universidad de Valencia. 'Mi marido era químico, mi hija estudió Historia y Derecho, y mi hijo es médico. Yo he leído mucho, pero me casé joven y me faltaba tiempo'. Ahora le ha llegado su oportunidad: 'Podré hacer lo que siempre he querido, es fantástico'. No considera complicado adaptarse al sistema de créditos, ni cumplimentar la matrícula. 'Será porque he tenido que sortear verdaderos problemas y ahora no veo los listones que a veces un joven pueda ver'. Con una mirada sosegada y estimulante responsabilidad inicia los módulos introductorios con sus 'compañeros de promoción'. A partir del segundo cuatrimestre compartirá pupitres con estudiantes de licenciatura, hasta recorrer un itinerario de 90 créditos repartidos en tres años.
- Desirée Soler y Pablo Cervera, estudiante de Empresariales en la Universidad de Valencia. 'Antes éramos quince en una clase, ahora más de cien. Todo es más despersonalizado y lo que más miedo me da son los exámenes', confiesa. Piensa que la universidad 'te curte' obligándote a hacerte más autónomo. 'El primer día no conocía a nadie, pero es bastante fácil hacerte con la gente'. El mayor estrés: la distancia. Viene de Favara todos los días. El año pasado estuvo trabajando en una agencia de seguros y opina que el paso del colegio al instituto fue la mayor transición. Quien se siente 'solo en cierto modo primerizo' es Pablo. La universidad no le pilla por sorpresa: hizo dos años de Industriales en la Politécnica y ahora empieza de nuevo en Empresariales en la universidad vecina: 'La dinámica antes era más rápida, las clases más frías y el temario más difícil'.
- Javier López, estudiante de Topografía en la Universidad Politécnica. Su idea no es quedarse fuera de lo que considera 'una etapa de formación', pero tampoco está dispuesto a renunciar a lo que ha alcanzado: continuar en la élite del trial bici. Ha aterrizado con retraso por asistir a una concentración deportiva en Madrid, pero dice que se incorporará al ritmo: 'Conozco a un compañero en segundo y le pediré apuntes'. Comparado con el instituto, prefiere la universidad porque 'la mayor libertad no es un problema, depende de la perseverancia de cada uno'. Sin embargo 'todavía no puede juzgar la universidad' pues acaba de llegar, pese a que conoce las instalaciones y a primera vista, observa: 'Hay muy pocas chicas'.
- Sandra Molins, estudiante de Agrónomos. El instituto tiene más pautas establecidas, como los horarios, y en este sentido prefiere la universidad. Sandra, de 18 años acaba de empezar en la Universidad Politécnica y, de momento, está contenta porque durante seis años, como mínimo, podrá evitar los madrugones. 'Al principio vamos un poco desorientados con el sistema de créditos, pero por fortuna los amigos te ayudan'. En cuanto a los profesores 'esperaba que fueran más fríos, pero están bastante encima'. Hasta el momento el principal flanco de interrogantes se dirige a una asignatura: la Física.
- Jorge García Cano, de 18 años y natural de Alicante. Está 'encantado' de estudiar lo que siempre ha deseado: Ingeniería Química. 'La universidad es tal y como me la habían contado', dice, 'aquí eres independiente, los profesores vienen dan sus clases y se van'. Para Jorge, los estudios universitarios poco tienen que ver con el bachillerato: 'Estaba harto de que estuvieran encima de mí, obligándome a realizar tareas de un día para otro'. El principal escollo, 'por el momento', ha sido 'las lagunas importantes' que arrastra en algunas materias y las achaca al programa educativo preuniversitario. 'Me veo algo flojo, el nivel en ciencias es muy alto y voy un poco a remolque'. Pese a todo, afirma no estar preocupado porque sus compañeros se hallan en la misma tesitura. 'Aquí te tienes que despabilar, esto es la Universidad', sentencia.
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