Histeria por una pelota
Un creador de 'cómics' ofrece 580 millones por la bola del 71º 'home run' del beisbolista Bonds
Setenta y un home runs en una sola temporada. Setenta y una pelotas bateadas hasta más allá de los límites del cuadrante de juego, de 98 metros por los lados y 122 por el centro del arco. Setenta y una bolas imposibles de ser alcanzadas por los rivales. Ése es el récord que va a establecer casi con absoluta seguridad Barry Bonds, el zurdo bateador de 37 años de los Giants de San Francisco. Con 69 hasta ayer, podría haberlo conseguido esta madrugada pasada en Houston. Podría conseguirlo, si no, en las dos próximas o este fin de semana. Da igual, nadie duda de que ya es suyo.
Setenta y un home runs. Un hito en el béisbol norteamericana. Una pelota, la 71ª, que todos los aficionados desearían guardar en una vitrina como un tesoro preciado. La quiere conservar, por supuesto, Bonds, un jugador extraordinario, pero una persona ensoberbecida por su fama hasta el extremo de marcar distancias con sus compañeros y tener sus propios cuidadores y preparadores. Pero también la ansía el multimillonario autor de cómics Todd McFarlane, el creador de Spawn, unas historietas de ciencia ficción, de estilo gótico, recargadas, que le han llevado a ganar, entre otros, el premio Emmy. McFarlane, un canadiense de 40 años, está dispuesto a pagar 3,05 millones de dólares (unos 580 millones de pesetas) por la bola y no le importa, dice, 'parecer un idiota' por ello. Es un capricho y una buena publicidad. Antes ya se dio el gusto de comprar aquélla con la que Mark McGwire, de los Cardinals de Saint Louis, estableció en 1998 la plusmarca actual: 70.
Piraguas y tablas de 'surf'
De momento, el pasado domingo, hasta 400 entusiastas anónimos se concentraron en canoas, piraguas y tablas de surf en las aguas de la ensenada McCovey de San Francisco, situada a tiro del bate de Bonds desde el estadio de los Giants. Su objetivo mínimo era la pelota del 70º home run. Como recuerdo o como una buena posibilidad de hacer negocio vendiéndola. No en vano sería la del récord igualado, algo también cotizable. Pero su espera fue baldía.
Bonds no pudo dar el impacto soñado ante la expectante mirada de su padre, Bobby, otro legendario beisbolista que proclama estos días lo orgulloso que está de su hijo -'no se siente nada presionado', explica-. Precisamente, quienes le conocen bien atribuyen en parte el difícil carácter de Bonds a su idea de que su deporte no fue todo lo generoso que debía haber sido con su progenitor, obligado a hacer de nómada de equipo en equipo. Quizá por eso él se ha preocupado de jugar sólo en dos: los Pirates de Pittsburgh, de 1986 a 1992, y los Giants.
A lo largo de su carrera, Bonds había totalizado hasta ayer 563 home runs, a una media de más de 35 por curso -aparte de este año, pasó de los 40 en 1993, 1996, 1997 y 2000, cuando sumó 49, su mejor registro anterior-. Eso le sitúa como uno de los 17 miembros del denominado Club de los Quinientos, presidido por Hank Aaron con 755, el récord final que persigue superar. Únicamente otro jugador en activo, McGwire, con 582, se encuentra por delante de él, pero una lesión ha disminuido su rendimiento y habla ya de retirarse. Por lo pronto, camino de batir su plusmarca anual de 70, Bonds también puede presumir de ser quien con más rapidez ha coleccionado 39: 74 partidos, 15 menos de los que necesitó Babe Ruth en 1928.
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