Ponce puso el toreo

El público, ayer, estuvo medido: cuando toreaba Ponce, mi vecina gritó: '¡Vaya, qué cerca se lo pasa!'. Según toreaba El Juli, fue mi vecino quien dijo: 'Yo tengo un hijo más bonito que un San Luis y el profesor lo ha suspendido cinco veces'. Para remate, una chica de la fila de atrás, cuando salió Fandila, espetó: '¡Ya empieza el circo!'. Afirmación cruel por demás pero con cierta base real.

Ponce templó de capa al primero, arremangado del pitón derecho, clavó dos series magistrales con la diestra y, al embraguetarse al natural, salió volteado. Recurrió a plegar la muleta para instrumentar los naturales de uno en uno, una vez que el toro se había puesto gazapón y buscabocas. No sé si toreó para él, para los demás, sí y, por si fuera poco, lo mató de un volapié. Hubo seriedad, torería y valor. En el cuarto, más toreo y más intensidad, ya que el toro, distraído y sin fijeza, desparramaba la vista sin definir objetivo. Ponce le administró la fijeza a base de aguantar, presentando el engaño en el momento oportuno y tirando del toro con precisión. Sentó cátedra de valor, temple y maestría, regodeándose cuando lo dominó y pudo hacer encaje de bolillos. Lo mató acordándose de Frascuelo.

El Juli se vio atropellado por exceso de ganas, que no de valor; se le resistió el triunfo por dureza de muñeca.

El Fandi cubrió un excepcional tercio de banderillas en el sexto.