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Tribuna:OPINIÓN | APUNTES
Tribuna
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La ESO no es culplable

Dos ideas fijas ha tenido el PP en educación: privatizar para hacernos más libres y reformar la LOGSE por ser culpable del deterioro que, al margen de toda prueba, había sufrido el sistema educativo durante la etapa socialista. Los motivos se centraron en que la ESO obligaba a estudiar a quienes no siempre querían hacerlo, imponiendo un tronco común y por reducir el Bachillerato. Un coro de profesores, para los que esa etapa degradaba su alta misión profesional, ha acompañado el lamento por la calidad perdida. No han faltado intentos para demostrar científicamente el fracaso, sin haber encontrado pruebas. Se aireó la conflictividad en los centros por haber escolarizado a quienes 'no querían estudiar', 'no dan más de sí' o se dedican a incordiar. Se olvida el fracaso de la FP-1. Son tribulaciones que sólo afectan a los centros públicos, pues los privados son inmunes a estas patologías sociales.

Se aducen comparaciones con otros países, destacando nuestra atipicidad. No se dice que dentro de la UE existen diversos modelos y que nadie osa relacionarlos con la calidad que proporcionan. Tampoco puede decirse que un modelo mejor es aquél que realiza pruebas externas de evaluación -reválidas-. En Alemania (ejemplo de no comprensividad), unos Länder las aplican y otros no. Un testimonio cercano lo tenemos en la Ley General de Educación (LGE): suprimió las reválidas, y nadie se atreve a afirmar que se deterioró el sistema educativo. Los controles externos pueden servir para muchas cosas, pero siempre son selectivos. Si apartamos a los enfermos graves de los hospitales, seguro que parecerán más eficaces, pero así no mejoraría la salud de la población.

Llamamos la atención sobre un argumento reciente, que mi abuelo ya intuía: los alumnos no se esfuerzan y, claro, la calidad se resiente. El 78% de ellos admite su culpa en el fracaso escolar. ¿Por qué no preguntar a los profesores, a los políticos... si se esfuerzan lo suficiente?

Les proponemos a los detractores de la ESO que rastreen otras pistas, porque con tanta reforma y contrarreforma se pierde el hilo del sentido común (mis felicitaciones por lo de Ley de Calidad. Es un buen envoltorio). Les recordamos que quizá la calidad tenga que ver con otros esfuerzos: los del profesorado; también producen calidad la búsqueda de la igualdad de oportunidades, hacer más atractiva la enseñanza, dedicar recursos a reforzar a los alumnos más débiles, mejorar el entorno de los estudiantes problemáticos, aumentar el porcentaje de PIB que se dedica a educación, rebajar el número de aulas en barracones prefabricados, mientras se financian con recursos públicos colegios de élite. Hasta se podría revisar la calidad de la educación primaria. Muchas gentes, y no sólo los progres a los que despectivamente alude el presidente del gobierno, consideramos que estas ocurrencias están relacionadas con la calidad.

¿Tanto tiempo lleva la ESO socavando el sistema educativo? Con la LGE hemos sido más indulgentes, como con todo el pasado. A los dieciséis años de su promulgación, el 30% de los alumnos no obtenían el título de graduado escolar a los catorce años. Al iniciarse la ESO, mediando veinte años de vida de la LGE, una quinta parte seguía fracasando en ese punto crítico del sistema. En el ahora añorado bachillerato (BUP) las cosas no iban mucho mejor.

¡Hemos hecho un buen viaje! Se argumenta que ciertos alumnos no quieren seguir estudiando, pero no se cuestiona la prolongación general de la obligatoriedad. Una vez logrado un aumento notable en la inyección de recursos públicos en los centros privados, que son indiscriminadamente concertados siendo selectivos, ahora se pretende limpiar el grano de la paja o concentrar ésta en el sistema público, para que desde éste se reclame la selección para lograr la paz.

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Nasarre (EL PAÍS, 17 de septiembre) nos ofrece la argumentación culta en esta causa: 'El primer error, que debemos evitar', escribe, 'es convertir la educación secundaria en una mera prolongación de la educación primaria, que acabe cumpliendo solamente la función de lograr una alfabetización funcional de la sociedad española, adaptada a las exigencias de la sociedad de la información'. Son ya poco frecuentes estas perlas, pues la 'educación media' hace tiempo que sí se entiende como una alfabetización funcional exigente, más en la sociedad de la información.

Para los que apelan a las desiguales capacidades de los alumnos les recordamos que, desde Rousseau, los progres creen que la desigualdad ante la educación en un hecho que tiene causas sociales. La igualación es un invento contra natura. En el camino a recorrer no es justo imponer a los más capaces los límites máximos de los débiles, ni a éstos el nivel de los fuertes. La justicia en la enseñanza obligatoria nos obliga a maximizar los mínimos de los primeros sin dañar las posibilidades de los segundos. La estructura del sistema educativo puede ser algo secundario si se garantiza una titulación terminal igual para todos, el que las vías que se establezcan sean comunicables -de ida y vuelta- y no clasificaciones perdurables con destinos definitivos, si se diversifica el curriculum, se establecen medidas compensatorias de refuerzo (no sólo asistencia piscopedagógica) y se ofrece una pedagogía atractiva y preventiva del fracaso, buscando calidad por otros caminos. Éstos son los problemas, con ESO o sin ella. La nostalgia no tiene fundamento. El nivel educativo no baja, el peso y presencia de sus augures sí sube.

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