El Barça sufre con el colista
La Real Sociedad perdió en Anoeta frente al rival que practicó un juego muy mediocre
El Barcelona es un líder circunstancial. Un líder de 24 horas. No merece mucho más. Hoy seguramente dejará de serlo. La Real Sociedad, en cambio, es un colista nada circunstancial. Ha empezado la Liga asentado en la última posición y sus constantes vitales no mejoran lo más mínimo. Juntos, el líder ocasional y el colista aspirante a duradero, no son tan diferentes. O no lo fueron ayer. Ganó el Barça, que era su obligación. Pero no por juego ni ambición ni solvencia. Ganó de oficio, porque así venía escrito en el guión, y porque la Real no está para alardes. El 0-2 es la distancia que hay entre la mediocridad y la amenaza de ruina.
El triunfo puede servir al equipo de Rexach para relamerse las heridas de su último viaje europeo a Alemania. Pero para poco más. El resultado final engaña. Esconde el escenario real que se vio en Anoeta: un Barcelona arrinconado durante buena parte del choque, más empeñado en alejar la pelota que en domarla, sin ánimo de ser un equipo dominador, sino un equipo como otros tantos, que no se ruboriza por jugar fuera de casa a la suma de defensa más contragolpe.
REAL SOCIEDAD 0| BARCELONA 2
Real Sociedad: Alberto; Kvarme, Loren, Luiz Alberto, Aranzabal; Rekarte (Alejandro, m. 66), Aranburu, Idiakez (Barkero, m. 76), Khokhlov; De Paula (Gabilondo, m. 54) y Demetradze. Barcelona: Bonano; Coco, Andersson, Frank de Boer, Sergi; Gabri, Xavi, Cocu; Geovanni (Gerard, m. 59), Kluivert (Saviola, m. 79) y Luis Enrique (Jofre, m. 89). Goles: 0-1. M. 30. Kluivert cabecea un centro desde la izquierda de Geovanni.0-2. M. 76. Xavi, de falta directa, cuela por la escuadra un potente derechazo. Árbitro: Ramírez Domínguez. Amonestó a Cocu, Demetradze, Kluivert, Coco y José Ramón Alexanco (ayudante de Rexach). Sacó dos veces la tarjeta amarilla a Loren, por lo que fue expulsado en el minuto 79. Unos 28.000 espectadores en Anoeta.
Contra la Real no tuvo mayores problemas para salir airoso. El partido le vino de cara, y le hizo cambiar de imagen. El Barça empezó dando una apariencia fiable, al menos en cuanto a colocación. Una defensa muy adelantada y buscando los huecos que abre Geovanni entre líneas, con el apoyo de Kluivert. Sólo que la Real le obligó a recular. Con Khokhlov como único cerebro, como único futbolista que tiene una visión global del juego, y Demetradze impetuoso, empeñado en el regate y los arranques de adrenalina, la Real descubrió pronto que el Barça no había ido a San Sebastián con mentalidad de equipo grande, de no dejarse amilanar. Le encerró. Sólo que el encierro fue leve. Kluivert, en uno de los balones bombeados y bien dirigidos que le llegaron en buenas condiciones, remató el primer gol.
El Barça, con pocos méritos, hurgó pronto en las debilidades realistas. Entre otras, la frialdad. El equipo de Toshack tiene un credo futbolístico escaso. Todavía no ha entrado de lleno a aprender uno de los fundamentos que hace salir a un equipo modesto de situaciones difíciles, la presión. Simplemente, la Real tiene otros conceptos defensivos, que incluyen dejar una distancia de dos a tres metros con el atacante. A cambio de esa frialdad -por no decir indolencia-, tiene toques de clase. Como los de Khokhlov. De un pase suyo salió un balón que Gabilondo acabó estrellando contra el larguero y luego botó junto a la raya de gol.
Fue un aviso y el Barcelona lo interpretó a su manera. De aquella defensa adelantada de la primera parte, ya nunca más hubo noticias. El Barça se acomodó en torno a Bonano. Descaradamente. Sin sonrojos. Incluso Rexach se permitió quitar a Geovanni de la escena. Puestos a prescindir de las estrellas, el técnico llevó a rajatabla sus convicciones. El Barça era poco reconocible. Con Rivaldo entrenándose en casa, y con el alta médica; con Saviola en el banquillo (jugó 11 minutos), lo mismo que Geovanni... El partido lo levantaron otros. Fundamentalmente Xavi. El medio centro, al igual que hizo Kluivert en la primera parte, alivió las angustias de su equipo con un gol excelente, justamente en el momento en que peor se le ponían las cosas al Barça. Marcó de falta directa, a la escuadra derecha de Alberto. Un gol al estilo Rivaldo, pero con la diestra. Cuatro minutos después volvió a repetir la mecánica. El balón se estrelló esta vez contra el larguero. Claro que para entonces el Barça ya jugaba por jugar. El trabajo estaba finiquitado. El resultado no daba lugar a dudas. El juego sí.
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