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Crítica:TEATRO | 'LA TENTACIÓN VIVE ARRIBA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasar el rato

'Para pasar el rato', me dijo una espectadora al terminar. Cada espectador es el mejor crítico para sí mismo, y puede abarcar una generalidad. En efecto, pasaron el rato bien los que fueron a este estreno, además del ánimo que ponen siempre estos invitados y compañeros en una ocasión semejante. Yo también 'pasé el rato': no me aburrí, el tiempo se fue tranquilamente sin agobiar, reencontré un teatro cómico perdido con su sobreactuación normal en el género, bien sostenida por el actor Antonio Molero, con los que le acompañan, disparan y calman, y con la grata y decorativa Toni Acosta y las otras actrices no menos espectaculares, Paloma Gómez y Eva Isanta. Verónica Forqué traslada toda su sabiduría de teatro a la dirección, y a mí me gustaría, personalmente, verla además arriba.

La tentación vive arriba

De George Azelrod. Versión española de Verónica Forqué, Pablo Motos, Laura Llopis y Arturo González. Intérpretes: voces de Ramón Langa y Jesús Pérez Gil. Vestuario, Helena Sanchís. Escenografía: Carlos Abad. Dirección: Verónica Forqué. Teatro Real Cinema.

El título es famoso: la película en que Marilyn Monroe se recogía las faldas que se levantaban por la corriente de aire de un respiradero del metro, o bajaba ingenua y provocativa las escalerillas entre los dos pisos. Es irrepetible. Aparte de lo que era en esa interpretación -y es en la película inamovible: si el teatro se ufana de que cada representación es diferente a todas, el cine tiene la emoción de que vas a volver a ver exactamente lo que esperas-, Marilyn entró en un mito que, como todos, es exagerado, o patológico se puede llegar a decir, y encajó con una época cargada de personas, emociones y acontecimientos; formaba parte de un cambio de época. Participo de ese mito, y me gusta; estoy contento de él y de Marilyn, y de lo que entonces creíamos que iba a pasar. Por eso me parece de una audacia enorme repetir aquella producción en el teatro español, con los medios de a bordo; pero es algo que está pasando continuamente, y de una manera, a mi parecer, extrañísima. Musicales o de prosa, las viejas obras extranjeras, algunas españolas, películas o teatro o novelas, se van pasando a un teatro que rechaza la actualidad, como si otro tiempo le fuese mejor. No digo que no se deba hacer, si el público responde: sí que es muy peligroso para la literatura dramática española y para algún futuro.

Va por delante el primer párrafo: entretiene, es divertida, está hecha dentro de la calidad del género; de ninguna manera quiero desmerecer a la actriz que hace el papel, ni pensar que una versión teatral pueda equipararse a la obra de Willy Bilder. Son ellos quienes me obligan a pensar en eso. Y a encontrar que, lo mejor que tiene, es hacerme ir a buscar el DVD de la película (Seven year itch): no antes de terminar la crítica.

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