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Crónica:LA LIDIA | FERIA DE SALAMANCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Una tarde de plomo

En la plaza hubo silencios de Roland Garros, sólo que en el tenis la gente está que contiene la respiración y ayer en la plaza la gente se aburría a chorros. La corrida, en puntas, con cuajo y hechuras, quedó en eso. Cuando mejor rodaron las cosas, los toros se dejaban, o servían, o esas cosas que se dicen ahora. ¿Emoción? Ni por el forro. ¿Arte -por parte de los toreros-? Ni en sueños. En infinidad de momentos, no se oía un suspiro en la plaza. Menos un olé. Un panorama. Pero sobrevivimos. Que no nos dé Dios todo cuanto podamos soportar. Y aseguraban otros: 'Esto es inhumano'. Los dos tenían razón, seguramente.

Rondaba en la plaza la amenaza batracia y llegó. Ni entonces se desató el loco entusiasmo que en parejos instantes provocaba el inventor de tan artístico momento. Hubo incluso pitos, lo cual es muy de tener en cuenta porque todavía quedaban espectadores despiertos, que seguían el desarrollo de la tarde con fidelidad digna de mejor causa. El Cordobés, desconfiado ante su primero, de cuya buena visión dudaba el matador, anduvo a enganchones y derechazos, mientras el toro caía y se tomaba la libertad de desarmarlo. Arrodillóse el toro en un momento de especial concentración y optó el torero, a renglón seguido, por ranear unas cuantas veces. Y eso fue todo, que ya es.

López Chaves, cortó una oreja de paisanaje bien avenido, a un toro soso y parado ante el que llegó a meterse entre los cuernos por aquello de buscar la emoción que el argumento no tenía y ante el quinto, que quiso rajarse desde el comienzo y no paró hasta conseguirlo plenamente, anduvo de acá para allá intentando quedarse con el fugitivo.

Rafael de Julia, quedó inédito. Ante su primero, que llegó a pararse, todo fue un permanente 'je toro' y en el sexto, que no valía un duro tampoco, se puso un poquito pesado buscando lo imposible y tratando de darle importancia a lo que ni de lejos podía tenerla.

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