Terrorismo contra Estados Unidos 3
Horror, desgarro, y una profunda desesperanza son algunos de los sentimientos que llevamos viviendo en las últimas horas después de los actos fanáticos y crueles que acabaron ayer con la vida de miles de personas en Estados Unidos. Sin embargo, creo que habría que enfatizar que, por parte de no pocos ciudadanos, ese dolor compartido responde a nuestra condición de seres humanos y no a la de ser miembros convencidos del sistema capitalista como algunos medios de comunicación, el presidente de los EE UU y hasta nuestro propio presidente parecen empeñarse en divulgar.
Hablan de violación al 'estilo de vida americano' (norteamericano, habría que especificar; más aún: estadounidense), a la libertad, a la democracia (¿hemos olvidado tan pronto las últimas elecciones de ese país?), y con eso defienden la tesis de que han herido 'la esencia de nuestra civilización'.
No nos engañemos: muchas de las personas (si no la mayoría) que nos sentimos sobrecogidas por esta barbarie no nos identificamos ni con su estilo de vida, ni con sus declaraciones de principios, ni mucho menos con su concepción de 'civilización' (¿qué civilización?, ¿la del capitalismo salvaje?).
Con lo que sí nos identificamos es con el sufrimiento de miles de personas (muertos, heridos, familiares y amigos) que vieron sacudidas sus vidas ayer por el fanatismo de unos pocos; nos solidarizamos con la indignación ante la violación de los derechos humanos más básicos, porque sabemos que toda vida, sea de la ideología que sea, merece un respeto -cuestión, por cierto, que no parecen tener tan clara algunos estadounidenses-; nos sumamos al desaliento de ver a niños que, sin saber casi qué es la muerte, bailan contentos por la masacre de miles de 'americanos', porque les dan caramelos y porque ven sonreír a sus mayores.
No manipulemos una tragedia de semejantes magnitudes convirtiéndola en un símbolo de atentado contra 'nuestra civilización'. La situación crítica de países en vías de desarrollo (coincide que algunos de ellos también se llaman 'América'), las guerras diarias 'subvencionadas' con capital occidental, la explotación de miles de trabajadores (incluidos niños) en muchos lugares del mundo, las pateras, las muertes por inanición que continúan alcanzando cifras intolerablemente altas en nuestro mundo 'civilizado' cuestionan fuertemente nuestro orden, nuestro modo de hacer las cosas hasta ahora, nuestros principios y valores.
Y estos hechos no dejan de suceder. Así que pueden seguir llamando al desastre ocurrido 'un golpe a nuestra civilización', porque lo es. Pero, por favor, no se olviden de que, aunque adquiera formas menos grotescas, ese golpe es diario.
Mi agradecimiento y felicitaciones a John Carlin por su artículo El americano herido, por ofrecer un análisis diferente de la situación.
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