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Reportaje:

Un árbitro para la mundialización

El sociólogo y fundador de ATTAC, Ignacio Ramonet, denuncia la fractura social generada por la globalización

El fenómeno de la mundialización carece de árbitro. Mientras, 'los mercados financieros no sólo están organizando la política de muchos países, sino que rigen los destinos del mundo', concluyó ayer el sociólogo y director de la publicación mensual Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet. ¿Quién puede ejercer, entonces, el arbitraje en el proceso de mundialización del capital financiero? La respuesta es compleja y tiene por tanto múltiples derivaciones, pero, a grandes rasgos, el fundador y presidente de honor de la organización ATTAC -que ha puesto en jaque las reuniones anuales de los poderosos gobiernos del G-8 desde Davos hasta Génova- apostó por 'humanizar la globalización', que fuerce a los gobiernos democráticos a gestionar mediante políticas 'consensuadas' con la sociedad.

Ramonet, que estaba invitado ayer en Valencia para reflexionar acerca de Las repercusiones éticas de la fusión entre empresas financieras y empresas de comunicación en el marco del 14º Congreso Anual de EBEN, optó por colgar el hábito de gurú de los cambios sociales generados por la transformación tecnológica para centrarse, exclusivamente, en los riesgos que arrastra la dinámica de la mundialización, cuyo máximo exponente, citó, se ha visto con los ataques terroristas del martes a las principales instituciones y símbolos de la democracia de Estados Unidos.

'Veamos qué pasó ayer', se preguntó Ramonet, para quien la explicación se encuentra en el brutal desfase existente entre los 5.500 millones de personas que viven en países pobres y los 500 de los países desarrollados. En su opinión, 'cuando aumentan las tensiones entre pobres y ricos, se mundializa también el fenómeno del terrorismo'. 'En Davos uno se dio cuenta de que los poderes públicos son un subproducto de las empresas mundializadas' y de que el mercado lo pivotan los amos del mundo, los gobiernos sólo lo gestionan, lo que atenta contra el funcionamiento mismo de la democracia'. Es en este contexto donde Ramonet situó y definió el origen y 'la fuerza del movimiento social global', que ha sido protagonista de las tensas escenas que se vivieron este verano en la última cumbre del G-8 en Génova. 'Si no enfrentamos los desafíos del paro y la probreza a escala mundial aumentarán las tensiones y el terrorismo', dijo.

Ramonet atribuyó a las cuatro grandes instituciones financieras -el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y la OMC- y al G-8 la responsabilidad final de las crisis económicas y sociales que se han vivido desde 1994 en México, Argentina, Japón y buena parte de la cuenca asiática, asegurando que todas ellas constituyen 'el gobierno de la mundialización'. Un gobierno que, en su opinión, se rige únicamente por el principio del librecambio financiero.

'Lo único que se desplaza a la velocidad de la luz son los capitales, las transacciones comerciales viajan por tierra', sentenció Ramonet. Una tesis que paradójicamente coincide con la hecha pública en Génova por los países del G-8, que ante la violencia suscitada entre los grupos antiglobalización, reafirmaron su voluntad de hallar fórmulas que limiten la evasión fiscal y la especulación financiera, para recuperar la estabilidad y la fuerza de la economía real frente a los mercados volátiles, y con ello devolver la capacidad de gestión a las democracias.

Ignacio Ramonet, ayer, durante su conferencia en Valencia.
Ignacio Ramonet, ayer, durante su conferencia en Valencia.JOSÉ JORDÁN

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