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Crónica:FERIA DE VALLADOLID | LA LIDIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El sustituto salió a hombros

Preparó la empresa para aficionados, abonados y domingueros un festejo de color rosa a tenor de los espadas anunciados en el cartel inicial. Los aficionados, tras enterarse de que los toros del hierro anunciado habían sido rechazados en el reconocimiento se temieron lo peor. El cambio, obligado por lesión, de Rivera Ordóñez iba a enderezar la tarde. El sustituto Juan Mora, a base de entrega y exposición, logró salir a hombros.

Juan Mora, recibido con una fuerte ovación por méritos contraídos en otras tardes de triunfo en esta plaza, entró en la feria por la puerta de la sustitución. No le importó en absoluto. Desde el principio se le vio con ganas de agradar al personal. Muy aplaudido su inicio de faena, con ayudados por bajo. Entregado y con detalles en las series por redondos. Al natural bajó el tono. Regresó a la mano de nunca para subir el tono del ambiente. En el que hizo quinto, faena de entrega, con pinceladas de calidad por ambas manos. Expuso en exceso para llevar a los tendidos la emoción que el toro no tenía. Una gran estocada rubricaba el triunfo del tesón y las ganas de agradar.

Castillejo / Ortega, Mora, Jesulín

Cuatro toros -1º (devuelto por inválido), 3º, 5º y 6º- de Castillejo de Huebra, bien presentados, justos de fuerza. Sobrero, 2º y 4º de Hermanos Puerta, bien presentados y nobles, 4º aplaudido en el arrastre. Ortega Cano: pinchazo, media y descabello (bronca); media estocada tendida contraria y cinco descabellos (palmas). Juan Mora: media desprendida y descabello (oreja); pinchazo y estocada (oreja); salió a hombros. Jesulín de Ubrique: dos pinchazos y estocada ladeada (ovación y saludos); pinchazo, metisaca, pinchazo y se echa el toro (palmas). Plaza de Valladolid, 9 de septiembre. 2ª corrida de feria. Media entrada.

Ortega Cano, ante las protestas del público, significó a los tendidos que el torete estaba acalambrado. A medida que el animal se desentumecía el torero se agarrotaba. Ortega fue desgranando pases, entre trapazos, desconfianza, miedos y un carácter muy sensible a las críticas que le llegaban de los tendidos. La bronca era justa.

Intentó el quite del perdón en el tercero de la tarde para granjearse la confianza del público. Lo intentó, pero fue incapaz de realizarlo. Rozó el ridículo.

Ortega Cano quiso enmendar la plana con su segundo toro. Agradó con el capote, brindó al público en señal de respeto. Inicio de faena en plan tremendista. Despegado y gazapón en exceso por redondos. Desbordado al natural. Terminó envuelto en gestos y desplantes que nada tienen que ver con el hecho de torear. Se le fue a Ortega Cano un toro ideal para un torero de sus características. Con la espada, un drama. No existió como director de lidia.

Jesulín de Ubrique poco pudo hacer ante su primero, que llegó mermado de facultades por la ruin venganza del varilarguero de turno. En el que cerró plaza hizo una faena técnica, llena de valor, exposición, buenas maneras y templanza. Consiguió, siempre con la mano derecha, destellos de hondura y calidad. La espada le privó del triunfo.

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