Mínimos
'¿Ha dicho de mínimos?'. 'Eso mismo'. Zaplana se apresuró a ofrecer todo tipo de explicaciones al gobierno de Pujol (aliado del PP en cosas tan concretas como la comisión que ha de investigar el escándalo de Gescartera) sobre un documento provisional de contenidos de literatura para la asignatura de valenciano en secundaria y bachillerato que ignora a los autores nacidos en Cataluña o Baleares, es decir que soslaya la existencia de una literatura en lengua catalana. En medio de una monumental y merecida bronca por parte de sectores culturales y educativos, el presidente del Consell se excusó en que el texto emborronado por el departamento que encabeza (¿hasta cuándo?) Manuel Tarancón no limita nada, pues sólo trata de 'proteger' a los autores autóctonos mediante una política de 'mínimos'. '¿De mínimos, dice?'. El cacareo provinciano de los populares a lo largo de la semana (con el inefable Alejandro Font de Mora acusando a los socialistas de estar vendidos al oro catalán) ha contribuido a confirmarlo. 'De mínimos, muy mínimos'. Sin embargo, la política del PP valenciano todavía puede caer más bajo. Hay motivos para sospecharlo. Ya decía Joan Fuster en su espléndida Literatura catalana contemporània (donde residen todos los escritores: sean mínimos o máximos) que hablar de esa cultura, haya o no 'ignorancia' de por medio, implica incurrir en una especie de 'defensa judicial' o de alegato constante. Más allá del alegato tristemente necesario, hay una sospecha que se afianza. Cuando la derecha valenciana es incapaz de controlar sus tics más estridentes quiere decir que, en los albores del tercer milenio, ha vuelto a perder el rumbo pese a sus forzadas poses modernizadoras. El zaplanismo vive una crisis proporcionalmente comparable a lo estrepitoso de sus portavoces (Antonio Lis, por ejemplo, dijo que Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Joan Ignasi Pla 'son y han sido los reyes de la corrupción' en respuesta a las críticas por la moción de censura en El Puig, apoyada una vez más en una concejal tránsfuga). Metedura de pata o desplante calculado, el documento educativo en cuestión revela el lodazal en que se halla atrapado un gobierno autonómico cuyas expectativas obedecen a una política de mínimos, muy mínimos.
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