Acorazados en peligro
La afanomicosis coloca al cangrejo de río al borde de la extinción
Fue a mediados de los años setenta cuando el archiduque de Habsburgo-Lorena inició los trámites para introducir cangrejos rojos americanos (también conocidos como cangrejos del Mississippi) en las Marismas del Guadalquivir, zona en la que se suponía que las condiciones climáticas y la orografía eran favorables a esta especie exótica. Los primeros ejemplares, procedentes de Louisiana, llegaron en 1974 a Villafranco del Guadalquivir (Sevilla).
Los animales no sólo se adaptaron sin problemas a su nuevo hábitat, sino que comenzaron a multiplicarse a gran velocidad. El cangrejo rojo terminó colonizando otras muchas zonas húmedas del país, en las que ha originado, como ocurre en Doñana, profundas alteraciones ecológicas. Además de desplazar a la fauna autóctona, este crustáceo americano era 'portador sano' del hongo causante de la afanomicosis, también conocida como 'peste del cangrejo', enfermedad que, desde finales del siglo XIX, estaba causando estragos en los cauces de varios países europeos.
En 1978 se confirmó la presencia de la afanomicosis en España y en pocos años diezmó las poblaciones de cangrejo de río autóctono, provocando su desaparición en numerosos puntos del país. Los cangrejos americanos, y posiblemente algunas especies piscícolas, junto con material de pesca infectado hicieron que el hongo se extendiera a gran velocidad. En Andalucía, lo que eran núcleos cangrejeros de importancia, situados sobre todo en cauces serranos de la zona oriental, quedaron literalmente arrasados, hasta el punto de que hoy el cangrejo autóctono se encuentra al borde de la extinción.
Granada es la única provincia en donde se ha estudiado a fondo la situación de este crustáceo, aunque se supone que aún sobrevive en algunos puntos de Jaén, Málaga y Córdoba. Especialistas del departamento de Biología Animal de la Universidad de Granada han comprobado como en sólo quince años el total de kilómetros de cauces ocupados por el cangrejo de río autóctono se ha reducido en más de un 95 %, y hoy solo quedan catorce poblaciones, con muy pocos efectivos.
En todos los casos se localizan en tramos de cabecera de arroyos con escaso caudal, situados en zonas de montaña a más de 1.000 metros de altitud. Si estas poblaciones se han salvado de la extinción es porque los enclaves que ocupan se encuentran aislados del resto de la cuenca, ya sea por diques o tramos secos, lo que ha evitado la presencia de especies portadoras del hongo. Aún así, su situación es muy delicada, ya que, al margen de la enfermedad, cualquier alteración imprevista, como un periodo de intensa sequía o una riada invernal, puede tener efectos devastadores.
Los especialistas universitarios propusieron hace ya algunos años el inmediato desarrollo de un programa de conservación que, además de garantizar su supervivencia, permitiera la repoblación. El diseño y aplicación de este programa acaba de asumirlo la Consejería de Medio Ambiente que, en principio, quiere trasladar la investigación realizada en Granada a algunos cauces de las sierras de Alhama, Tejeda y Almijara (Málaga-Granada), Cazorla y Segura (Jaén), Sierra de las Nieves (Málaga), Sierra de Huétor (Granada) y zonas subbéticas de Jaén y Córdoba.
Una vez que se conozca la distribución de este crustáceo, y las poblaciones y efectivos de que dispone, habrá que ejecutar diversas medidas orientadas a frenar su desaparición. Como tarea prioritaria debe evitarse el acceso de especies exóticas y pescadores a las zonas ocupadas por el cangrejo autóctono, de manera que el hongo no pueda alcanzar estos enclaves.
En lo que se refiere a las repoblaciones habrá que determinar las zonas que reúnen características adecuadas, algo que sólo se ha hecho hasta ahora en Granada.Medio Ambiente se plantea también el aprovechamiento comercial de la especie como un objetivo que podría potenciar las medidas de conservación. De hecho, en la zona norte de Granada ya se han planteado algunas iniciativas empresariales.
El barrendero del cauce
El barrendero del cauce De las tres subespecies de cangrejo de río que habitan en Europa la que se distribuye en la Península Ibérica es Austropotamobius pallipes lusitanicus, que también ocupa diversos cauces de Francia, Italia, Grecia, la antigua Yugoslavia, Gran Bretaña y Alemania. Este animal autóctono hace años que compite, en condiciones desfavorables, con dos especies exóticas procedentes de América: el cangrejo señal (Pacifastacus leiusculus) y el cangrejo rojo (Procambarus clarkii). Suele instalarse en diferentes hábitats, desde pequeños arroyos y acequias hasta zonas palustres, aunque necesita de aguas ricas en sales de calcio, con las que renueva su caparazón, y tramos donde la corriente sea escasa o nula. Es capaz de soportar niveles de contaminación orgánica moderados, pero es muy sensible a la presencia de agentes químicos, como pesticidas o fertilizantes, ya que disminuyen su capacidad de respuesta frente a numerosas enfermedades. De hábitos crepusculares y nocturnos, el cangrejo de río autóctono acostumbra a refugiarse durante el día bajo las piedras, entre la vegetación acuática o en oquedades que excava en los taludes de las orillas. Se alimenta de insectos, larvas de anfibios, pequeños peces, plantas y carroña, actuando como un auténtico barrendero de los cauces, eliminando la materia orgánica residual. Además, forma parte de la dieta de otras especies valiosas, como nutrias o garzas. En Granada los núcleos que sobreviven de este crustáceo se localizan en zonas serranas del norte, en torno al río Guardal, en diferentes áreas de la Sierra Harana y en la Sierra de Almijara, siendo este último el enclave más meridional que la especie encuentra en Europa. Los investigadores calculan que no deben existir más de media docena de poblaciones en las provincias de Málaga y Córdoba, aunque confían en encontrar núcleos en las sierras de Cazorla y Segura.
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