Percusión callejera
La gorra con la visera hacia atrás y las tapaderas de dos cubos de basura a modo de platillos. Así suben al escenario las que apenas diez minutos antes rasgaban el violín cargadas de seriedad y vestidas de negro.
El milagro lo ha hecho el grupo inglés Stomp, tres músicos que han impartido un curso de Improvisación Rítmica y han empujado a los 60 aspirantes a músicos, 14 de ellos andaluces, a desmelenarse. Los chicos han cambiado pianos y violines por un cepillo de raíces, una bolsa de plástico inflada o un trozo de manguera. El desenfado con el que David Gallagher, Paul Gunter y Lorraine Le-Blanc afrontan la música ha hecho que los estudiantes abandonen la timidez propia de sus años y hagan sonar sus excéntricos instrumentos ante un auditorio de más de un millar de personas.
Los aspirantes a músicos no sólo estudian interminables horas con sus instrumentos habituales, sino que asisten a clases que en un conservatorio serían impensables. Educación auditiva, Técnica Alexander, Coro o Dirección de Orquesta son algunas de las disciplinas que incorpora esta escuela de verano que selecciona a sus alumnos a través de rigurosas pruebas.
Los que han logrado llegar hasta Lucena -el curso cuesta 140.000 pesetas al mes con alojamiento y manutención incluídos- se levantan a las ocho de la mañana cada día. A las 09.30 entran a la clase individual que se prolonga hasta la hora del almuerzo. En el comedor de Los Santos, profesores y alumnos se toman un respiro. Baño en la piscina, optativo. A las 16.30, de vuelta a las clases, ya de materias más variadas, y sólo a las 22.00 horas, previa cena, tienen un rato para vagar por el patio, entre los naranjos que con tanto esmero poda Dee Harkin, la esposa del arquitecto que ha diseñado un sistema acústico al aire libre que, según los profesores, es tan bueno como el de una sala de conciertos.
A medianoche, como en los cuentos, los pequeños músicos tienen que estar en la cama. Trámite que no cumplen por voluntad propia, sino gracias a la vigilancia de cinco monitores. Sara Requena, malagueña de 16 años, lleva la mitad de su vida estudiando piano y ha llegado a la conclusión de que en Lucena está 'más cerca de la música'.
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