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Columna
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La moda

El próximo martes comienza la pasarela Cibeles e inmediatamente después siguen, como en una cinta sin fin, los desfiles de Nueva York primero, de Milán después y de París hasta el 13 de octubre. Hay otras cosechas durante esta época del año, pero la que presenta la moda es la más sutil y se filtra desde este momento a todas las temporadas. No siempre fue así. El desfile era una ceremonia que contaba con su principio y su final, sus saludos de bienvenida y sus despedidas galantes, pero ahora la pasarela continúa sin cesar y sin conclusión hasta enhebrar una anualidad con otra a través de los canales de televisión, las secciones de las revistas, las páginas de sociedad, los vídeos que se cosen unos a otros a través de las pantallas de las discotecas, los centros comerciales, las boutiques, los lugares de copas, las salas de espera de los aeropuertos y, pronto, en las consultas de los psiquiatras.

La moda es como una endorfina que segrega la posmodernidad sobre el cuerpo dolorido del planeta. Gracias a la sutura que proporciona la infinita continuidad de la pasarela, los conflictos del globo quedan traspasados por una rosada vena de morfina estética. Más allá de un oficio determinado, la moda es una dedicación suave gracias a la cual todo suceso queda aderezado por la trivialidad, entonado por la novedad y, finalmente, empalidecido por el mismo hecho de la trivialidad de las cosas. En la moda todo pasa y nada pasa con gravedad, todo puede ser moda y nada puede de verdad traumatizarnos. Se trata de una categoría y no sólo de una clase de dedicación. La moda es del orden de la comunicación, pero actualmente, además, de una comunicación principal con la cual debe entenderse la intrascendencia del mundo, la especularidad de los acontecimientos, la transparencia de la realidad. Detrás de nuestra realidad no hay nada como la moda nos ha enseñado por ella misma. Detrás de la moda no hay nada. ¿Qué podría haber más allá, al otro lado, en su fondo? Todo lo que hace a la moda ser tan importante en nuestro tiempo es el milagro de su nanidad, tal como lo que hace más interesante nuestro mundo es la misteriosa certeza de que después de todo esto no hay absolutamente nada.

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