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Reportaje:MIRADOR DEL ALTO TAJO | EXCURSIONES

El cielo de Guadalajara

Este balcón domina los acantilados de la Escaleruela, las aguas verdes del río y el vuelo regio de los buitres leonados

De tanto ver los mismos documentales africanos de La 2, en los que una cebra muerta dura menos que el espectador despierto, la gente cree que la vida de los buitres es un banquete permanente, pero lo cierto es que son las rapaces que menos comen -sólo un 5%-10% de su peso al día- e individuos hay que ayunan hasta tres semanas en tiempos de vacas flacas. Esto tiene mucho que ver con su forma de volar: planeando sobre térmicas, vientos de ladera y corrientes convergentes, consumen 30 veces amenos energía que si aletearan, y así es como un bicho de siete kilos y pico se remonta sin apenas gasto hasta los 4.000 metros, si bien no debe descartarse la posibilidad de tropezar con uno a 12.000, como le ocurrió en 1973 a un avión sobre Costa de Marfil: 'Abiyán, Abiyán, tenemos un problema'.

Mas todas las calorías que ahorran los buitres planeando, las derrochan al salir echando mixtos en cuanto divisan a un bípedo implume. No es para menos. Práctica habitual en España, hasta 1966, fue el exterminio recompensado de buitres, considerados alimañas, de los que sólo en seis provincias se abatieron 989 entre 1953 y 1961. Los huevos, bien pagados por museos y coleccionistas extranjeros, se expoliaban a millares: un pastor abulense hubo que robó más de 200 en 11 años. Y, todavía en 1968, Información y Turismo atraía a los forasteros con el reclamo de cazar estas exóticas aves. El caso es que los buitres han desarrollado tal aversión al ser humano que la única razón por la que se acercarían a uno es que éste yaciese fiambre y con el certificado de defunción pegado en la frente.

Bien lo sabe y lo lamenta el excursionista, que lleva asomado desde primera hora al mirador del alto Tajo, inmóvil como gárgola, observando una nube de buitres leonados a su alrededor, y comprueba consternado cómo ésta se esfuma en cuanto llegan los turistas motorizados, madrileños para más señas, a hacerse la foto de rigor, que es el único instante que se están quietos. La última vez que estuvo aquí, hará un par de años, era una solitaria balconada al final de una maltrecha pista de tierra, sin señal alguna, y su silencio sólo era perturbado por el viento encañonado, el profundo rumor del río bravo y los quejíos de los hambrientos volantones. Ahora que ha vuelto, con el alto Tajo convertido en parque natural (mayo de 2000), lo último que esperaba, y por eso le duele doble, es ver aquella pista más arreglada y mejor señalizada que muchas carreteras.

A pie, por favor

A lo peor no sirve de nada, pero a las gentes que van en coche hasta al retrete, el excursionista les rogaría que aparcaran en el kilómetro 61,100 de la carretera CM-2015, entre Zaorejas y el puente de San Pedro, junto al letrero que reza: 'Mirador del alto Tajo, 1,8 km'. Y que probraran la experiencia insólita de caminar llenándose los pulmones del aroma combinado del boj y la lavanda, que el ambientador antitabaco no les hubiera dejado oler; oyendo el áspero screerk del arrendajo y el agudo relincho ki-ki-ki-ki... del pito real, que el motor no les hubiera dejado oír; viendo en lontananza, por sobre los pinos laricios, las sabinas y los quejigos, la soledad de Zaorejas -una soledad enorme, como todo en las inmensidades del alto Tajo-, que la polvareda no les hubiera dejado ver.

Si tal hicieran, en media hora de suave pero constante subida se plantarían en una bifurcación y, siguiendo a la izquierda otros 20 minutos, en el propio mirador. Allí, a más de 200 metros de altura sobre la junta del Tajo con su afluente el Gallo, contemplarían los cortados labrados en la roca caliza durante miles de años por el más largo de los cursos ibéricos: impresionantes los de la Escaleruela, que semejan peldaños entre el río y el cielo de Guadalajara. Contemplarían los casi infinitos pinares, las aguas verdes del Tajo, diáfanas como la esmeralda, y docenas de buitres arremolinándose sin batir un ala en el silencio estupefacto de un mundo sin coches. Contemplar todo esto sería una recompensa, y no un mero trámite.

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Sin coche pero con prismáticos

- Dónde. El Mirador del alto Tajo (Guadalajara) dista 185 kilómetros de Madrid. El mejor acceso es por la carretera de Barcelona (N-II), desviándose en el kilómetro 103, por la N-204, hacia Cifuentes y Gárgoles de Abajo, y siguiendo las indicaciones hacia Trillo, Peralveche, Villanueva de Alcorón y Zaorejas. Cinco kilómetros más adelante, en el kilóméto 61,100 de la CM-2015, está señalizado el camino al mirador. - Cuándo. Paseíto de una hora y cuarto de duración -3,6 kilómetros, ida y vuelta por el mismo camino-, con un desnivel acumulado de 120 metros y una dificultad muy baja, que por eso mismo puede ser realizado en cualquier época del año por personas de toda edad y condición física. Abstenerse subir en coche, por favor. - Quién. Miguel Ángel Acero y Luis López Vázquez son los auto-res de Las mejores excursiones por el alto Tajo, guía editada por El Senderista (Mayor, 80; teléfono: 915 417 170), en la que se describen éste y otros itinerarios pedestres por el parque natural guadalajareño. - Y qué más. Cartografía: hoja 24-20 (Taravilla) del Servicio Geográfico del Ejército, o la equivalente (514) del Instituto Geográfico Nacional, ambas a escala 1:50.000. No olvidar los prismáticos.

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